martes, 22 de marzo de 2011

"ISABEL" (El Lobo Blanco 5)

El viento nocturno y frío que llegaba de la montaña acariciaba como un amante el rostro de una joven. hacia mucho que no experimentaba esa sensación de libertad, de renacimiento, de esperanza que por alguna razón la embargaba. Su libertad era en este momento forzada, cubierta por un oscuro manto de tristeza. A su alrededor se sentía una sensación de ahogo, de frío invernal o de sofocante calor.

Cubierta con un grueso abrigo recorría las calles encharcadas y solitarias de Oviedo. Presentía un peligro como un perro lo presiente antes de huir en silencio. Se dirigía a una antigua casa, cerca del cementerio, en cuyo interior había encontrado la paz que necesitaba. Con una llave hace girar la vieja cerradura. Al abrirse la pesada puerta de madera, aparece un corto pasillo oscuro; al final del que hay una puerta blindada.

Cierra la puerta tras de si.

Al pasar bajo la luz que ilumina la puerta siente miedo. Se estremece al recordar la desaparición de Nerea. Recuerda el comportamiento casi brutal de esta frente a Berto y Juan la noche antes, parecía poseída.

Recuerda como su forma de actuar cambió cuando los dos jóvenes se fueron, cuando sus voces y pasos se perdieron en la oscuridad silenciosa de las calles de Avilés.

Isabel fue a la cocina. Se acercó a la nevera. Se agachó a coger un sandwich que calentó en un microondas.

¿Qué habría sido de ellos? Nadie le dijo nada, tras salir del hospital. ya tenía bastante con lo suyo. Había estado inconsciente un día completo y la desesperación por el placer perdido había hecho mella en su mente, la había inundado. Fue su resistencia y tesón lo que la salvó entonces.

No sabía la razón pero en todo el día no había podido sacarse de la cabeza la desaparición de Nerea. Se sentía intrigada, pero ¿quién la ayudaría? Quizá ese borroso recuerdo de aquel hombre desnudando a Nerea había sido verdad y no un juego de su mente como le habían hecho creer. Si era real, todo era mucho más grave de lo que parecía.

Tenía una extraña intuición. Había algo sobrenatural en aquel caso.

Durante la noche le fue difícil conciliar el sueño, las sensaciones del día en que desapareció Nerea volvieron en parte a ella. Sentía otra vez aquella excitación. Al despertar a la mañana siguiente, despertó con la sensación de haber repetido lo que hizo aquel día.

La mañana era clara. El cielo azul cubría todo y el sol calentaba los corazones aquella primavera.

Dicen que hay cosas que "nec pueri credunt", que creer en ellas es una ofensa, una muestra de una mente débil. Ella sentía necesidad de investigar a fin de que todo el mundo sepa que parte de lo que ella recordaba era real, y que era falso.

A Isabel no le habían dado la posibilidad de defenderse cuando despertó y contó lo que recordaba no la creyeron. Simplemente la enviaron a una cura de reposo. Pero dijo Festo tiempos atrás: "No es costumbre de los romanos condenar a un hombre antes de que el acusado tenga a sus acusadores delante, y de que se le haya dado la libertad de defenderse", ahora Isabel iba a buscar pruebas para defenderse de lo que entonces la acusaron.

Después de un duro trabajo consiguió que un abogado de Madrid le sacase una copia de la investigación por la desaparición de Nerea. Fue entonces cuando se enteró que Juan, su novio, y Roberto habían desaparecido también en fechas siguientes a la desaparición de Nerea hablando de "algo" que los perseguía. Sólo el hermano de Juan permaneció en Avilés un año y luego se fue. Decidió que buscaría a Sergio para que la ayudase en su cruzada. Eso si lograba encontrarlo, pero para eso estaba Internet y las redes sociales.

Salió de casa, cerró como siempre puertas y ventanas. Bajo su brazo una carpeta y dos libretas. Eran las nueve y media de la mañana, y se dirigió hacia la Biblioteca Pública Estatal de Oviedo, también llamada Biblioteca de Asturias "Ramón Pérez de Ayala". Allí había ordenadores y podría hacer su investigación.

Cuando llegó a la biblioteca reinaba el silencio, casi le pareció una sorpresa ver al encargado de la biblioteca sentado detrás del mostrador.

Isabel suspiró y le hizo una seña par solicitar el uso de uno de los ordenadores. Aún estaba esperando cuando oyó unos pasos cerca. Se giró y entonces lo vio.

