Richard observaba la espalda de la gente mientras rezaban el rosario. Respiraba siguiendo el ritmo de las oraciones. Necesitaba recuperar la calma en la época de exámenes y la cadencia de las plegarias era perfecta para ello. Durante estos últimos meses en la universidad de Alberta había sentido que los estudios eran como fantasmales peregrinos que lo acosaban.
El rosario acabo. La gente se fue marchando, y la iglesia de Jesucristo quedó vacía, silenciosa. Parecía esperar algo.
Entonces apareció ella. Rubia, ojos azules, acento de algún país del este de Europa. Se miraron un instante, hablaron un momento; y, en ese corto espacio de tiempo, supo que jamás la olvidaría. no sabía hasta que punto no podría olvidarla.
El nombre de aquella joven era Malwin Malwald, y era polaca. Eso Richard no lo sabría hasta algo de tiempo después.
Richard salió de la iglesia tiempo después de que ella saliese. Tenía que ir a hablar a un programa de radio junto a dos conocidos suyos. En realidad, si ellos supiesen mirar hubiesen percibido un sutil cambio en él.
Abrió la puerta y salió a la calle. Llovía.
Recorrió un par de manzanas y entró al edificio donde estaba el estudio de radio. Durante casi una hora hablaron de cine, de libros, de música, y de algunos otros temas diversos. Al cabo de dos horas salió del edificio.
Caminó por las desiertas calles hasta el ornamentado edificio de granito lleno de estatuas y relieves en el que vivía. Subió las escaleras de la entrada. Abrió la puerta. Y, se dirigió al ascensor para subir al piso en el que estaba viviendo.
Nada más entrar en el piso uno de los compañeros del mismo se había caracterizado de corsario, o, quizás, de mosquetero con su bigote y barba, con su pelo largo y su sombrero plumeado bajo el que llevaba un pañuelo.
- ¡Hola! - dijo Richard-. A ver si te decides que ser.
Su compañero le señaló con la espada.
- Tienes razón. No sé si ir de pirata o mosquetero, ¿tú que harías?
- ¡Yo! Iría con una mezcla de los dos, pero no puedo ir. Mañana tengo el examen final del curso que he venido ha hacer aquí.
- Debes divertirte más y olvidar los exámenes. No sé que has venido ha hacer aquí además de estudiar, parece como si huyeses de algo.
- No te preocupes. No estoy huyendo de nada. Pasado mañana podré divertirme tanto como el resto de vosotros. Ya te habrás dado cuenta que me encantan los disfraces.
Tras esa respuesta entró en su habitación. Una habitación en la que sólo se ve un escritorio, unas baldas y una silla a la vista. En el armario empotrado mantenía guardados un colchón, un saco de dormir, una mochila de viaje y sus ropas. Cogió un libro de la balda más cercana al escritorio. Es su libro favorito "Las Memorias de Sherlock Holmes", es su forma de liberar la mente antes de comenzar a estudiar. Siempre le ha ayudado a pensar con claridad.
Comenzó a leer el primero de los relatos, y una vez liberada la mente de las tensiones del día cambia a la lectura de los apuntes.
Vestido con un chandal azul y un termo con té caliente a su lado Richard estudia durante horas hasta que se queda dormido.
Un ruido lo despertó de pronto, por la mañana. El sonido de sirenas que llega a sus oídos. Algo malo ha pasado en el norte de la ciudad.
Fue a lavarse la cara al baño, su amigo todavía no había retornado de la fiesta, y terminó de arreglarse, Recogió sus cosas y se fue a la universidad.
Richard había estudiado Historia en Inglaterra, pero aprovechando que daban unos cursos interesantes de Historia en la Universidad de Alberta, viajó a Canadá y se apuntó también en la facultad de Literatura.
Cuando llegó a la facultad había un revuelo de comentarios sobre el suceso de aquella noche. Lo único en claro que había escuchado fue que una joven había aparecido degollada, o algo así.
La realidad era más terrible.
Una vez dentro del aula se hizo el silencio. Les repartieron las hojas con las preguntas del examen. Preguntas tipo test, en la primera parte, y preguntas de desarrollar en la segunda de las partes.
Durante tres largas horas exprimió su cerebro para rendir al máximo. Cuando, finalmente, entrego su examen le dolía la cabeza. Salió de allí y se fue directo a la biblioteca. Necesitaba paz y ahora allí no estaría nadie.
En el parque de Henrietta Louise Edwards la escena del crimen estaba rodeada por el precinto. Los investigadores de la Policía de Edmonton seguían investigando desde que el cuerpo de la joven fue encontrado en la parte más oculta del parque.
