domingo, 28 de junio de 2015

TEMPLE

El estado de ánimo de una persona es variable, su humor puede o no ser apacible, ser o no bueno para la persona en si misma o para los que le rodean.

El humor de Juan estaba diluido como la pintura que se usa para pintar un cuadro. Vemos el cuadro, nos olvidamos de la pintura que el pintor, el artista, usa para dar color a su obra. Eso mismo le pasaba a él. Desde hacía tiempo sentía que era invisible para todos los que le rodeaban: familia, amigos… 

Durante mucho tiempo había tratado de usar el tono adecuado para buscar trabajo. Su carácter valiente, fuerte y tranquilo incluso en situaciones difíciles no había sido tenido en cuenta como tampoco habían tenido en cuenta sus conocimientos. Pero su acerado temple estaba comenzando a arder en su interior con una terrible ira. Sentía que las algunos de sus pensamientos se contradecían. Percibía que necesitaba desaparecer totalmente durante el tiempo suficiente para mantener libres de ira sus sentimientos. 

Así el un día de finales de junio de un año cuando el calor de la tarde hacía que todos se mantuvieran  en sus casas y que hasta los pájaros se mantuviesen quietos a la sombra. 

Él salió. 

Fue por zonas más o menos umbrosas con una mochila gris cargada con sus libros favoritos, una libreta, unos bolígrafos…

Llegó a la orilla de un cercano río. Se sentó a leer allí un rato con la esperanza de relajar su cuerpo y su alma con el sonido plácido de las aguas. 

Llevaba una hora allí sentado cerca de un viejo molino en ruinas cuando le pareció ver moverse algo a su derecha. 

Miró hacía allí. No vio nada.

Volvió a su libro, a leer. Escucho un sonido como si alguien pisase fuerte entre la maleza o sobre la alta hierba. 

Volvió a girarse hacía donde procedía el sonido. No había nada por ese lado.

Cuando se decidió a guardar el libro en la mochila e ir a otro sitio. Mientras se ponía de cuclillas vio ante él una sombra frente a una brillante luz. Una luz que no podía reconocer de donde procedía. Instantes después perdió la consciencia.

Tanto él como los objetos que llevaba consigo desaparecieron. 

El misterio de la desaparición de Juan todavía hoy intriga a muchos, y se dice entre los lugareños que es un lugar maldito y que aquellos que pasan a la misma hora de su desaparición, tal día como aquel en que desapareció, muchas veces se desvanecen de su camino y cuando se dan cuenta aparecen a muchos kilómetros de allí. 

Es posible que eso le sucediese a él, y que encontrase lejos de donde hasta el momento de su desaparición había vivido todo aquello que le había faltado hasta ese momento: amistad, amor, trabajo… 

Con todo el misterio de su desaparición todavía hoy intriga a muchos expertos en sucesos vinculados al mundo paranormal y ufológico.

sábado, 27 de junio de 2015

SECRETUS.

La verdad esta hay fuera, en la noche. Y esa era una noche oscura, más de lo habitual, desde Comercial Street miraba Manhattan. Las luces de los rascacielos, las del Empire State, los dos haces de luz que ascendían hacia el cielo como recordatorio perpetuo de que una vez existieron las Torres Gemelas…

La lluvia comenzó a caer golpeando con fuerza contra las ramas de los árboles, los coches, el asfalto.

Un todoterreno rojo se detuvo al otro lado de la calle. Robert Toon se ocultó unos instantes tras las columnas del edificio semicircular que había detrás de él.  Su coche un Citroen C6 estaba aparcado a unos metros, bajo una de las farolas. Observó como un hombre de mediana edad se aproximaba por Dupont Street. Su forma de vestir y caminar no cuadraba con la gente que vivía en esa zona. Parecía más alguien de las zonas ricas de Manhattan que de la zona en la que Robert estaba en ese momento. También observo a un hombre con una sudadera que tapándose con la capucha guiaba un perro marrón, posiblemente un American Staffordshire Terrier. 

La ventanilla del conductor del todoterreno bajo. Robert Toon no pudo ver la cara del conductor. Vio salir el cañón de un arma e instintivamente se agachó. Pego su cuerpo al suelo.

Disparos resonaron en la calle.

Dos hombres y un perro yacían en el suelo.

El acompañante del tirador bajo y arrebato el maletín que llevaba el primero de los hombres que vio caminando Robert.  El conductor dio la vuelta al vehículo, el acompañante se sentó en su asiento y salieron de allí a toda pastilla.

Toon se acercó a los dos hombres abatidos y les tomó el pulso mientras llamaba a la policía. El perro estaba vivo todavía. Oculto en su collar había una memoria USB. Mientras esperaba a la policía Robert copió lo que había dentro a su ordenador portátil. 

Una patrulla llegó al cabo de 20 minutos. Robert Toon contó lo que vio pero como si no hubiese visto lo sucedido con claridad. También les entregó la memoria USB.

Robert revisó el contenido del USB en su domicilio había varios nombre pero el principal era un tal Darik Joonik, junto al nombre un teléfono 718-784-2882. También había referencias a pagos y cobros de varios empresarios de la construcción y políticos. 

Algo le hizo levantarse. Como si alguien le susurrase que mírase por la ventana. Se asomó y pudo ver el todoterreno rojo. Robert cogió la llave del trastero.Subió las tres plantas que le separaban del trastero en silencio con el ordenador bajo el brazo.

Escucho como alguien echaba una puerta abajo. Supuso que sería la de su piso. Entró dentro del trastero y abrió la claraboya salió por ella, entró en el trastero de uno de los vecinos y cerró.

Pronto escucho a alguien en el pasillo de la zona de trasteros. Aguanto la respiración mientras escuchaba como abrían de golpe la puerta de su trastero.

- La claraboya está abierta debe haber huido al otro edificio.
- Si será mejor bajar y vigilar. Tarde o temprano aparecerá. Hay que liquidar…

No llego a escucharle decir nada más. Los dos hombres de pasillo gritaron al tratar de huir por las escaleras como si algo los persiguiese. Luego silencio. Un silencio sepulcral.

Los vecinos llamaron a la policía, cuando esta llego constató que esos hombres habían ido a buscar a Robert Toon, y que algo o alguien los había matado cuando iban a bajar después de mirar si Robert estaba en los trasteros.

¿Qué había sucedido? Ni Robert Toon ni la policía de Nueva York llegaron a tener nunca respuesta.