Vestido con una pulcra y estudiada sencillez reconoció a uno de esos seres que sólo aparecen en los libros. Por su aspecto, cara hermosa y delicada, y sus ojos brillantes, sólo podía ser una de dos cosas, o un vampiro o un licántropo; y sino lo era sabía parecerlo.

Él la miró de forma desconcertada pero intensa. Durante un instante pensó en lanzarse sobre ella. Pero algo en aquellos ojos lo detuvo, reconoció en Isabel algunas de sus propias características. Saludó, cogió un libro y se sentó en una mesa.

Isabel, temblorosa, consiguió el ordenador. Ahora más que nunca el recuerdo de Nerea brilló en su mente tanto como todo este tiempo en el que se había alejado del resto de la gente. La razón era que cada vez que se miraba a un espejo veía sus propios ojos oscuros y terribles.

Envió un correo electrónico a Juan, aunque sabía que no tendría respuesta, lo hizo tras buscar en la lista de contactos a Sergio. Creía recordar una conversación de los dos hermanos y tenía la esperanza de que Sergio viese su mensaje.

Luego fue y cogió varios libros de vampiros. Sacó una libreta de su mochila, se sentó en una mesa frente al joven que vio antes y comenzó a escribir. Era lo mínimo que podía hacer mientras esperaba respuestas.

Al cabo de un rato, cuando más concentrada estaba en el relato que escribía, el joven aquel se acercó a ella, curioso por ver que escribía en medio de tantos libros de vampiros. Leyó por encima de su hombro lo que ella escribía; luego se apartó hasta una estantería. El texto que ella escribía era muy bueno, muy realista, y no como otros que tenía ante ella.

Siguiendo un impulso se sentó en la misma mesa, frente a ella.

- ¡Hola!- dijo en un susurro, para no molestar a la otra gente que había en la Biblioteca- Siento lo de antes si te asuste... Parece que te gustan los vampiros, ¿no?
- Si, a lo mejor llego a cazar alguno- dijo Isabel en un tono gracioso, pero también en un susurro.
- Hay muchas formas de cazarlos, y tú lo haces sin matarlos. Escribes sobre ellos, ¿no?
- Así es. Estoy escribiendo un relato para n concurso.
- ¿Puedo leerlo? Soy buen crítico.

Isabel le enseñó la libreta, y él pudo completar su lectura inicial del texto.

- Eres buena escribiendo. ¿Sabes como será tu vampiro?
- Si, posiblemente se parezca a ti, como premio por el susto de antes.

Él percibió que su halago no había dado el resultado esperado. Al contrario, fue él el que se sintió halagado al ver que se atrevía a incluirlo en un relato, nutría su vanidad; y él, al contrario que los de Anne Rice, era muy real. Por eso decidió que ella merecía vivir, más aún buscaría su amistad.

- Bueno, te dejo seguir. Espero no ser un mal vampiro y no decepcionarte - Le dijo a Isabel a modo de despedida-. Ya me enseñaras lo que vayas escribiendo, suelo estar por aquí todos los días.
- Ya veremos...

Cuando la biblioteca cerró, Isabel salió como siempre, ocultándose en las sombras. Siendo una sombra más acechando a su alrededor mientras iba a casa.

De golpe, en una esquina, chocó con alguien. Era aquel joven. Le habían dado una paliza y se incorporaba cuando tropezaron. Isabel lo ayudó y lo llevo a su casa. Fuera o no un vampiro para ella era alguien que necesitaba su ayuda. Él agradeció su ayuda. Ahora sabía que ella también se ocultaba en la oscuridad como hacía él.

"AL OTRO LADO DE LA OSCURIDAD" (El Lobo Blanco 4)

Un día más, Nerea empezaba a despertarse, durante la noche no había dejado de dar cabezadas sobre las páginas que tenía ante ella: un guión de teatro y el inicio de un capítulo de la novela que estaba escribiendo. Sus ojos vagaban a su alrededor preparándose para le nuevo día. Vio entonces subrayada una fraseen en el guión. la leyó, se centró y la meditó.

Se congratuló de sentir todavía el calor de su cuerpo, un calor que no hacía mucho había descubierto. Ahora volvía a ser libre, ya no era una sombra que se movía sin conciencia, sin voluntad, al servicio de aquel ser oscuro que todavía la perseguía.

