La verdad esta hay fuera, en la noche. Y esa era una noche oscura, más de lo habitual, desde Comercial Street miraba Manhattan. Las luces de los rascacielos, las del Empire State, los dos haces de luz que ascendían hacia el cielo como recordatorio perpetuo de que una vez existieron las Torres Gemelas…
La lluvia comenzó a caer golpeando con fuerza contra las ramas de los árboles, los coches, el asfalto.
La lluvia comenzó a caer golpeando con fuerza contra las ramas de los árboles, los coches, el asfalto.
Un todoterreno rojo se detuvo al otro lado de la calle. Robert Toon se ocultó unos instantes tras las columnas del edificio semicircular que había detrás de él. Su coche un Citroen C6 estaba aparcado a unos metros, bajo una de las farolas. Observó como un hombre de mediana edad se aproximaba por Dupont Street. Su forma de vestir y caminar no cuadraba con la gente que vivía en esa zona. Parecía más alguien de las zonas ricas de Manhattan que de la zona en la que Robert estaba en ese momento. También observo a un hombre con una sudadera que tapándose con la capucha guiaba un perro marrón, posiblemente un American Staffordshire Terrier.
La ventanilla del conductor del todoterreno bajo. Robert Toon no pudo ver la cara del conductor. Vio salir el cañón de un arma e instintivamente se agachó. Pego su cuerpo al suelo.
Disparos resonaron en la calle.
Disparos resonaron en la calle.
Dos hombres y un perro yacían en el suelo.
El acompañante del tirador bajo y arrebato el maletín que llevaba el primero de los hombres que vio caminando Robert. El conductor dio la vuelta al vehículo, el acompañante se sentó en su asiento y salieron de allí a toda pastilla.
Toon se acercó a los dos hombres abatidos y les tomó el pulso mientras llamaba a la policía. El perro estaba vivo todavía. Oculto en su collar había una memoria USB. Mientras esperaba a la policía Robert copió lo que había dentro a su ordenador portátil.
Una patrulla llegó al cabo de 20 minutos. Robert Toon contó lo que vio pero como si no hubiese visto lo sucedido con claridad. También les entregó la memoria USB.
Robert revisó el contenido del USB en su domicilio había varios nombre pero el principal era un tal Darik Joonik, junto al nombre un teléfono 718-784-2882. También había referencias a pagos y cobros de varios empresarios de la construcción y políticos.
Algo le hizo levantarse. Como si alguien le susurrase que mírase por la ventana. Se asomó y pudo ver el todoterreno rojo. Robert cogió la llave del trastero.Subió las tres plantas que le separaban del trastero en silencio con el ordenador bajo el brazo.
Escucho como alguien echaba una puerta abajo. Supuso que sería la de su piso. Entró dentro del trastero y abrió la claraboya salió por ella, entró en el trastero de uno de los vecinos y cerró.
Pronto escucho a alguien en el pasillo de la zona de trasteros. Aguanto la respiración mientras escuchaba como abrían de golpe la puerta de su trastero.
- La claraboya está abierta debe haber huido al otro edificio.
- Si será mejor bajar y vigilar. Tarde o temprano aparecerá. Hay que liquidar…
No llego a escucharle decir nada más. Los dos hombres de pasillo gritaron al tratar de huir por las escaleras como si algo los persiguiese. Luego silencio. Un silencio sepulcral.
Los vecinos llamaron a la policía, cuando esta llego constató que esos hombres habían ido a buscar a Robert Toon, y que algo o alguien los había matado cuando iban a bajar después de mirar si Robert estaba en los trasteros.
¿Qué había sucedido? Ni Robert Toon ni la policía de Nueva York llegaron a tener nunca respuesta.
Escucho como alguien echaba una puerta abajo. Supuso que sería la de su piso. Entró dentro del trastero y abrió la claraboya salió por ella, entró en el trastero de uno de los vecinos y cerró.
Pronto escucho a alguien en el pasillo de la zona de trasteros. Aguanto la respiración mientras escuchaba como abrían de golpe la puerta de su trastero.
- La claraboya está abierta debe haber huido al otro edificio.
- Si será mejor bajar y vigilar. Tarde o temprano aparecerá. Hay que liquidar…
No llego a escucharle decir nada más. Los dos hombres de pasillo gritaron al tratar de huir por las escaleras como si algo los persiguiese. Luego silencio. Un silencio sepulcral.
Los vecinos llamaron a la policía, cuando esta llego constató que esos hombres habían ido a buscar a Robert Toon, y que algo o alguien los había matado cuando iban a bajar después de mirar si Robert estaba en los trasteros.
¿Qué había sucedido? Ni Robert Toon ni la policía de Nueva York llegaron a tener nunca respuesta.
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