Desde el otro lado del puente la joven miraba los rojos muros del castillo. Todo era oscuridad.
Todo... No no era todo realmente oscuridad. Una farola cercana a donde ella estaba y los focos que iluminaban aquellas paredes hacían que el ambiente que había en aquel lugar a las cinco de la tarde fuera opresor.
Hacía dos meses que había viajado allí. Había ido para saber que había sido de su hermana Tristana. Todo el mundo decía que la última vez que había sido vista se dirigía allí, a aquel castillo.
Molly cuyo verdadero nombre era Maryanna, fue firme en su búsqueda y por eso permanecía allí.
Los cabellos rojos de Molly eran movidos por la brisa del lugar. Era la menor de la familia y sólo quedaba su hermana mayor Tristana. Por ella había ido allí. No quería quedarse sola en el mundo. No quería sentir el terror de la perdida, del no saber que había sido de ella. La verdad era que no podía explicarse como su hermana, de 34 años, había terminado desapareciendo allí.
Allí sólo había colinas vacías, el lago y el castillo. Y, sin embargo, nadie había podido decir nada al respecto. Su hermana había desaparecido como un fantasma, como el fantasma del castillo que decían que se veía por las noches en la torre.
Las luces cada vez se iban apagando más. Sólo las de la puerta se veían con un mayor brillo. Molly se sentó en el coche que había alquilado. No encendió el motor, y cogió de la mochila que llevaba unos prismáticos.
El tiempo pasó y comenzó a cansarse. El sueño comenzaba a llamar a la puerta de sus ojos para que los cerrase. Entonces le pareció escuchar a lo lejos, desde un lateral del castillo la voz de su hermana. Sin embargo, el tono de ella la hacía estremecer de miedo. Necesitaba saber que sucedía. Salió del coche y cruzó el puente que llevaba al castillo. Todos parecían dormir y los vigilantes no salían de la garita debido al frío, y Molly no fue vista.
Al cabo de diez eternos minutos consiguió cruzar una puerta que daba a la zona desde donde la había parecido escuchar la voz de su querida hermana. Era la puerta que llevaba a los viejos calabozos del castillo. Una zona cerrada al público, una zona a la que nadie acudía salvo quizá el señor del Castillo.
En el suelo vio varios ataúdes. Ataúdes en los cuales descansaban los cuerpos de varias chicas y los cuerpos de varias mujeres. Y al fondo volvió a escuchar la voz de su hermana. Allí había una gruesa puerta de madera de roble con llave. Molly la buscó con la luz de su pequeña linterna y la final la encontró junto a un gran ataúd negro y dorado. Dentro de él había un hombre, y sintió miedo. Con cuidado cogió la llave y abrió la puerta.
Su hermana estaba muerta de miedo. Tenía unas heridas en el cuello como si un vampiro la hubiese mordido allí. Molly la cogió y la ayudo a ponerse de pie. Cerraron la puerta, cruzaron aquel calabozo convertido en cripta.
A duras penas cruzaron el patio del castillo, las puertas y el puente. Los pies descalzos de su hermana se arrastraban penosamente por el asfalto de la carretera.
Mientras, en el castillo el hombre se despertó dentro de su ataúd y se dirigió a la puerta con la llave en la mano. Estaba sediento, necesitaba alimentarse. Notaba un extraño silencio, pero no sabía la razón de ello. No veía nada anormal a su alrededor. No sentía a la mujer que tenía allí encerrada gemir y se preguntaba si finalmente habría como las otras anteriores sucumbido. Lentamente metió la llave en el cerrojo y abrió la puerta.
La celda estaba vacía. Allí no había nadie. Sólo él. Su irá creció desbordándole y gritó con una furia inusitada.
Fuera junto al coche las dos hermanas lo escucharon. El terror se apoderó de ambas, y se montándose en el coche huyeron de allí. Se acercaba la hora del amanecer, y vieron como una sombra las perseguía. Como aquel ser las perseguía, como perseguía su sangre.
Molly rezó por que llegase la luz del sol trayéndole esperanza ante el terror que las acosaba.
- ¡Sunce izlazi za svakoga, a to je loše pepela! -gritó con fuerza.
En ese momento, el sol surgió y con un gritó el perseguidor se convirtió en un polvo fino, como ceniza.
No esperaron. Molly pago los billetes de avión y con su hermana partió rumbo al nuevo mundo. Volverían a la población de London en Canadá.
Mientras volaban de vuelta Tristana miró fijamente a Molly.
- Maryanna, hemos huido de allí. Pero en nuestros sueños... No nos dejará olvidar...
Las palabras de Tristana le eran incomprensibles a Molly...
- No te preocupes Tana... - le dijo con cariño- Yo estaré ahí para ayudarte a olvidar...
No hay comentarios:
Publicar un comentario