Nerea a duras penas fue hasta el cuarto de baño. Las palabras de aquella frase del guión las había visto antes. Las había leído tiempo atrás en un correo electrónico. Sabía que el cansancio que la envolvía no era normal. Sentía que estaba condenada a algo y que no todo el dinero del mundo la podía salvar de la destrucción o de la conversión.

Miró al espejo. Allí estaba reflejada y viva.

Entonces vio algo en su cuello. Parecía un mordisco o un chupón, y sintió como si fuese a perder la vida, ¿qué había sucedido? ¿Cómo había llegado a esta situación?

Ella no era capaz de recordarlo.

Decidió dejar la mente en blanco. Vio un rostro y recordó un nombre, Isabel.

Nada más podía recordar de su pasado.

No recordaba que una mañana estaba con Isabel en el piso de la calle Llano Ponte en el que vivía. Era la primera vez que la madre de Nerea las dejaba solas. Conociéndola Nerea sabía que era posible que pasasen el día entero solas. Al menos, tenían dinero para unas pizzas.

Estaban solas y sentían que debían hacer algo. Trataron de estudiar, de leer, pero era pronto y se aburrieron.

Todos sabemos lo que hacemos si estamos solos y aburridos, nos ponemos "investigar" a recorrer la casa o el piso y mirar en los más oscuros rincones. Nerea casi había olvidado el terror que había vivido en aquel piso. Ahora sólo la acosaban los sueños.

Buscando así encontraron tres cosas: dos cintas de vídeo, y una extraña caja con extraños objetos guardados que no sabían para que servían.

Desayunaron mirando una de las películas, era una película romántica de Richard Gere. Nunca habían tomado alcohol. Así que fueron a un estantería y cogieron una botella que podía ser tequila o ron, pues ni siquiera Isabel pudo discernir de qué era. Se sirvieron un vaso cada una, pero al llevárselo a la boca vieron que tenía una sabor muy fuerte, que a Isabel casi la hace llorar. Así que mezclaron Coca Cola, de esa forma sabía mejor.

Nerea puso la segunda cinta de vídeo mientras Isabel se conectaba a Internet. Un escalofrío sacudió sus cuerpos. Solas en casa podían hacer lo que quisiesen. Mientras la cinta se ajustaba entraron en el correo electrónico. Allí Nerea tenía un mensaje. Allí aparecieron las palabras del guión de la obra que en la actualidad tenía en sus manos. Por él mensaje quedaron las dos atrapadas en un hechizo malvado.

Entraron en el messenger y habían conectado la webcam cuando escucharon un jadeo. Miraron la pantalla y se quedaron paralizadas al ver a una mujer haciendo cosas desconocidas para ellas. Eran los trailers de inicio de la cita y volvieron centrarse en el ordenador.

Se sentían extrañas.

Salín todavía los jadeos del televisor pero no había comenzado la película. Sus respiraciones se estaban agitando. Sentían l boca seca. Un joven les había pedido permiso para verlas por la cam, y les comentaba cosas que las hacía sentir atraídas por lo que saldría en la película.

Veían como una chica que parecía de su edad se acariciaba y tocaba con un objeto alargado.

Se olvidaron de la webcam, se centraron en la película. En la caja que Isabel había encontrado había unos objetos como el que tenía la chica de la película.

Los tomaron en sus manos.

- Son suaves- dijo Isabel.
- Sí, ¿cómo se sentirán hay abajo? -añadió Nerea.
- Parece que bien, sino mira a la chica de la película.

Se dejaron llevar entonces. Sin oponer ninguna fuerza. No sabían lo que hacían. Mientras aquel que había perseguido a Nerea las miraba a través de la cámara web y sonreía. La energía que las jóvenes desprendían lo embargaba.

Formas rojizas comenzaron a cobrar forma y cuerpo, a salir de las esquinas más oscuras. Todo se desconectó salvo el ordenador. Los rojizos seres las rodearon. Hicieron subir el calor de sus cuerpos y mentes. Luego hicieron que se debilitasen por el placer , perdiesen la consciencia, y quedasen inertes en el sofá. Aún se sentía en el ambiente el olor de la excitación, y un intenso calor.

Un ser oscuro y maligno se materializó desde el ordenador. Le quitó la ropa totalmente a Nerea, y pensaba hacer lo mismo con Isabel. Colocó la ropa de Nerea sobre el sofá en la posición que tendría si lo hubiese tenido puesta. Seguidamente cogió a la inconsciente joven en sus brazos y se desvaneció antes de poder oír abrirse la puerta del piso.

