lunes, 3 de enero de 2011

"EL CAMINO"

" Nunca se paró a pensarlo y al hacerlo ahora, mientras viajaba, una sensación de pena y angustia casi le asfixiaba. Su vida en otro tiempo brillante se había vuelto tétrica y desolada. Para él vivir era ir muriendo día a día, poquito a poco, de forma inexorable.

Tal fue el pensamiento que tenía, mientras recorría los montes, siguiendo el camino, en solitaria meditación. La belleza de los paisajes le encantó, pero la cobardía de los hombres, sumidos en las comodidades, pensando en la huida, extrañándose del atrevimiento de algunos al desafiar las largas distancias del camino. Un camino hacia un destino que no conocerá jamás la suavidad y la vida sino la inquietud.

De este modo llegó un momento en que el viajero concentro toda su fuerza en seguir adelante, confiando en los divinos designios.

Tenía un serio problema, ponerse en camino sin demora. Salir disparado paso a paso, como una hoja arrastrada por el viento. Aún le acechaba el terror al recordar el ruido de la puerta de su casa como si cayese bajo las embestidas de una tormenta. Enfermo, sin fiebre, ni caliente ni frío, con los ojos perdidos en un lejano punto, el viajero prosigue su camino.

A solas continuó un camino sin fin, ya que hasta ahora nadie lo había iniciado como él. Sorprendiendo así a su enemigo, salvando así su alma del oscuro camino que antes había seguido. Su cerebro estaba cansado por la fatiga y los recuerdos, no había dormido en días, porque los tormentos de sus hechos pasados lo acosaban.

Su conversión se produciría lenta e imperceptiblemente. Llegarían a desaparecer del mundo todos, absolutamente todos los que lo habían conocido, pero él seguiría viajando. Siguiendo un camino que lo alejaba de la muerte. Un camino tan misterioso y terrible como la muerte misma. Mientras él sería eterno peregrino en busca de la luz.

Con el alba abandonó la idea de morir. No sentía hambre, como si todo él dejase de sentir esa necesidad. parecía que ya se acercaba a su destino, más allá del valle donde las montañas oscurecían su aspecto, bajo un cielo plomizo. Entes perversos seguían enredándole y retrasando su camino.

Inclinado sobre su cayado, reconocía todo lo que alcanzaba la vista. Una aureola brillante lo envolvió, palideciendo la luz de la luna. Lejos resonaron los lamentos lúgubres de los demonios de su pasado. Repetido de roca en roca, el sonido del destino se acercaba a él como antes millares de guerreros, aventureros, héroes. La parca planeó a su alrededor alzando fétidos vapores de un campo de batalla que se cruza en su camino.

Ahí se pudrirán los cuerpos de las víctimas de la ambición, la gloria del poder sobre oros hombres. Por su parte, no siente ese deseo ahora en su corazón y sí la culpa por su pasado. Entonces, los cadáveres sembrados en torno al camino desaparecen como en un sueño.

Las nubes se estaban acumulando en oscuros grupos, en aquellos instantes, que proyectaban sus sombras sobre el camino. El viajero mira a su alrededor: nadie. Pero lento, inexorablemente, arrastrándose sobre su conciencia, llego un temor para hacerle continuar el camino. no era temor a la muerte, sino a algo sin nombre, algo espantoso y aborrecible.

Inmediatamente se percató de la verdad. Algo había hecho que siguiese aquel camino, como perseguido por un ente perverso.

El camino lo llevaba al límite. Entonces un simple sonido alteró su destino y destruyó su alma, para reconstruirla como algo puro y nuevo.

Llegó al final, ya no podía continuar. Apareció entonces un hombre que parecía un santo. El hombre oteó las proximidades, sonrió al viajero, lo montó en su caballo, y le dijo en un susurro:

- Buen camino, hijo; te llevaré al final del mismo.

Luego los dos desparecieron en un punto lejano del camino, uno en el caballo, agotado, el recién llegado apoyándose en un cayado, a pasos muy lentos."

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