miércoles, 3 de julio de 2013

Calor de Gula

"¿Cuánta gente se cruza con nosotros todos los días? Mucha. En casa nuestra mujer, nuestros hijos, nuestros hermanos y hermanas, nuestros abuelos y nietos. En el edificio en el que residimos los vecinos, la mujer de la limpieza, el hombre del gas o el de la luz, el cartero, el chico que suele llevar la publicidad a nuestro portal, los trabajadores de las oficinas, tiendas y cafeterías que hay en el edificio. En la calle todos esos desconocidos, unos de nuestra población que vemos habitualmente pero con los que no tenemos más trato que si se da el caso un "hola" o un "adiós", o los cientos de turistas que recorren las calles, o el panadero, el carnicero o el tendero de la esquina que hay al final de nuestra calle a dónde solemos ir a comprar de forma habitual.

En realidad, ¿qué sabemos de todos ellos? NADA.

No sabemos nada de nadie y, sin embargo, sabemos los rumores que cuentan de todos de nosotros y de los otros. Es posible que entre toda esa gente haya alguien que nos llamé especialmente la atención. Ese vecino de nuestro edificio o del edificio del otro lado de la calle con el que nos cruzamos cuando vamos a comprar el pan. Sí, quizá en algún momento te ha llamado la atención por su aspecto, su quietud, su perpetuo silencio, por ese aura que tiene que nos perturba. Casi seguro que al cabo de un tiempo lo olvidamos completamente hasta que quizá en algún otro momento nos volvemos a cruzar con él.

Más es posible que él no te olvide. Es posible que bajo esa apariencia de hombre gordo y feliz se encuentre el más peligroso adversario. Una persona que se ha dejado llevar por su Gula. Ese tipo de persona es un  adversario capaz de esperar el momento adecuado para matar. Y, sus víctimas no son personas  cualquiera sino que buscan las víctimas más puras niños y niñas, jovencitas y jovencitos, que todavía miran el mundo con esos ojos que indican que aun no conocen el bien y el mal, con esos ojos que indican que su alma no ha sido tentada todavía. Ese es el tipo de víctima que busca.

Si durante un tiempo la observan mientras en ellos crece el deseo de poseer a esa persona pura, de quebrantar sus alma a la par que su cuerpo. Luego un día se deciden a atacar. Lo hacen cuando está sóla, en el parqué, en le colegio, paseando por su barrio... 

Sólo tiene que esperar.

Ataca, ataca en un lugar donde no haya nadie que le vea actuar o dónde la gente no se percate de lo que sucede. La víctima desaparece. De ese niño o niña,  chica o chico joven no se vuelve a saber nada como si la tierra se lo hubiese tragado.

Más el mal también se cobra sus dones. Cuando esto sucede aquellos que se dejan llevar por la Gula entran en un frenesí ardiente que los lleva a la destrucción.

Entonces, sólo entonces sus víctimas se muestran, volviendo ante aquellos que investigaban sus casos como un macabro descubrimiento de depravación y destrucción."

Tadeus Lazo terminó con esas palabras su exposición en la escuela de preparación de los agentes especiales de delitos violentos. Todos miraron a su alrededor nerviosos. Las palabras habían dejado en ellos un mal sabor de boca que no sabían determinar. Ahora mirarían a todo el mundo como posibles criminales, como posibles mentes perturbadas.

Había alcanzado su objetivo. Hasta sus objetivos de claustro de la academia se preguntaron como un narrador como él podía haber terminado como profesor en el academia de policía de Los Ángeles y no como guionista de alguna serie de éxito de televisión o escritor de misterio. Tadeus era un misterio para todos.

Al cabo de tres semanas Tadeus cumplió 65 años. Dejó de dar clases y ante el asombro de todos desapareció en un velero en el horizonte del Pacífico en dirección a su lugar de descanso y su verdadero hogar.

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