Tampoco escuchó el grito de la madre de Nerea al encontrar a Isabel medio desnuda sobre el sofá y a su lado las ropas de Nerea colocadas como si su cuerpo se hubiese evaporado. Eso salvó a Isabel que terminó en el hospital.

Mientras el oscuro ser llegó con Nerea a un lugar muy especial. En aquel lugar reunía la asamblea fatal, la asamblea de sus víctimas, un lugar que haría palidecer a cualquier policía y dejaría impresionado a cualquier asesino en serie. Allí había una serie de sillones y en cada uno aparecía sentada lo que parecía ser la estatua de una joven mujer. Todas habían sido verdaderas mujeres. Ahora la mayoría de ellas ya no eran más que hermosas carcasas de oro en cuyo interior estaban los huesos de aquellas que habían caído en las manos de ese ser. Si alguien hubiese entrado y lo hubiese visto, vería a los pies de cada sillón una inscripción con el nombre de quién había ocupado el asiento y de quién ahora lo ocupaba, con la fecha de nacimiento de cada una de ellas.

Dos sillones aparecían vacíos en uno debería estar Isabel, pero ésta se había salvado de llegar allí. En el otro aparecía ya el nombre de Nerea. A él la ató con hechizos para que no se pudiese levantar de él. Como al resto le colocó una piedra de amatista en la frente y la hizo mirar hacia una esfera piedra también de amatista que estaba en el centro de aquel lugar.

Era a través de esa bola como terminaba definitivamente con sus vidas y las hacia desaparecer atrapando en ella sus espíritus.

Fue el ser oscuro a por oro liquido y comenzó a cubrir con él a Nerea dejándole espacio para respirar, alimentarse, ver, oír y el resto de funciones vitales.

Nerea recobró la consciencia a tiempo antes de que el oro se secase sobre su piel. Ahí, en ese instante era donde ella comenzaba a recordar.

Recordaba como le faltaba el aire.

Recordaba lo que la parecieron estatuas de otras mujeres hasta que se miró las manos y comprendió la verdad.

Recordaba como antes de que aquel ser volviese consiguió levantarse de la silla. Y, en ello fue la primera en conseguirlo.

En su mente aún se veía huyendo por una cueva, cada vez más cansada. Recordaba ver la selva del exterior y lanzarse a las aguas de un río para sacarse e oro que cubría su piel.

No estaba en España. La flora y la fauna le decían que estaba en América.

Recordó que no fue hasta que la encontraron perdida en la selva no supo en que país estaba.

miércoles, 2 de marzo de 2011

"EL ÁNGEL CAIDO"

Ningún texto religioso nos ofrece una idea clara sobre el Demonio. Desde el Antiguo Textamento a obras más actuales no se ofrece una idea clara de qué o quién es el Demonio. Se nos presenta unas veces como un espíritu nocivo, tentador, hostil al plan de Dios, pero en otro punto se añade que tiene acceso a la corte celeste. Nos lo presentan como la engañadora serpiente del Paraíso o el Gran Dragón del Apocalipsis. Y, a veces, la propia religión pecó de llamar demonios a los dioses ancestrales de los pueblas. La imprecisión de las interpretaciones permite suponer que la verdad puede ser muy distinta, sobre todo porque nadie ha hablado con el Demonio, Satanás o Lucifer, ni tampoco no Dios o los Ángeles en nuestros días. Seguro que las versiones diferirían en algunos puntos pero seguro que nos brindarían la posibilidad de una historia que bien podría ser ésta. Una historia que fue encontrada por mi Jean Vigid en un recóndito lugar del norte de Canadá.

"Los primeros seres creados por Dios fueron los ángeles, los creó en oleadas y éstos se organizaron en una suerte de jerarquías. Entre ellos había uno cuyo nombre se ha olvidado pero que podríamos llamar Luthanas. Se cree que fue el primero o uno de los primeros en aparecer, y que era el más poderoso o uno de los más poderosos. Durante eones él y sus siete hermanos crearon el Reino Celestial por orden de Dios. Cada uno de ellos según le concernía su mente y conocimiento, y Dios estaba conforme con su forma de actuar.

El Reino Celestial sufrió una perturbación cuando le fue comunicado el plan de Dios. Hubiera sido algo efímero de no ser que cierto punto hizo mella en el interior de Luthanas, y la duda se convirtió en un equivoco orgullo que ensombreció su alma.

