Es posible que nunca se sepa de forma definitiva que sucedió aquella noche del 24 a l25 de marzo de 1997. Sólo se sabe que Rubén Barreiro había sido asesinado en circunstancias extrañas e inexplicables que habían despertado el interés de todo Benidorm y sumido en la preocupación a dos gremios muy distintos, los informáticos y los taxistas. Sin embargo, cuando se debe estudiar un crimen se deben estudiar los estrechos y tortuosos laberintos que son las mentes criminales para buscar la verdadera razón.
El joven Rubén era un informático que hacía servicios temporales nocturnos como taxista. Él deseaba costearse todas sus necesidades. No hacia servicios en zonas de riesgo, no frecuentaba lugares peligrosos, su circulo de amigos era ajeno a cualquier actividad delictiva, no tenía enemigos. Le gustaba la astronomía y la naturaleza, a los veinte años había trabajado en el campo de Alfaz del Pí haciendo un estudio de aves nocturnas. Su vida era rutinaria y era una persona de costumbres. Sin embargo, hayo la muerte en la madrugada del 25 de marzo de 1997.
El joven apareció en el taxi. Dos puñaladas traspasaban su cuerpo, pero el arma no apareció. Y, a pesar del vigilante de un camping próximo, el agresor huyó. La descripción del mismo era vaga como una sombra.
Los agentes de la ley investigaron el crimen desde varios ángulos distintos pero las circunstancias que lo rodeaban hacían que todo fuese más complicado. no se advertía señal alguna del agresor. Parecía como si se hubiese desvanecido en le aire. ¿Cuáles fueron las circunstancias que desencadenaron esa muerte?. Nadie lo sabía con certeza.
Las pruebas indicaban que inicialmente el móvil podría haber sido el robo. A menudo eso sucedía. De hecho, los taxistas se manifestaron también en este caso pidiendo más seguridad. Sin embargo, el dinero permanecía en su sitio. Se supuso que el vigilante había actuado antes de que el criminal lo cogiese.
El caso comenzaba a hacer aguas, cuando un hombre apareció en escena como salido de la nada. Era un detective privado que se presentó con extrañas razones para ese crimen.
Todo comenzó, según él, en octubre de 1992, cinco años atrás. Entonces una joven había desaparecido de una clínica. Tres personas fueron entonces acusadas de su desaparición, el doctor Sanchez; Laura García, ATS; y, la joven auxiliar de enfermería, Cristina González. Se estudiaron planos, se sacaron fotos, se encontraron ropas y objetos de la joven. Sin embargo, la chica nunca apareció.
Los agentes escuchaban la posible explicación del detective privado con interés.
- ¿Dónde está el nexo?- preguntaron.
- La explicación es sencilla. El joven estaba estudiando la fauna nocturna, en concreto aves, por lo que posiblemente usase prismáticos o algún aparato similar. La noche era clara a pesar de ser otoño. Y, existe la posibilidad de que viese lo que realmente sucedió a la joven desaparecida.
- ¿Por qué no lo denunció?
- ¡Ah! Seguramente fue amenazado o por el criminal o por los responsables de la clínica. De lo contrario habría acudido a la policía o la guardia civil.
Cuando comprobaron esos hechos descubrieron que el joven había hablado con el doctor Sanchez. Este no podía tolerar que la clínica se viese implicada más en esa desaparición, y le pagó una suma de dinero.
La conclusión fue que el asesino del joven había descubierto por esa razón que Rubén Barreiro había visto lo sucedido allí. Debía ser eliminado. ¿Qué había sucedido aquella noche de octubre de 1992?
El detective miró sus papeles.
En teoría según las declaraciones la joven solicitó a la enfermera permiso para ir al baño. Momento que aprovechó, aún sedada, y sin gafas o lentillas, para huir perdiéndose en la noche. Huída que tuvo lugar a las 2 de la madrugada, pero de la que no se dio cuenta ni a la familia ni a autoridades hasta ocho o nueve horas después.
Es tardanza sólo podía significar tres cosas: la primera, que la joven hubiese muerto por una negligencia médica; la segunda, que la hubiesen encontrado muerta; y, la tercera, que alguien ajeno se la hubiese llevado de allí. En cualquier caso ella no había hecho la proeza que contaba la enfermera. Además, médicamente era imposible debido a que estaba fuertemente sedada.
Esos datos y la actual muerte de este joven dieron como resultado una conclusión sorprendente en la mente del detective: una banda organizada dedicada o a la trata de mujeres o a la de órganos. En cualquiera de los casos en ello radicaba a solución de este segundo crimen.
Es cierto que las circunstancias que han rodeado ambos casos no han permitido llegar a la captura de los criminales, pero los dos casos destacaban por el nexo existente, Alfaz del Pí.
El rostro serio de los policías se tornaron más serios. No habían considerado esas posibilidades que aquel hombre les mostraba, al menos, no seriamente.
El detective desapareció como un fantasma, como si nunca hubiese estado allí, en las calles de Benidorm.
A la mañana siguiente recibieron en la comisaria más cercana y en el cuartel de la guardia civil más próximo unos dossieres del detective, dossieres con los mismos datos que había mostrado y un breve relato de como según él había sucedido todo.
