miércoles, 2 de febrero de 2011

"DESAPARECIDO"

En un tiempo tuve un amigo, Fontana..., Juan Fontana. Es seguro que no lo conocéis. Y yo hace ya muchos años que no lo veo.

Juan era un joven carismático. Nadie parecía poder huir de su capacidad para atraer. Todo él era carisma. Su forma de vestir, sus hábitos, la forma de llevar la cartera siempre atraían a todos y a todas. Las chicas de nuestra edad, pero también alguna mayor o menor, le esperaban a la puerta de la clase para salir con él del instituto.

Más un día despareció. Aún hoy nadie es capaz de asegurar a donde fue de forma clara. Sólo se percibió su ausencia como si una sombra o un vacío ocupase el lugar que él ocupaba normalmente. Las chicas se arremolinaban hablando sombre donde habría ido. Y, durante años he guardado silencio sobre los sucesos de aquellos días.

La cosa empezó un viernes. Al menos, debo confesar el día que fue, el primer viernes de febrero, y parece que terminó al viernes siguiente.

Reconozco que en mi mente hay un punto ligeramente imaginativo. Pero la fantasía puede ser peligrosa. Juan me lo ha dicho medio a regañadientes después de su desaparición. Y, la verdad, le creo, pues volvió cambiado.

Todo comenzó aquel viernes con un juego. Era una suerte de juego de rol en el que debíamos de buscar un tesoro oculto. Había lugares con pistas: la fuente de la Quenlla, el Castro Curbín, la Capilla de la Madanela, la Biblioteca... En un principio fue de lo más normal. Al llegar las ocho nos reunimos en la bilbioteca y quedamos para continuar al día siguiente. pero, al día siguiente, Juan no apareció. Por supuesto, fuimos a buscarlo a su casa, pero sus padres no sabían nada de él desde la tarde del viernes. Se organizaron grupos de búsqueda, se trajeron perros, pero de Juan no había rastro.

¿Dónde estaba? Nadie lo sabía.

Durante siete días Arzúa fue rastreada. Se buscó hasta debajo de las piedras. Más Juan no aparecía.

Llego el viernes por la noche. Todos estábamos preocupados, y las beatas rezaban en la iglesia mientras otros buscaban. Entonces, apareció.

Una pareja de la guardia civil lo encontró desorientado en la estación de autobús de Betanzos. Llamaron a Arzúa y fuero a recogerlo. Durante semanas trataron de que contase que había pasado. Pero él no habló con nadie. Y, llegamos a la conclusión de que nunca explicaría a nadie que había sucedido.

Meses después de aquello se reunió con nosotros. Llego caminando entre la niebla como una sombra, como un alma en pena.

Subimos a la casa de Luis. Allí nos pidió ver los mapas del juego. Los miramos y vimos las cruces. Teníamos todos marcadas todas a excepción de una en Castromil.

- Habéis tenido suerte de no ir allí- nos dijo-. Os hubiese pasado como a mi.
- ¿Qué sucedió?- se atrevió a preguntar Mateo.
- Cuando salimos de la Biblioteca pensé que tenía tiempo de visitar ese último lugar. Fui allí... Sabéis que había una mina romana en Castromil. El lugar era esa mina. Como se estaba haciendo tarde me iba a volver a casa cuando vi una luz que procedía de su interior. Sin embargo, no la alcance en ningún instante. Cuando me quise dar cuenta estaba perdido y desorientado. Sentí que había algo más allí, una gélida presencia. Me asusté y corrí sin saber que dirección seguía. Entonces cuando me iba a dar por vencido vi la luz del Sol. Caminé y salí al exterior. Estaba en una suerte de basurero, en un bosque, pero no cerca de Arzúa. Estaba en un lugar llamado Irixoa. Así desorientado cogí un autobús a Betanzos. El resto de la historia la conocéis.
- ¡Qué extraña experiencia!- dijo Alberto.
- Lo mejor será destruir todos los mapas...- dijo Juan.

Mi mapa yo lo había guardado en un archivador de seguridad. Mentí diciendo que yo lo había tirado a la basura días atrás. Luego, todos destruyeron sus mapas.

Yo olvide el caso hasta que no hace mucho un peregrino me preguntó por la mina romana de Castromil.

Le contesté que ya no existía, que había sido cerrada con toneladas de tierra y piedras.

- Eso a nivel de conservación del patrimonio histórico debería ser denunciado. Pero a nivel de seguridad es mejor así.

Pregunte la razón. Él me respondió:

- Hay lugares que deberían permaneces cerrados. Hay lugares por los que el mal puede llegar. Seguro que algún día me entenderás.

1 comentario:

  1. Un relato bueno, coherente con la idea del terror y del misterio. No es un sobresaliente pero si interesante. Lo mejor es que en él eres capaz de incluir una crítica real de un hecho real: la destrucción de una mina romana en Castromil.
    Es seguro que esto no les va a gustar a los políticos de tu zona y a muchos de tus vecinos, peor constatas dentro del relato de terror ese aspecto real. Creo que podrías escribir algo más extenso basándote en este relato y también describir más detalladamente algunos lugares y algunos momentos de la historia.

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