Llegado el momento Dios los llamó. Les pidió que se postraran ante el Hombre, que lo ayudaran y aconsejaran, pues su Hijo sería un hombre.

Una terrible tormenta estalló, pues Luthanas se negó a postrarse ante ningún hombre. Nadie necesito decir nada. Y. Luthanas fue apartado del resto durante un tiempo.

Cabría pensar que se corregiría su conducta; de alguna forma, no fue así, pues se sintió ultrajado.

El tiempo fue pasando. El mundo se creó con todas sus criaturas. El Hombre, Adán, apareció por obra de Dios y los ángeles fueron convocados en tornó al Edén. Su misión era cuidar esa creacion.

Se dice que la serpiente era la más inteligente de las bestias creadas. Y, Luthanas quiso vengarse de Dios, por su afrenta, a través de los hombres. Así que engañó a la serpiente para que llegado el momento hiciese que el hombre comiese del Árbol Prohibido del centro del Edén. La paz del Edén fue así rota.

Dios castigó al hombre, a la mujer y a la serpiente, y a la descendencia de estos. Parecía que Luthanas no sería castigado esta vez, más cuando Dios llamó al Reino Celestial a los ángeles la serpiente se enroscó en las alas de Luthanas, lo mordió en el cuello y así Luthanas cayó de vuelta a la Tierra.

Enfermo por el veneno perdió las plumas de sus alas. Se volvió oscuro; y como una enfermedad el Mal se apoderó de él en su debilidad.

Dios vio lo sucedido, y comprendió todo, y dijo: " Y tú, Luthanas, que fuiste de los primeros, también serás el primero en encarnar el Mal que todoslos seres del mundo albergan en su interior. Tú los tentarás para hacerlos caer, y aquellos que sean puros, aquellos que busquen la pureza y los que me sean fieles te rechazarán. Tú nombre será olvidado y otros nombres te darán acordes con tu nueva existencia. Ese será tú cometido hasta el Fin de los Tiempos. Así, sea."

Luthanas desde ese momento acató la nueva orden de Dios.

Desde entonces a muchos ángeles guardianes confundió en su cometido para unirlos a él, para convertirlos en seres oscuros como él, lo hizó haciendo que se unieran a las Hijas del Hombre. Los corrompió, y lo llamaron, El Corruptor. A otros ángeles los convirtió también, y al final estalló la primera gran guerra entre los ángeles y los demonios. Una guerra larga, muy larga de la que los hombres tienen lejanos recuerdos, y que terminó en tiempos del Diluvio.

Sin embargo, no hubo victoria ni derrota. No hubo vencedores ni vencidos, y desde entonces hasta hoy en día, siguen teniendo sus pequeñas batallas por el alma de cada uno de los seres humanos, y el destino del mundo."

"ALAS DE ÁNGEL"

Este no es exactamente un relato de terror, pero lo he colgado aquí igualmente. En este relato cualquier nombre que coincida con un nombre real o hecho es pura casualidad. Los versos del inicio si son versos reales han salido de los Salmos, de la Biblia, y cualquiera puede encontrarlos.

"Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Pues de mensajeros le sirven los vientos,
el fuego llameante, de ministro."

Con esos versos escritos en un libro encontrado en su parroquia, Saúl se enteró como otros antes que él de cuál sería su trabajo en este mundo.

Saúl era párroco de un pueblo castellano, La Torre del Cielo. había sido seminarista en Santiago de Compostela y Salamanca, y había sido ordenado sacerdote, cosa no muy usual, en Roma. Le interesaban profundamente los textos bíblicos y vivió durante cinco años en, como dirían en el medievo y aun muchos hoy en día Tierra Santa. Allí vivió al estilo de Jesús, recorrió sus caminos desde el inicio en Belén hasta llegar al final en Jerusalén; y posteriormente al lugar donde sus discípulos lo vieron por última vez antes de ascender a los cielos. Siguió los pasos de los diversos personajes bíblicos, desde los evangelistas a los profetas, desde Jesús hasta Abraham. pero fue llamado a Roma, y después de tenerlo seis meses entre los libros de la Biblioteca Vaticana fue enviado a España.

A Saúl no le interesaba para nada el poder, y aún pudiendo progresar, desechaba cualquier impulso en ese campo, lo veía como una tentación. Era una persona sensata que no deseaba darse a ver.

