miércoles, 27 de julio de 2011

JANE DOE

Los peregrinos entraban en la iglesia: todos ellos rezaban y sellaban sus credenciales en la iglesia construida en los inicios del s.XX. Estaban muy cansados muchos de ellos; no podían hacer nada más que escribir con las pocas fuerzas que les quedaban sus nombres en la lista ante mis ojos, mientras ellos me susurraban sus historias. Entonces apareció ella, silenciosa y como ningún otro, esperando su turno sin hacerse notar, apartada en una esquina donde sus rubios cabellos no llamasen mucho la atención, escondiendo la cabeza entre sus rodillas mientras parecía rezar. En su rostro se veía un profundo dolor, un dolor que parecía que le era insoportable, y cuando le llego su turno en medio de los otros peregrinos no quiso poner su nombre.

- Prefiero no ponerlo –dijo con una extraña seguridad en su voz-. Escribe en su lugar “Persona Anónima”, pues yo estoy cansada y no puedo escribir.

Sus ojos y su rostro tenían un extraño magnetismo que hacía que la mirase sin parar, mientras escribía lo que me solicitaba, mostrando un extraño interés por la razón que la llevaba a solicitar eso; ella miró a su alrededor y volvió a sentarse en uno de los bancos, su presencia allí, silenciosa, me hacía sentir una extraño escalofrío recorriendo la espalda.

- Hola –le dije acercándome a ella cuando el resto de peregrinos se habían ido-, ¿qué necesitas?

Me miró alzando suavemente su rostro, como si yo fuese un mensajero de la divinidad. Luego soltó un gemido que sonó en un susurro como el lamento de un alma errante, para luego decirme:

- Reza por mí.. – dijo tristemente,y con un toque de desesperación que me llamo la atención- Y reza por mi padre, pues llevo sus cenizas conmigo haciendo este Camino que él siempre deseo hacer.

La expresión de su rostro era tremendamente dolorosa: prácticamente dejaba ver la expresión de su alma, un alma que parecía en pena; un alma que parecía atormentada por un sufrimiento ardiente. En silencio asentí con la cabeza, mientras le prometía rezar por ella.

Durante unos instantes me miró a los ojos: sin que ella hablase sentí sus pensamientos en mi mente. Me agradecía mi cortesía.

Seguidamente se levantó, se dio la vuelta y cogiendo su mochila salió por la puerta de la iglesia buscando las sombras para mantenerse en medio de la mayor oscuridad posible bajo los rayos del sol.

Se hizo un largo silencio cuando ella dejó la iglesia. Entonces vi que se había dejado un papel allí; en el papel aparecía una petición:

”RECE POR MI Y POR MI PADRE UN PADRE NUESTRO.”

Salí corriendo al exterior para ver si la veía. Pero en el exterior no había rastro de ella. Nadie la había visto, ni otros peregrinos ni tampoco en los Albergues de la población.

Ahora no recuerdo de dónde me dijo que era, y tampoco no recuerdo el mes en que pasó, pues otros peregrinos y peregrinas pasaron hacia Santiago, pero si recuerdo que era de algún lugar de la costa mediterranea de España.

Días después hablando con otro peregrino me contó que en otras parroquias si recordaban el paso por allí de esa mujer joven, misteriosa. Que llevaba a Santiago las cenizas de su padre y cuyos rubios cabellos parecían hipnotizar a todos aquellos que estaban cerca de ella.

¿Quién era? ¿De dónde era? No lo sé, pero algo me dice que no era una peregrina como el resto, que en ella había algo más. En ella había algo inquietante y misterioso, quizá en Santiago lleguen a saber de esta Jane Doe más que yo he podido saber.