Las investigaciones siguieron como también se investigó quién era ese detective que allí había acudido.
Estaba todo envuelto en el misterio más profundo.
Por eso, aún hoy, ambos casos están todavía sin resolver.
El joven Rubén era un informático que hacía servicios temporales nocturnos como taxista. Él deseaba costearse todas sus necesidades. No hacia servicios en zonas de riesgo, no frecuentaba lugares peligrosos, su circulo de amigos era ajeno a cualquier actividad delictiva, no tenía enemigos. Le gustaba la astronomía y la naturaleza, a los veinte años había trabajado en el campo de Alfaz del Pí haciendo un estudio de aves nocturnas. Su vida era rutinaria y era una persona de costumbres. Sin embargo, hayo la muerte en la madrugada del 25 de marzo de 1997.
El joven apareció en el taxi. Dos puñaladas traspasaban su cuerpo, pero el arma no apareció. Y, a pesar del vigilante de un camping próximo, el agresor huyó. La descripción del mismo era vaga como una sombra.
Los agentes de la ley investigaron el crimen desde varios ángulos distintos pero las circunstancias que lo rodeaban hacían que todo fuese más complicado. no se advertía señal alguna del agresor. Parecía como si se hubiese desvanecido en le aire. ¿Cuáles fueron las circunstancias que desencadenaron esa muerte?. Nadie lo sabía con certeza.
Las pruebas indicaban que inicialmente el móvil podría haber sido el robo. A menudo eso sucedía. De hecho, los taxistas se manifestaron también en este caso pidiendo más seguridad. Sin embargo, el dinero permanecía en su sitio. Se supuso que el vigilante había actuado antes de que el criminal lo cogiese.
El caso comenzaba a hacer aguas, cuando un hombre apareció en escena como salido de la nada. Era un detective privado que se presentó con extrañas razones para ese crimen.
Todo comenzó, según él, en octubre de 1992, cinco años atrás. Entonces una joven había desaparecido de una clínica. Tres personas fueron entonces acusadas de su desaparición, el doctor Sanchez; Laura García, ATS; y, la joven auxiliar de enfermería, Cristina González. Se estudiaron planos, se sacaron fotos, se encontraron ropas y objetos de la joven. Sin embargo, la chica nunca apareció.
Los agentes escuchaban la posible explicación del detective privado con interés.
- ¿Dónde está el nexo?- preguntaron.
- La explicación es sencilla. El joven estaba estudiando la fauna nocturna, en concreto aves, por lo que posiblemente usase prismáticos o algún aparato similar. La noche era clara a pesar de ser otoño. Y, existe la posibilidad de que viese lo que realmente sucedió a la joven desaparecida.
- ¿Por qué no lo denunció?
- ¡Ah! Seguramente fue amenazado o por el criminal o por los responsables de la clínica. De lo contrario habría acudido a la policía o la guardia civil.
Cuando comprobaron esos hechos descubrieron que el joven había hablado con el doctor Sanchez. Este no podía tolerar que la clínica se viese implicada más en esa desaparición, y le pagó una suma de dinero.
La conclusión fue que el asesino del joven había descubierto por esa razón que Rubén Barreiro había visto lo sucedido allí. Debía ser eliminado. ¿Qué había sucedido aquella noche de octubre de 1992?
El detective miró sus papeles.
En teoría según las declaraciones la joven solicitó a la enfermera permiso para ir al baño. Momento que aprovechó, aún sedada, y sin gafas o lentillas, para huir perdiéndose en la noche. Huída que tuvo lugar a las 2 de la madrugada, pero de la que no se dio cuenta ni a la familia ni a autoridades hasta ocho o nueve horas después.
Es tardanza sólo podía significar tres cosas: la primera, que la joven hubiese muerto por una negligencia médica; la segunda, que la hubiesen encontrado muerta; y, la tercera, que alguien ajeno se la hubiese llevado de allí. En cualquier caso ella no había hecho la proeza que contaba la enfermera. Además, médicamente era imposible debido a que estaba fuertemente sedada.
Esos datos y la actual muerte de este joven dieron como resultado una conclusión sorprendente en la mente del detective: una banda organizada dedicada o a la trata de mujeres o a la de órganos. En cualquiera de los casos en ello radicaba a solución de este segundo crimen.
Es cierto que las circunstancias que han rodeado ambos casos no han permitido llegar a la captura de los criminales, pero los dos casos destacaban por el nexo existente, Alfaz del Pí.
El rostro serio de los policías se tornaron más serios. No habían considerado esas posibilidades que aquel hombre les mostraba, al menos, no seriamente.
El detective desapareció como un fantasma, como si nunca hubiese estado allí, en las calles de Benidorm.
A la mañana siguiente recibieron en la comisaria más cercana y en el cuartel de la guardia civil más próximo unos dossieres del detective, dossieres con los mismos datos que había mostrado y un breve relato de como según él había sucedido todo.
Las investigaciones siguieron como también se investigó quién era ese detective que allí había acudido.
Estaba todo envuelto en el misterio más profundo.
Por eso, aún hoy, ambos casos están todavía sin resolver.
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