Toda su progresión vital y académica fueron las que lo llevaron a aquel pueblo. Allí fue puesto de párroco de un pueblo casi vacío, o eso parecía. Allí vivían ángeles que estaban aprendiendo a actuar como tales. Y ,él, Saúl, había sido elegido para cuidar las almas de las personas vivas y físicas que eran esos ángeles, para buscar a otros ángeles y guiarlo a ese lugar y al encuentro con Dios, pues él los había enviado por alguna razón a este mundo.

Aún era de noche en La torre del Cielo. No hacía viento. El silencio rodeaba la iglesia cuyo patrón era San Miguel. Hacía unas horas que había sido la misa. Saúl se acordó de la joven destinada a ser un ángel que había perdido hacía ya varios años.

Escuchó entonces un murmullo lejano. El cuerpo de Saúl tembló como si sufriese en escalofrío. El murmullo llegaba del oeste, de más allá del océano. Una imagen comenzó a formarse ante él traída por ese murmullo desde algún lugar lejano. En la visión vio una ciudad cerca del mar, en ella pronto apareció una plaza con dos palomas gigantes, o eso le parecieron. Reconoció el vinculo con el ángel que había perdido hacía unos años, con el ángel en el que había pensado momentos antes. Una ráfaga de viento lo cegó, y al reabrir los ojos se encontró caminando por calles con tiendas podres y vendedores ambulantes que ofrecían diversas cosas, desde ropas a alimentos. La mayor parte de los habitantes eran indígenas americanos, no excesivamente altos pero tampoco bajos, que le recordaban a Saúl a los incas, aztecas y mayas que en otra época habían sido los señores del continente americano. Aquellas gentes sonreían mientras él seguía su camino.

Entonces la vio. La joven destinada a convertirse en ángel, la joven mujer que ya era un ángel pero que parecía dispuesta a entregarse a la oscuridad. Vio Saúl como se oscurecían las ropas del nuevo ángel y temió verlo convertirse en demonio. Ese era su mayor miedo. La siguió por varias calles, no sabía si ella lo percibía o no, pero todavía no era capaz de reconocer la ciudad en la que estaba.

La vio orgullosa y solitaria mirando a través de las rejas de un colegio, que debía estar cerca de sus casa, a los niños y niñas jugando. Luego la vio cerca de una especie de polígono industrial y creyó leer un nombre en un rótulo "SIDERPERU", ¿existiría esa empresa? Saúl no lo sabía.

Saúl sintio a otra presencia cerca de la joven, una presencia malvada que se relamía dejando ver su deseo de convertir al ángel. L oque al principio habia sido un murmullo para Saúl, ahora era el rumor de muchas voces. Vio que ya le quedaba poco a la joven para convertirse en un ángel.

Más el tentador mal la perseguía como una oscura sombra. Saúl le cerró el paso a oscuro ser.

La joven entró en una casa, sonriente, mostrando al creador la esencia de su verdadero ser y su alma luchadora, viajera, indemne al final en su lucha. Saúl sabía que había llegado el momento, ahora sabía donde estaba su ángel perdido, en Villa El Salvador, en Lima. Ahora su ángel se convertiría, y él podría verlo. Lo había salvado en el último instante, pero eso Saúl sólo lo intuyó un instante.

Vio como la joven se recostaba en su cama, luego perdía la consciencia, y salía de su cuerpo un primer ser astral. Era este ser una suerte de virgen feliz que a su vez se encogió como rezando. Saúl estaba feliz, un nuevo ángel estaba naciendo, un nuevo ángel para inscribir en el libro. Vio como comenzaban a surgirle las alas, unas bellas alas azules y doradas. Vio como la joven terminaba su transformación y en un último esfuerzo se estiró glorioso y hermosa, con sus largos cabellos castaños y sus alas extendidas.

El ser oscuro aulló vencido. La luz del alma de Saúl lo había detenido. Y había visto como aquella joven a la que creía en sus manos había huido de su tentador poder. Las llamas surgieron a su alrededor y desapareció para no volver a acosar al nuevo ángel.

El ángel flotó en el aire y se acercó a Saúl. Su voz resonó dulce en el silencio. Dijo su nombre, "Mirietel". Después la forma angelical desapareció, y quedó sobre la cama la incosciente forma de la joven. Una joven que ya no era una simple humana, una joven que ahora era un ángel y llegado el momento sería llamada a cumplir su misión como tal. Lágrimas de alegría recorrieron las mejillas de Saúl. Había podido proteger al ángel tal y como había deseado desde un comienzo.