El cuerpo lo había localizado un hombre que paseaba a su perro.
Estaba claro a simple vista que la joven había sido degollada. Estaba vestida y no había indicios de abuso sexual. Para el jefe de policía el caso ya tenía todo el aspecto de un caso que no se pod´ria resolver, ya había visto tres casos semejantes y todavía estaban sin resolver.
Eso parecía que sería hasta que unos de los agente encontró un pequeño papel. Un detalle insignificante, la hoja de horario de una de la iglesias de Edmonton la Iglesia de Jesucristo...
- ¿Qué es eso?- dijo el detective Heok.
- Un horario - respondió el agente-, un horario de misas de la iglesia que está en Connors Road NW con el parque Idylwylde.
- Esperaremos el informe final del forense -dijo Heok-. ¿Vendrá Beattle o algún otro?¿Tardará mucho en venir?
- Sí, viene un Beattle, Norman Beattle. Está aparcando el coche -informó un agente.
- ¿Familia de Owen Beattle?
- No, creo que no. Viene de Nueva York.
- Bueno, ya lo conoceremos. Mientras quiero que un par de detectives o agentes vayan a esa iglesia y pregunten. A lo mejor alguien ha visto a la joven el día de autos.
Mientras hablaban el forense ya se había aproximado al cuerpo de la joven. Lo observó detenidamente y, después de hacer las comprobaciones correspondientes, temperatura y "rigor mortis", se volvió e hizo una seña al detective Heok.
- A falta de la autopsia completa la joven murió ayer entre las ultimas horas de la tarde y las primeras horas de la noche.
- Algo es algo. Espero que pueda darnos algo más concreto con la autopsia hecha.
- Yo también los espero. Lo que me extraña es la mirada que tiene. No es propia de la gente que ha sido degollada. He visto otros casos y los ojos no tenían esta expresión...
Heok hizo una señal y dos de sus hombres se alejaron hacía uno de los coches mientras se despedía del forense.
Los dos hombres se montaron en el Ford y se dirigieron a la iglesia. Abría de 9 de la mañana a 9 de la noche. Era la única pista que tenían, pero no prometía mucho.
Cinco minutos después aparcaban el coche frente a la iglesia.
- Mormones -dijo Jones-. No creo que hablen con nosotros.
- Contigo seguro que no, pero sí conmigo.
- ¿Qué te hace a ti mejor, Poirot?
- Que mis abuelos paternos son mormones.
- Pero, ¿tú no eres católico?
- He dicho mis abuelos. No yo. Mi padre se hizo católico para casarse con mi madre, pero no hemos perdido contacto con mis abuelos.
- Entonces te dejaré actuar.
Esperaron discretamente a que terminasen su oficio religioso, y el detective Poirot se acercó al que lo presidía.
-Disculpe, sé que ya han terminado y necesito hablarle a su congregación . Es por su seguridad, soy el nieto de Eliah Poirot.
- Si un nieto de Eliah tiene algo que decirnos. Debe ser importante.
- Gracias- respondió-. Señoras y señores. Necesito ayuda de su congregación. Se ha cometido un asesinato...
Se oyeron varias exclamaciones. Continuó:
- Sabemos que la joven estuvo en esta iglesia poco antes de morir. Una hermosa joven alta, rubia, ojos claros y extranjera. Si la vieron o tienen alguna información agradecería que nos la dieran. Esperaremos en el exterior. Le dan aviso al hermano que preside y él nos avisará y hablaremos en un lugar discreto que dispongan.
Terminadas esas palabras realizó una discreta señal a su compañero. Dio las gracias y salió al exterior a esperar.
Mientras esperaban entablaron una conversación sobre formas y costumbres. La verdad era que tan pocos datos complicaba extraordinariamente la investigación. Un profundo pesimismo los embargaba. La apariencia del caso era la de un túnel lóbrego formado por inquietantes y misteriosas formas.
No transcurrió mucho tiempo antes de que saliese el pastor o hermano que presidía la congregación. No había ninguna duda que alguien tenía información, pero no podían saber si se la iban a dar por miedo o por alguna otra razón.
- El encargado del templo desea hablar con ustedes.
Los detectives volvieron a entrar en la iglesia, ahora vacía.
- A ver que información nos da. De momento, no sabemos nada, y cada testigo puede saber algo relevante.
Se acercaron al encargado.
- ¿Qué nos puede decir de la joven?
- Quizá sea una cosa sin importancia. Se trata de que desde hace algún tiempo viene con autorización de toda nuestra congregación un grupo de católicos a esta iglesia a rezar por las tardes...
-¿No tienen otras iglesías católicas en la ciudad?
