Cuando uno es joven siempre existe una profesión, un trabajo, al que desearía dedicarse en cuerpo y alma. Durante mucho tiempo Richard Cairn pensó que sería ser arqueólogo, por la atracción de las películas de Indiana Jones, por esa razón estudio historia en la Universidad de Cardiff. Sin embargo, cuando decidió especializarse inicialmente en la época medieval y posteriormente en Historia Americana se dio cuenta de que lo suyo lo que realmente deseaba, no era eso lo que deseaba hacer, no era eso lo que desde pequeño anhelaba. Recordó entonces, cuando viajo a Canadá, que siempre fue un buen inventor de historias y pensó: ¿Por qué no estudiar Literatura y ser escritor?. Así aprovecho el viaje de especialización para cursar la carrera de Literatura en la Universidad de Alberta. Si, la escritura, la invención de historias siempre le había atraído porque las descripciones con las que un autor da forma al tejido de la trama son auténticas joyas dejadas para el futuro aunque sean fantasías. Sin embargo, tenía claro que seguiría dando clases de Historia. Lo que no sabía era si eso cambiaría o no en el futuro.
Y así con el recuerdo de los sucesos de lo acaecido tiempo atrás en Canadá que acudieron como un fantasma a la mente de Richard Cairn mientras estaba viendo una película en uno de los cines de Bilbao. Había llegado allí cuatro días antes, estaba de vacaciones, y había llegado con la intención de comenzar el Camino de Santiago en Irún.
Ese era el plan, pero como todos los planes, puede torcerse.
Consigo llevaba el macuto eterno que lo había acompañado en su estancia en Escocia, en Canadá, en Estados Unidos y luego en su querido Galés, entre otros lugares del mundo y del Reino Unido. Si o había acompañado en Canadá mientras hacía el Máster en Historia Americana y la Carrera de Literatura en la Universidad de Alberta, en Edmonton. Un ordenador portátil que siempre usaba en esos viajes de la marca HP, su libreta Moleskine imitando a uno de sus personajes de televisión preferidos, su sombrero Crusable marrón de Indiana Jones, su teléfono móvil de última generación, y documentación diversa que sabía que iba a necesitar para lo que se traía entre manos. Lo único que no esperaba esta vez es algo parecido a lo que sucedío en Edmonton. No quería que algo así se volviese a repetir. No quería saber nada de ordenes secretas, documentos misteriosos u objetos perdidos o robados. Quería descanso para poder trabajar en su nuevo proyecto: una novela ambientada en el Camino de Santiago. Quería que la novela fuese del estilo de las de Paulo Coelho, esa era la idea inicial que tenía al salir de Cardiff.
(CONTINUARÁ...)
(CONTINUARÁ...)
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