La visión terminó. Saúl inscribió el nombre en el libro. Estaba muy cansado y débil. Pronto comprendió que no podía moverse por el esfuerzo de salvar al ángel. No le asombro: al contrario, le parecía antinatural haberlo hecho con tanta facilidad. Se descubrió rememorando toda su vida hasta que cayó inconsciente ante la imagen de San Miguel, el patrono del pueblo.

Le pareció que el mundo se iba atenuando poco a poco en su mente. Volvío a sentir terror, miedo. De pronto, todo pasó, acto seguido, sus ojos se abrieron desmesuradamente, un brillo dorado lo rodeaba. Él también había cambiado. Miró hacia la imagen del Arcángel Miguel en el retablo, parecía que le sonreía y Saúl asintió.

A la mañana siguiente, cuando llego el sacristán para abrir la iglesia a los fieles. Vio a Saúl inconsciente; le tomó el pulso con mucha atención, era un pulso débil.

Sintió que allí había pasado algo incomprensible. Llamó a una ambulancia, y Saúl fue llevado al hospital mas cercano a la población.

"EL CORSARIO DEL OLVIDO" (El Lobo Blanco CAP.3)

Juan tenía la sensación de que debería estar en otro lugar. Vivía en Santiago de Compostela, pero no era capaz e recordar ni quién era ni como había llegado allí. Había pasado varios meses en el Hospital de Conxo hasta que fue capaz de volver a hablar. Lo habían encontrado en el interior de la Catedral, inconsciente frente al altar mayor. Nadie consiguió saber como llego allí, y Juan tampoco lo recordaba. De su pasado Juan sólo era capaz de recordar un profundo terror y oscuridad, pero nada más.

Se hizo escritor, y sus textos podían ser demasiado realistas, y algunas veces con un realismo tan llenos de magia que se quedaban marcados en la mente de quién los leía.

Tenía extraños sueños, algunas veces oscuros, y él los convertía en grandes relatos e historias que como un nuevo Lovecraft ofrecía a todo el que deseaba leer algo nuevo..

De hecho, el nombre de Juan de Compostela se hizo conocido en los grupos más selectos y extraños. Sus relatos eran increíbles y su trabajo en la Editorial Follas Novas había revitalizado a esta.

Por otro lado, el obispo de Santiago lo había propuesto para pertenecer a la Orden de Santiago. Aún así todos los que lo conocían percibían en él un secreto oculto. Era cierto, pues lo tenía aunque no lo sabía.

Se sobresaltó al escuchar sonar el teléfono. Poca gente lo llamaba y él no sabía a quién llamar. Descolgó e iba a hablar cuando escuchó desde el otro lado unos gritos escalofriantes y agónicos.

Colgó rápidamente. ¿Qué significaba eso? Si era un broma, no era de buen gusto. Se sintió sorprendido al recordar de golpe una cara. La cara de una hermosa joven a la que no podía dar nombre. Sólo recordaba que ella también había gritado.

Una eterna oscuridad, una oscuridad fría como el acero de una espada, asolaba su mente cuando trataba de recordar. La mayor parte de lo que recordaba , de esos flashes, de esas imagenes, lo ponía por escrito. Inexplicablemente le recordaban los terroríficos relatos de H. P. Lovecraft y no se atrevía a mostrárselos a sus jefes para publicarlos. Sólo recordaba algo oscuro, misterioso y maligno a lo que él opuso una fuerte resistencia

Sin embargo, todas las noches al llegar la madrugada el teléfono sonaba. Lo denunció. Cambió de número. Nada sirvió para acabar con esas terroríficas llamadas. Comnezó a tener miedo en la noche.

En maldito teléfono le impedía dormir.

Tampoco se atrevía a salir de casa por la noche. había visto un hombre siguiéndole un atardecer. Desde ese día a las seis estaba encerrado en su casa.

No salía a partir de esa hora.

No hablaba con nadie a partir de esa hora.

A partir de esa hora trabajaba a través de Internet, desde casa.

Se sentía perseguido, acosado.

Casí no podía dormir, pero sí pudo acabar la primera parte de su libro con recuerdos fragmentados. Estaba compuesto de textos tan terrorifícos que hasta a los editores les daba miedo la posibilidad de publicarlos.

