sábado, 24 de marzo de 2012

EL VIAJERO

"Quien no condena el mal, ordena que se haga." Leonardo Da Vinci.

El día 24 de marzo amanecía oscuro, pero eso a él no le importaba. Sólo le importaba él, su propio placer, su imaginación y fantasías... Pero, y si esas fantasías cobrasen vida... Eso nunca le había preocupado hasta ahora.

El monstruo que ocultaba bajo su piel había hablado. Le había mostrado en sueños lo que hoy debía de pasar. Hoy la muerte se lazaría para caminar y destruir la vida.

Sólo había una forma de salvar el mundo. Él debía conseguir abandonarlo. No podía permanecer en la Tierra. En sus manos estaba salvar o destruir a la humanidad. Era imposible que pudiese salir del planeta. Na había forma humana... o si. Mientras caminaba por las afueras de Cardiff miró hacía Marshfield. Ese fin de semana era movido allí. Había una convención de una serie de televisión y la ciudad estaba tomada por ingleses y extranjeros que se habían desplazado hasta allí.

Se adentró por las calles hasta el Cementerio de Cathays. Se comenzó a cruzar con algunos seguidores que llevaban unas camisetas negras específicas para ese día y para esa convención, algunos se habían comprado algunos otros efectos de merchandising. Él sólo se había comprado una camiseta y una postal con la misma imagen de la camiseta. En la postal esperaba conseguir los autógrafos de los actores de la serie que apareciesen por allí. Eso, si tenía suerte.

Así que siguió caminando por Fairoak Road y se dirigió primero hacia la Universidad Metropolitana de Cardiff un lugar que él conocía muy bien. Allí había estudiado Arte y se había especializado en ilustración.

Todavía no había doblado hacía Crwys Road para dirigirse a la universidad cuando algo le llamó la atención. Frente a Hazeldene Avenue se alzaba un mausoleo. La puerta del mausoleo estaba abierta... Una mano asomaba, una mano arrugada, corrupta, una mano que penetró en sus más oscuros miedos. Pero el rostro que aparecío tras ella heló su corazón. Asustado salió corriendo por Maendy en dirección a la Oficina de Policía.

En la puerta de la oficina de policía podía leerse:
" Today is closed. For anything go to the patrol troops from the Millennium Centre."

Rápidamente hizo señas a un taxi. El taxista cogiendo como atajos por calles poco transitadas lo llevó hasta Corporation Road para finalmente llegar al Millenium Centre.

Pero al llegar allí los policías no le hacían caso. Pensaban que era una maniobra para que alguien se colase para ver al personaje principal. La discusión se hacía eterna. Los agentes no eran capaces de entenderle. Entonces vio llegar al coche con los actores de la serie. La primera en bajar del vehículo fue la actriz Karen Gilliam. Salió lentamente, acomodando la ropa y acariciando con sus dedos la curva que hacía si cintura y sus caderas. La vio cerrar los ojos para acostumbrarse a la luz y después comenzar a saludar a los fans que se acercaban y a firmar autógrafos.

Volvió a insistirle al agente. La insistencia se convirtió en discusión. La discusión se alzó como una voz entre la multitud, y llamó la atención de los actores que se acercaron para ver que pasaba.

Matt Smith comenzó a interceder por él, lo mismo sus compañeros de reparto. Inclusive le firmaron la postal aprovechando que trataban de convencer al policía.

Un grito se escuchó. Un grito atroz de terror. Los policías sacaron sus armas reglamentarias.

Él se zafó de las manos del policía que lo sujetaba e instó a los actores a correr con él para ponerse a salvo.

- ¡No es broma!- les dijo-. ¡Seguidme!

Algo les hizo confiar en él. Corrieron hasta un local, un local que ponía "Coffe Mania". Tras ellos los disparos retumbaron. No les disparaban a ellos. Miraron hacía atrás. Se podía contar al menos cien cadáveres caminando hacía ellos.

- ¡Zombies! En la serie... - comienza a decir Matt Smith
- ¡Corre! Cuando nos encontremos en un lugar seguro posiblemente nos expliquen que sucede.

Una vez encerrados le miraron. Como ellos otras veinte personas más que se habían encerrado allí.

En el exterior los zombies atacaban a todos los que encontraban a diestro y siniestro. Los que caían en su manos eran convertidos también en zombies.

- Sólo sé que para que todo esto pase yo tengo que desaparecer. Tengo que dejar el planeta.
- Buff...- dijo Karen, y guiñando un ojo a Matt añade-. Si la TARDIS fuese real le podrías llevar al pasado y enviarlo a la Estación Espacial Internacional.
- Bueno todos sabemos que es ficción. De haberlo sabido antes me hubiese colado en la nave que se envió a la Estación el otro día.

Miraron al exterior los zombies se comenzaban a agolpar en la entrada y comenzaban a empujar. Rápidamente comenzaron a colocar muebles para evitar que entrasen en las puertas del local. Él sintió que debía de proteger a los actores por alguna razón. Sin que los otros se diesen cuenta los escondió en el falso techo.

- No os mováis de aquí. Pase lo que pase no salgáis de aquí.

Pronto los zombies lograron entrar matando a todos. No, a todos no. A él lo cogieron y se lo llevaron. Lo llevaron a aquel mausoleo que vio abrirse. Allí el que parecía el jefe de todos ellos le hizo unos corte en las manos para que manase de ellas sangre, que cogiese un libro y leer unas páginas.

Él perdía mucha sangre mientras hablaba sentía salir de él ese monstruo que tenía dentro. Lo sentía morir. Mientras percibía como el mundo se apagaba a su alrededor. Creía que era su fin...

Era el día 18 de marzo. Sobre la cama de una de las habitaciones del Jolyons él abrió los ojos. Estaba vivo. Debía de haber sido una de las múltiples pesadillas que solía tener. Había volado desde España para cubrir el evento de Doctor Who. Su habitación daba directamente a la entrada del Millenium Centre. Hacía años que no estaba en Cardiff. Desde que había estudiado allí Arte. Ahora era uno de los mejores fotógrafos que tenía la revista "SciFi Series".

Miró por la ventana, catorce árboles en fila de a dos lo recibieron con sus verdes hojas rodeados del cemento de la plaza y del asfalto de la calle, peor nada había anormal. Una chica joven le subió el desayuno. La tez de ella era muy pálida y sus cabellos negros como la noche. Era guapa. Se dijo que después le pediría su número de teléfono.

Miró su mesa. Allí tenía su maletín. Lo abrió en el había un sobre azul con una nota escueta que decía: "Thanks for saving us".






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