- Sí, las hay, pero es gente de este barrio que no puede desplazarse todos los días a esas iglesias que les quedan lejos. El caso es que hay un joven universitario que puede saber algo. Me he acordado de él cuando describieron a la joven. Salía yo de uno de los salones a la entrada cuando lo ví hablando con una joven que coincidía con su descripción. La vi marcharse. Unos diez minutos después se fue él.
- ¿Sabe eñ nombre de ese joven o describirlo?
El encargado lo miró y frunció el entrecejo.
- No... No sé como se llama... Lleva lentes, gafas quiero decir, es alto, metro ochenta, más o menos... y usa habitualmente sombrero de color marrón. Aunque cuando hablaba con la chica no lo llevaba.
-Algún detalle más.
- No sé . No llama excesivamente la atención, pero recuerda a un aventurero por su forma de vestir y comportarse.
- ¿Cómo sabe que es universitario?
- Suele llevar una mochila gris oscura Reebock, y una carpeta con el escudo de la universidad.
- Bien, creo que es suficiente. Les dejo estas tarjetas por si usted u cualquier otra persona tanto de su congregación o de ese grupo de católicos sabe algo o recuerda algún detalle que nos pueda interesar.
Los dos detectives desandaron el camino al coche y se dirigieron a la comisaria. Sabían que seguramente el detective Heok, jefe de su grupo de investigación, ya estaría allí.
Mientras tanto Richard volvía a su domicilio. Había estado paseando por la zona más antigua y deshabitada de Edmonton y no sabía que la policía podía estar buscándole. No había cometido ningún delito y tenía la conciencia tranquila. Vivía en aquel piso con otro estudiante, los dueños vivían en el piso superior del edificio, pero ni ellos ni los dueños podían quejarse. Subió por las escaleras que desprendían olor a humedad. Sacó sus llaves. Las metió en la cerradura y entró en la penumbra del piso.
Encendió la luz de su habitación, daba al patio, y se puso a organizar sus apuntes para digitalizarlos y guardarlos en su servidor. Así cuando volviese a Cardiff podría imprimirlos y ponerlos en baldas en el piso que tenía allí. Ya estaba terminando cuando escuchó la voz de su compañero.
- Richard, ¿eres tú? ¿Quién anda ahí?
- Sí, soy yo, ¿quién querías que anduviese por el piso?
- ¡Ah, bien! ¿Vienes luego de excursión?
- Depende del tiempo que dure la misma...
- Durará un par de días.
Richard dudó, sabía que pronto tendría que dejar Canadá. Así que respondió.
- Sí, iré contigo y con los otros. ¡Hay que divertirse!
Se despidieron. Y, entonces, allí, entre sus papeles lo vio. Era un plano de un castillo, con las iniciales E.D.C. y una serie de letras y cifras...
- J2LM OJLOM2 4O54J3N3, ¿qué pueden significar esto?
"Un forense tiene que dejar a un lado su humanidad- decía el profesor de la facultad del joven Beatle-. Para analizar las pruebas que puede aportar el cuerpo, debe comportarse como un robot. No dejarse llevar si no abandonarse a lo que observas y sacar datos científicos para dar un resultado verídico y coherente con los hechos. Lo entendéis, ¿verdad?" Resonaban esas palabras en la mente de Beatle en este instante mientras hacía la autopsia.
- Entender es lo que nos diferencia de las bestias - murmuró como si hablase con su profesor.
Se centró en el cuerpo de la joven. Era evidente que a la joven la habían degollado que eso parecía la causa de la muerte y no esperaba nada más profundo.
Comenzó a cortar para la autopsia. Antes de llegar ha hacer ningún análisis, antes de poder decir nada. El joven Beatle se puso pálido.
No se movió. Impresionado sostenía el bisturí en la mano.
- ¡Dios mío! ¿Quién te ha hecho esto?
El silencio se hizo en la sala de autopsias más profundo que nunca.
Dejó el bisturí en la bandeja. Salió corriendo, abrió la puerta del despacho, cogió el teléfono y llamo a la comisaría de policía.
Media hora después de la llamada Beatle guió al detective Heok hasta el lugar dónde permanecía el cuerpo de la joven.
- Recuerdo que percibí algo raro en su mirada- dijo el forense-; aún no he realizado análisis de drogas u otras sustancias, pero he descubierto algo que me ha hecho ver desde otro ángulo la causa de la muerte.
- ¿Qué has encontrado?
- Al abrir para ver el contenido del estomago, he descubierto que degollarla fue un acto de piedad para con ella.
Heok no termino de comprender lo que el forense quería decirle, pero lo vio más claro cuando este alzó la sábana que cubría el cuerpo.
