(Relato dedicado a los autores de dos mangas que me han llamado la atención City Hunter y Death Note. Esta historia es una ficción inventada basada en las dos obras.)
Los trenes y el metro circulaban haciendo sonar de vez en cuando su bocina cada cierto tiempo. Sobre todo cada vez que llegaban a alguna de las paradas que tenían por la ciudad de Tokyo. Ryo Saeba había salido a pasear mientras pensaba en aquellas cosas que nunca había tenido como tal. Todo su pasado se lo había inventado a los largo de los años y sencillamente como era muy bueno en lo que hacía todos habían dado por sentado que era cierto.
Cuando había estado con los Makimura siempre se había sentido en familia. Había querído a Hideyuki como a un hermano mayor. Su muerte había sido un mazazo duro y había respondido en igual magnitud. No lo había hecho pese a lo que pudiese haber parecido sólo por Kaori. ¿Que sentía por Kaori? ¿La quería como a una hermana pequeña o había algo más? No lo sabía decir. Sólo sabía que Kaori era muy importante en su corazón y que su muerte lo volvería otra vez alguien frío y solitario.
Mirando atrás se dio cuenta de que toda su vida había sido una gran máscara en ciertos aspectos. Había creado una historia para su vida y la había dado a conocer tiempo atrás y sólo Falcón tenía conciencia de que tal vez todo lo que se sabía de él no era cierto.
Durante bastantes años Ryo vivió sólo. Primero, mientras estuvo fuera de Japón por varios paises de Asia siendo niño. Eso fue hasta que Falcón lo encontró por primera vez. Le abrió un mundo de posibilidades para su habilidad innata.
Después cuando llegó a Japón volvió a caer en la soledad. En la habitación desordenada con comida, libros, revistas, periódicos tirados por doquier y sin una limpieza clara. Moviéndose por los bajos fondos y haciendo pequeños trabajos y manteniendo un perfil bajo tal y como Falcón le había aconsejado la última vez que lo vio. Su vida en el pasado iba flotando entra las sombras hasta un día en que mientras descansaba tirado en el suelo de la habitación que servía de comedor sonó el timbre. La policía de Tokyo llamaba a su puerta. Dos bellas policías se presentaron ante él e insistieron en que debía ir con ellas a la Comisaria. Eran bellas y él como un caballero no se negó. No podía en realidad. Nada más abrir la puerta unas esposas rodearon sus muñecas. Podría habérselas sacado pero estaba tan aburrido que decidió ver en que daba aquello
Entre unas cosas y otras fue de esa forma como conoció a Hideyuki Makimura. Por dos bellas policías. Ambos se hicieron muy buenos amigos, y la perspectiva de vida de Ryo cambió.
Los Makimura… Desde la muerte de Hideyuki había protegido con todas sus fuerzas a Kaori se lo había prometido y había decidido cumplirlo. La protegería con su vida si hiciese falta. Eran familia. La familia que nunca había tenido. La familia que nunca conoció de niño en campos de entrenamiento y lugares inhóspitos. Ellos eran su familia y la ciudad de Tokyo su hogar.
Había salido a pensar pues desde hacía un tiempo había algo que lo inquietaba. Muchos criminales, incluidos algunos que él conocía bien habían muerto. Había interrogado a Saeko pero la inspectora Nogami sólo dijo que el tema estaba siendo investigado por una unidad especial internacional y que ella no tenía acceso. Por lo visto era algo tremendamente peligroso.
Mientras iba paseando una bella joven salio de una casa corriendo y se enganchó de su brazo.
- ¡Me dejas ira a vivir contigo!
- ¿En serio?¿Te vienes a mi casa? - dijo pensando en que diría Kaori si apareciese con la chica, casi se lo imaginaba.
- ¡Si, es que no tengo a donde ir!
En ese momento un joven pasó a su lado y se la llevó tan rápido como era él disparando con su revolver.
- ¡Buff! De bueno me he librado. Llego con ella a casa sin ser una cliente y Kaori me cuelga por la ventana.
(Continuará...)