"Demasiado reales", decían unos y otros.

Pero Juan seguía viviendo su nocturno tormento.

" PRESENCIA EN LA OSCURIDAD" ( El Lobo Blanco CAP. 2)

Vagamente recordaba su nombre del pasado, Berto o Roberto. Vio castillos de antiguos reyes que eran como él mismo ruinas. No obstante, aún en esas ruinas había vida. Necesitaba volver pero nada sabía de Juan o de Nerea, tampoco sabía nada de la novia de Juan y sólo recordaba fugaces destellos de Sergio.

Sergio había tratado de ayudarlos a través de su hermano. Pero la fatalidad impidió cualquier ayuda, cerrando el paso a quienes intentasen salvar sus almas atormentadas.

Sin embargo, algo lo llamaba otra vez desde Avilés.

Berto se encontraba de pie, mirando por la ventana de su piso en Madrid. Su último recuerdo fue para Nerea. La última vez que la vio no era ella misma, era un monstruo que gritaba obscenidades.

Sacudió la cabeza., tratando de olvidar esa última y siniestra visión de Nerea.

Desde que aquel ser los atacó había recorrido senderos que nadie recorrería ni siquiera de día. Había sobrevivido y se ocultaba en Madrid, en un piso cerca de la Puerta de Guadalajara aunque tenía otros en cada una de las doce puertas de la ciudad. Todos esos pisos eran parte de su herencia y serían la herencia que dejaría a sus descendientes.

Había sobrevivido. Eso era todo. Todavía no podía comprender como había sobrevivido, pero lo había hecho.

Se concentró en observar los matices grises tan particulares de las nubes. La noche sería oscura, fresca. Las calles de Madrid parecía que lo llamaban a partir, a volver a Avilés, peor había decidido no volver jamás allí. Desde aquel ataque sentía como una sombra lo buscaba en la tierra que había abandonado. Debía ser valiente, fuerte. Sin embargo, algunas noches gritaba de terror ante el miedo de sus sueños.

Había sobrevivido gracias a su bondad, peor ahora lo acompañaba un arma de doble filo: la desesperación.

La verdad cuando dormía sentía una extraña sensación. Sentía que volvía a estar en su piso de Avilés y dos hombres vigilaban la entrada de la calle. Dos hombres siniestros, altos como sombras de oscuridad ocultando su rostro. Parecían nacidos del odio, del miedo. Sí, eran los mismo que trataron de convertirlo en uno de ellos y fracasaron.

Era una fría y nauseabunda sensación que surgía muchas noches al acostarse. La sensación que llevaba aquel demonio que convirtió a Nerea en aquella obscenidad de locura. Ahora no podía verla pero todavía la sentía como una presencia detrás de él, una locura que todavía le hacia palidecer.

Se aguantó el miedo, a las siete tenía que ir a la iglesia de San Miguel.

Sólo ahora, después de todo lo sucedido, mientras miraba otra vez por la ventana el cielo gris, se daba cuenta de que esos pequeños detalles de fe eran lo que lo habían salvado de convertirse en un demonio o algo parecido. Iba a la iglesia y rezaba. Rezaba por sus familiares por su padre y su madre, por su hermana, y también por las almas de Juan y Nerea. Una o dos veces al día, intercalaba a las lecciones propias de sus conocimientos académicos, sutiles lecturas de libros arcanos y de ajedrez. Aprendía ejercicios del espíritu y la mente que sospechaba necesarios para vencer a ese ser de pura maldad.

Berto aún era capaz de sentir esa presencia en la oscuridad. Buscándolo. Tratando de atarlo a las tinieblas. Sí, era en tardes como ésta cuando el sol despedía poco a poco el día, oculto tras un manto gris de nubes, cuando necesitaba recuperar fuerzas y mantener su libertad.

Su libertad era merecida. había luchado por ella, la batalla por su alma había concluido, o eso parecía. Ahora debía buscar y salvar a los otros que lo necesitaban.

Berto miraba la tarde inquieto. Entre vencer y decir que has vencido hay una gran diferencia, una diferencia que puede resultar aplastante y mortal.

La tarde pasó, llegó la noche. Se acostó tarde. Sintió como si la oscuridad de la habitación hacia encoger su corazón. La parecía que le podía dar un infarto en cualquier momento.

Con ese miedo se quedó dormido. En la oscura presencia de la noche que lo vigilaba.