- Como puedes ver garganta, esófago y estómago están muy dañados. La razón de ello es que le hicieron tragar algo que produjo esos daños. Hicieron que trágase plomo líquido.
- Plomo líquido -dijo el detective-. No existe ese tipo de plomo, o al menos no de forma que pueda ser tragado por alguien.
El forense le miro y añadió inmediatamente.
- Sí que lo hay, exactamente el plomo que tu piensas, si calientas lo suficiente el plomo normal... Así que la joven hubiese muerto aunque no le hubiesen cortado el cuello.
- Beatle, me gustaría saber que tipo de plomo es, saber de dónde procede y saber si le suministraron algo a ella para dejarse hacer eso.
- Lo analizaré y te diré algo más.
- Obtengas lo que obtengas llámame al móvil mío y envía inmediatamente una copia de la autopsia a comisaría. La cotejaremos allí por si hay más casos semejantes... Tengo miedo de que haya un asesino en serie suelto.
La belleza, luz de los bosques del oeste de Canadá rodeaba a Richard, el lugar era uno de los parques nacionales de dicho país, el Parque Nacional Jasper. Estaba disfrutando.
Caminaban a través de un sendero. Ven unas huellas.
- Hay lobos cerca. Las huellas son frescas...
- Creo que si los hay nosotros tendríamos un problema, ¿verdad, John?- dijo Richard.
- Cierto no podríamos volver para la fiesta de mañana.
Doug W. Williams se sentía aburrido en el horario de noche de la comisaría. Se levantaba de la silla para estirar las piernas cuando el teléfono sonó. Descolgó, atendió la llamada y escribió un nombre en un papel que tenía a mano.
- ¿Podría repetirme el nombre? Se lo agradecería. ¿Richard Cainn o Richard Cairn?
Rápidamente se puso en contacto con le detective Heok y redactó un informe para entregar al capitán.
- ¿Richard Cainn o Cairn? no doy entendido tu letra en este borrador...- inquirió el detective Presley compañero de Poirot-. Es el nombre del universitario, ¿no?
- Sí, terminan de llamar de la Universidad. Al parecer es inglés pero hasta dentro de unas horas cuando abran no tendremos su dirección, la secretaria nos la podrá dar entonces.
- ¡Te llamaron a estas horas! No es normal ello.
- Es el bedel o el vigilante nocturno. Ha llamado a esta hora porque la descripción coincide con un joven que estudia en la facultad en la que él está normalmente. Él lo conoce pues lo ha visto en la biblioteca estudiando en horario nocturno con una autorización del rector.
- Me imagino que el Jefe, que Heok, querrá hablar con los de administración y con le rector.
- Sí. Seguro. Le parecera interesante saber más de ese ingles. Nosotros podemos buscar si aparece en las bases de la Interpol, en las redes nacionales y también en las de Estados Unidos.
- Pongámonos a ello. Puede que encontremos algo antes de que llegué Heok.
Media hora después...
El detective Heok, jefe de sy grupo, llegó a la comisaría. Miraba los papeles sobre su mesa. Este crimen poseía algo que lo inquietaba. Recordó la llamada de Williams, ese hombre tenía el don de lo inesperado.
- ¿No ha habido ninguna novedad desde el nombre?
- Poca cosa, hemos contactado con Interpol, y otras agencias policiales, incluyendo a nuestros vecinos de Estados Unidos. Para todos ellos el joven está limpio.
- Sin embargo, yo si he obtenido algunos datos -siguió Presley-. He localizadovarios registros en Internet con ese nombre. El primero es irrelevante pues se refiere al actor Christopher Mitchum. Los siguientes por orden son: un hombre con ese nombre localizado en Bodman Cornwall, Reino Unido; un pasajero que viajó a la isla Ellis en el "Orca"; dos entradas una en Amhorst, y otra en Massachusstes; y, por último, un profesor de Historia Americana que colabora con los Servicios de Educación de Cardiff.
- Una curiosidad el de Bodman murió en la "horca", y el de Liverpool, viajó en el "Orca". No le parece extrañamente raro.
- Continuad. De momento me ofrecéis algunos datos confusos. Esperemos a tener la dirección de ese joven para ir a interrogarlo.
Y mientras se alejaba añadió...
- Decid a los de secretaria que yo mismo iré allí que quiero una copia de su expediente académico y hablar con el rector.
Hizo una leve inclinación de cabeza y se marchó al parking a por su coche.
Richard y sus amigos se despidieron de aquellos parajes; y a pesar de su deseo de volver a la civilización, Richar se alejaba triste, pues los osnidos de los bosques son un milagro no menos maravilloso que el Sol o las estrellas.
