sábado, 18 de febrero de 2012

EL LIBRO

Faltaban apenas unos instantes para dejar aquella vieja mansión atrás. Una ve más iba a dejar ese adusto edificio para salir al mundo exterior, a su propio mundo. Sentía que el tiempo de estar allí e incluso el de que el edificio se siguiese manteniendo en pie se terminaba, pero también que todavía le quedaba algo que hacer allí. Camino por el pasillo y se aproximó a la puerta de la biblioteca. Entró. Allí donde en otro tiempo había libros ahora había estantes vacíos. Bueno, no todos estaban vacíos. Todavía permanecía allí un único libro. Un libro que se había quedado sólo como él mismo. Sus compañeros habían partido hacía mucho tiempo de allí. Unos tuvieron suerte y terminaron en otras bibliotecas, en librerías, en lugares dónde alguna vez pudiesen llegar a la persona adecuada. Pero el que allí permanecía no tenía esa suerte.

Existe la creencia de que hay una organización dedicada a destruir libros especiales, libros que pueden resultar peligrosos cuando están en manos inadecuadas, o libros que pueden ser peligrosos para sus propios poseedores. Son libros que se dice que pueden atrapar el alma de aquellos que intentan desvelar sus secretos. Algunos creen que si una persona aparece inscrita en uno de esos libros y ese libro permanece en el mundo esa persona se vuelve inmortal, no envejece, y el tiempo parece no pasar por ella. Si bien otras leyendas hablan de puertas a mundos que jamás deberían de abrirse. Eso llevo a Andrew Buckland a coger ese último libro de la estantería, envolverlo entre periódicos y trapos, guardarlo en su mochila y salir de allí. No sabía lo que estaba haciendo. No sabía que libro era el que había cogido.

Era el Libro de Shan Umn.

Andrew trabajaba como contacto entre la Biblioteca Nacional Britanica y la Biblioteca Nacional Española. Su labor era, además de organizar trabajos de cooperación entre bibliotecas, el estudio de libros extraños. En su vida había estudiado desde códices medievales hasta viejos rollos de pergamino. Pasaba la mayor parte de su vida en las bibliotecas o en sus pequeños despachos de Londres y de Madrid. Sus padres habían comprado aquella mansión muchos años atrás, pero al morir siendo él aún un niño, quedó cerrada.

La época en que sus padres murieron fue extraña para él pues veía cosas que nadie podía ver y sentía cosas que nadie debía de sentir. Casi se volvió loco, pero sólo fue un casi.

No sabía que a partir de este momento, en el que retiraba de allí ese último libro le perseguiría la oscuridad. No sabía que sería acosado por hombres que parecen sombras misteriosas. No sabía que el terror más oscuro lo rodearía.

Durante meses después de recoger el libro vivió una vida perfecta como un bello cuadro, una vida áurea. Pero el destino de aquellos que aún por un momento llegan a vivir ese tipo de vida puede volverse tétrico, tenebroso, y hacer que ellos mismos caigan en un abismo insondable.

Ese abismo oscuro comenzó a mostrarse poco a poco ante Andrew. Al principio no lo podía creer dentro de su perfecta vida, no hizo caso de las señales de aviso. Entonces comenzaron los extraños sucesos. Primero como pequeñas lagunas en su mente, como si alguien moviese cosas cerca del lugar en el que se encontraba. Luego siguieron los aullidos de los perros cuando pasaba cerca como si tratasen de avisarle de la muerte que se acercaba.

Fue en ese momento cuando comenzó a ponerse muy nervioso.

(CONTINUARÁ...)