Se montaron en el coche y alcanzaron la carretera que los llevaría de regreso a Edmonton. Atrás quedaba la soledad del bosque.
Como todo tiene un fin, incluso las mejores cosas, llegó el momento de entrar en Edmonton, donde todos ellos estudiaban y la universidad oteaba las mentes de todos los que finalizaban curso.
- ¿Sabéis qué?- dijo Richard.
- ¿Qué? preguntó John.
- Me siento como Bilbo al volver de su aventura en "El Hobbit".
- No sé como se sentiría , no he leído ese libro, lo sabré cuando hagan la película- dijo John.
- Antes de que os pongáis filosóficos os recuerdo que esta noche hay fiesta en la discoteca Hudsons, al otro lado del Río.
En un lugar del norte de Edmonton, Arthur M. Izar observaba las noticias. No había novedades del crimen cometido. Sacó de su bolsillo una bola de cristal e hizo sonar una campanilla.
Dos minutos después un hombre que recordaba a los Haradrim de "El Señor de los Anillos" o incluso a un djin del desierto por su mirada entró en la habitación.
- ¿Qué noticias hay?
- Los hermanos de Malta preguntan si hemos recuperado el objeto.
- Ninguna novedad.
- Me han llegado informes de que tres cazadoras del grupo Hypparcos han entrado en Canadá.
- Algún vínculo con la muerte de la "ladrona".
- Primero, si me lo permite. Ella no era una ladrona. El objeto le pertenecía por derecho y si ha designado un heredero ahora pertenecerá a este. Segundo, la policía está haciendo un gran trabajo con los mismos datos que tenemos nosotros.
- Pero, ¿hasta dónde han llegado?
- Descubrieron que estuvo en una iglesia. Una iglesia próxima a dónde la capturamos, pero una iglesia mormona. No creo que lo haya dejado allí.
- ¿Y?
- Sabemos que habló con un joven cuando salía, pero nuestro informador sólo nos ha pasado una nota con un nombre "R. Cainn" como posible nombre de ese joven.
- Bien, buscadlo y traedlo ante mí.
Tres coches BMW serie M recorrían las calles de Edmonton. No eran nada, Apenas unos BMW azules más entre los otros coches. El atardecer caía y las gentes de la ciudad se preparaban para cenar y las horas siguientes de descanso.
Los coches eran conducidos por tres mujeres cuyo aspecto mostraba claramente un origen germano. Lentamente llegaron a la entrada del North Edmonton Inn and Suites Hotel.
Al parecer, las tres pertenecían a la misma empresa, pues tanto sus coches como sus vestiduras eran iguales y las tres tenían habitaciones encargadas.
Les tendieron el registro para firmar. Sus firmas fueron extrañas, pues no firmaron con sus nombres. En su lugar pusieron Zubeneschamali, Zubenelgenubi y Zubenelakrab. Eran de la empresa Hypparcos y procedían de Chicago, auqnue habían seguido tres recorridos distintos para llegar allí.
Recogieron las llaves de sus habitaciones, fueron a una mesa, cenaron y se fueron a dormir.
Pertenecían al mismo grupo empresarial que la joven asesinada. Por ella estaban allí.
Un silencio sepulcral se mantenía en torno a ellas. Pese a su apariencia sencilla eran las mejores en su trabajo, eran capaces de dominar la roca a pesar de su debilidad.
Eran cazadoras, temidas por sus enemigos y respetadas por sus amigos. Hacía mucho que no se habían visto obligadas a salir a los caminos para acudir a una llamada.
Sus compañeros las llamaban Las Parcas.
Richard sabía como eran las fiestas. Sabía que estaría despierto hasta muy tarde o al día siguiente. Cuando había llegado al piso vio el rostro preocupado de un amigo.
- Rick, debemos hablar...
Le había seguido a su piso y allí le preguntó:
- ¿Has cometido algún delito?
- No, al menos que yo sepa - había sido la respuesta de Richard en ese momento.
- Anda con ojo. La policia quiere hablar contigo.
Richard no olvidó el aviso y recogió sus cosas. Luego se preparó para la fiesta.
Cruzaron el río caminando por las calles oscuras. Había callejones; algunos parecían agradables pero todos eran peligrosos.
John miró el GPS del móvil, su cabeza se movía de un lado para otro buscando el letrero de la calle.
- ¡Allí está!- Exclamó al ver el lugar al que se dirigían.
Podían escuchar el sonido de la música en su interior; y, en el ambiente había el aroma de la comida que solían poner allí.
Nunca olvidaría como al entrar sonó la música como nunca y muchos compañeros que estaban en las mesas le rodearon.
- ¡Bueno! - dijo uno de ellos-. Aquí tenemos al genio del año... ¿Cómo lo habrá hecho?
- ¡Maravilla increible! Lo hizo estudiando - fue la respuesta de su compañero de piso.
La fiesta parecía que sería larga y sin nada reseñable.
Richard escuchaba la música. La sentía como algo vibrante bajo lo que se escuchaban los murmullos de los allí reunidos. Unos bailaban, otros comían algo en las mesas, algunos hablaban y todos se divertían.
Se mantuvo quieto como una estatua, observando como un cazador los sonidos que rodeaban en busca del peligro o la pieza a cazar. Sentía que algo desentonaba en ese momento. No sabía que hacer y se apoyó en la barra mientras se tomaba un refresco.
- ¿Richard? ¿Richard Cairn?
Richard se giró y se encontró con el detective Heok.
- Supongo que tú eres Richard Cairn, ¿dónde podemos hablar discretamente?- dijo mostrándole como un relámpago su placa.
-Podemos ir a çonde prefiera. La fiesta me aburre. Auqnue me gustaría avisar a mi compañero de piso de que salgo si no le importa.
- No hay problema en ello.
Dio el aviso a su compañero de piso que se encontraba en una de las mesas con varias chicas en ese momento. Luego se dirigió con Heok a la puerta. Diez minutos después estaban en la comisaría.
- No parecías alegre en la fiesta - dijo Heok-. ¿Algo que te preocupe?
- Estaba aburrido, pero ahora ya no tengo preocupaciones ni aburrimiento.
- Bueno, será mejor ir al grano- dijo Heok sentándose.
- Puede preguntar...
- Por lo que sé no vives muy bien- comenzó, pues ya había visto la habitación de Cairn antes de ir hasta el local dónde tenía lugar la fiesta-. Eres muy austero...
- Cierto, no necesito grandes cosas. Lo importante está aquí- respondió Richard dándose un golpecito en la sien.
- Es posible...- dijo Heok encogiendo los hombros-. Me han dicho que eres muy inteligente. En el tiempo que llevas aquí has hecho un Master en Historia Americana y la carrera de Literatura. Así que ya supondrás que no quiero hablar contigo de ello -pues sobre eso ya había hablado con el rector de la Universidad.
- Creo que es por lo de la joven asesinada...
- Así es.
Puso ante Richard una foto de la joven.
- Era bella, del este de Europa, quizá de Bulgaria, Hungría o Rumanía... No recuerdo el país que me dijo.
- Así que hablaste con ella.
- Sí, con ella hablé. Estuvo sacando algunas fotos en la iglesia de Jesucristo, aunque me dio la sensación que era una tapadera... Me preguntó dónde había una estación de bus o una parada. Le entregué uno de esos mapas que dan en la Universidad, yo no lo necesito ahora. Me dio las gracias y se marcho.
- ¿No habrás salido junto a ella de allí?
- No, yo me fui unos veinte minutos después. Tenía que grabar un programa de radio con unos amigos. Además, me fastidió tener que andar porque llovía.
- ¿Alguien que te haya visto?
- No sabría decir. No pensé que necesitase una coartada.
- ¡Umm! Será mejor que no dejes la ciudad...
- No tenía pensado salir de Canadá aún...
- ¡Ah! Una última pregunta...- dijo rápido Heok-. Tu haces el mismo recorrido todosl os días desde esa iglesia a tu domicilio, ¿verdad?
- Si, siempre, a la misma hora, aunque más que desde esa iglesia habría que decir desde que salgo de la Universidad.
- ¿Viste el día del asesinato o días antes algo fuera de lo normal?
- Bueno, vi a un hombre de unos cincuenta años, traje marrón oscuro, casi negro, ojos oscuros... Sombrero de ala ancha a lo gánster y cierto aspecto de jugador de póquer...
- ¿ Por qué le llamó la atención?- preguntó Heok mirando ansioso a Richard.
- Me dio la sensación que en él había algo fuera de lugar. Parecía que se escabullía mientras parecía seguir a alguien. ¡Diablos! Pensé que sería un mentecato haciendo de detective privado o uno realmente malo que no sabía hacer bien su trabajo.
- ¿Le seguía a usted o a otra persona?
- A mí no, pero no ha podido ver a quién seguía.
- Gracias. Lo dicho. No deje la ciudad sin avisar.
- No lo haré. ha sido una experiencia interesante esta. La recordaré en la primera novela policiaca que escriba.
Los nombres de las tres integrantes de Hypparcos sólo eran conocidos por tres personas, David Baker y su esposa, Sue, y por Jake Donaldson. Los Baker era de Chicago aunque procedían de Inglaterra, de Londres. Ellos habían adoptado a las tres mujeres cuando sólo eran unas niñas. Sólo Jake Donaldson, un erudito del grupo Hypparcos conocería el nombre de ellas cuando acudió a la llamada de los Baker, viejos amigos suyos de cuando vivió en Londres al llegar de Dinamarca. ¿Por qué el secreto de sus nombres? Un policía de Cardiff había tenido conocimiento de este por azar al descubrir a Gerundus Steenhuis y Ann Bosma siguiendo su pista de estos. pero él nunca supo su nombres.
A decir verdad Nicole Dora, Meike Kleinbach y Katharina Nahir habían conseguido durante años huir de sus perseguidores. Jake Donaldson les había enseñado de forma especial astronomía y ellas usaban para sus rutas los caminos que las estrellas les marcaban. Ahora usaban tres IPod con el programa Astro 3D para elegir el camino ha su destino, que no siempre era la misma ruta para cada una de ellas.
- Hermanas, la policía ha contactado con la Interpol por el caso que nos interesa. Han dado un nombre para buscar- dijo Nicole.
- ¿Cuál?- fue la pregunta de Meike.
- Richard Cairn- fue la respuesta.
- Seguro que no es Cainn- añadió Katharina-. He visto un registro con ese apellido en la red.
- Seguro, es Cairn. Es un joven galés.
- Tendremos que hablar con él... ¿Qué le ha dicho a la policía?- pregunto Meike.
- Nada relevante. Aquí tiene la copia que he bajado de la Intranet de la policía de Canadá.
- No han descubierto nada nuevo. Ella se perdió entre la iglesia y el parque dónde apareció muerta. Habra que investigarlo también.
En ese mismo momento un hombre acudía a la comisaría. Su nombre John J. Pond.
Era un hombre de mediana edad, aseado, de aspecto familiar. Actualmente trabajaba en un almacén de la ciudad. Había visto el retrato de la joven fallecida en las noticias y le costó ir hasta allí. En gran parte debido a su propio pasado y recuerdos.
El agente que lo atendió lo conocía de toda la vida. Eran del mismo barrio.
- ¿No te habrás vuelto a meter en líos ilegales?.
- Solía hacerlo antes. El aprendizaje de la calle que te hacía convertirte en policia o en delincuente, no veíamos el termino medio, a la gente trabajadora. Pero no he venido aquí por eso, he venido por esa joven que apareció asesinada.
- Ven, sígueme. Un detective hablará contigo. Ya sabes como funciona esto.
Un cuarto de hora después un detective panzudo lo llevó a un sala de interrogatorio.
- Señor Pond... ¿nos hemos visto antes?
- Podría ser, he tenido una vida ajetreada.
- Bien, ¿qué me puede decir sobre la chica?.
- No se si usted viaja alguna vez en bus...
- Si, suelo hacerlo- dijo el detective condescendiente.
- Yo vi esa tarde subir al bus en el que yo viajaba a la joven, pero no se la veía tranquila.
- ¿Cómo puedo saber si es la misma joven asesinada?
- Venía de la parte occidental así que supongo que había salido de la Universidad.
- ¿Qué le hace pensar eso?
- Llevaba una guía en las manos de las que usan los estudiantes de este Universidad, una de esas guías con mapa.
El detective asintió. Luego tomo nota.
- Cuénteme entonces... Creo que será de ayuda.
- Ella subió al bus y había pagado billete en Mill Woods TC hasta la Central de Autobuses en Jasper Ave NW con 100 St. NW...
- Sí, sé donde está la Central de Jasper.
- Cómo le iba diciendo, ella no estaba tranquila, parecía nerviosa por algo, en algunos momentos temblaba agarrado a la barra como si unos temblores la sacudiesen desde su interior. Recuerdo que un joven que viajaba en el autobus le pregunto si se encontraba bien pero ella le hizo una seña con la mano de que no pasaba nada.
- ¿Qué hizo usted? ¿Cómo sabe cuál era su destino?
- Yo coloqué mi mochila con la ropa de trabajo sobre mis piernas, y le señalé el asiento libre. Lo agradeció y se sentó un par de minutos. No fue mucho más, pues recuerdo que se levantó de improviso, con prisa, y el billete se le cayó en el asiento. Fue hasta dónde el conductor y en 95 Street & Connors Road se bajó corriendo del bus.
Metió la mano en el bolsillo interior, sacó la cartera y le entregó un billete de bus al detective. Este lo recogió con cuidado para no dejar huellas y lo metió en una bolsita de pruebas.
- ¿Cómo era el joven que habló con ella?
- Estatura media, ropas holgadas y pelo rapado o cortado al uno. ¡Ah! Sus ropas eran claras casi blancas, como las de algunos deportistas o algunos raperos.
- ¿Lo conoce?
- Sólo lo he visto alguna vez en el bus, pero no sé su nombre. Me pasa como con otros viajeros coincidimos pero no solemos hablar, cada uno va a lo suyo, yo habitualmente voy leyendo el periódico.
- ¿Cuándo ella bajo lo hizo alguien más?
- Creo recordar que sí, bajó un joven alto, delgado, de ultimo año de instituto o primero de universidad que llevaba una mochila creo que azul o algún color similar. Fue en la misma dirección que ella. Creo que el que habló con ella conocía a este bajó allí...
- ¿Qué le hace pensar eso, que se conocían?
- Me pareció que le entregaba algo y hablaban.
- Gracias por la información. Si espera unos instantes le pasaremos un documetno que corroboré su declaración.
- Mire. No voy a firmar nada. No quiero problemas. Yo ya les he dado la información que tenía. Sólo espero que eso les ayude.
Cuando terminó de hablar se levantó. Salió a la entraday cogió un taxi que le pagó el policía que el conocía.
El detective se quedó mirando la declaración. Había datos nuevos que mostraban que Richard Cairn, el sospechoso actual, no era el culpable del crimen. Iba a tener que informar a Heok, y ese detective medio indio le atemorizaba.
En ese momento Richard Cairn extendió los mapas y los miró detenidamente. Su parte de historiador y arqueólogo había despertado. De pronto comprendió que aquellos mapas tenían que ver con la muerte de aquella joven y eso era peligroso.
- El plano estoy seguro que es del Eileann Donan Castle, pero esas cifras y letras... No hay duda de que se refieren a algo oculto. Pero aun considerando eso, el Eileann esta al otro lado del Atlántico. Nadie que no fuese de ese lugar o estudiase ese castillo estaría familiarizado con esto, incluso gente que vive allí y trabaja en él puede que desconozca esto que aparece en estos mapas.
Luego de consultar su base de datos y sus apuntes sobre castillos y construcciones medievales que tenía guardados en el servidor bajo otro nombre, se levantó del asiento en el que había permanecido.
- Recuerdo ese castillo muy bien, así como sus alrededores. Y sé que en las visitas que se hacen es difícil ocultar algo en su interior. Pero esas cifras y letras, ¿no indicaran una entrada secreta? Sí, estoy seguro de que indican un pasadizo secreto que ha permanecido oculto a todos los estudiosos y gentes de la zona.
Comenzó a pasear por la habitación.
- La otras posibilidad es que haya otro castillo igual. Y, si vino con estos planos a Canadá o está en este país o en alguno de los estados del norte de Estados Unidos.
Esa línea de pensamiento hizo que decidiese ir a la Biblioteca al día siguiente y desaparecer a pesar de lo dicho por la policía.
Mientras yacía metido en su saco de dormir podía pensar libremente. Estaba cansado y no muy feliz pero tras poner unos cascos en los oídos se quedo dormido escuchando música.
Izar colocó el periódico encima del escritorio, se levantó y paseó de un lado a otro mirando por la ventana pensando en los errores que se podía cometer y los que no se podían comentar.
No era capaz de decidir si castigar o no a sus investigadores. Descubrir de golpe un error en una letra del nombre no había sido nada divertido ni para él ni para sus superiores en la Orden, la razón era que podía estar siguiendo a la persona equivocada u otra peor.
Tras unos instantes, Arthur M. Izar se relajo y miró al investigador que se había equivocado. Él mismo había acudido en persona para corregir el error en su labor. Era justo que no lo castigase pues le había traído nuevos datos, y datos correctos.
- Entiendo. Veo que para corregirlo has trabajado muchas horas. Durante unos días tómatelo con calma, en tres días me has conseguido los datos de trabajo de campo de un mes. ¡Ojalá todos mis subordinados actuasen así, sobre todo si no hubiese fallos por medio!
- Gracias, señor- el joven investigador se había tranquilizado. A él no lo castigaría.
La cara de Izar mostró paz, pero como el joven vio la fría mirada que posó sobre el otro hombre que había allí sitió un gran terror. No lo mostró por si acaso.
- Bien, bien, bien...-dijo Izar como si fuese el susurro de una serpiente mientras cruzaba las manos a su espalda- ¿porqué no cumpliste mi orden?
- Lo hice, señor. Pero verá, es que alguien se metió en medio y...- comenzó a decir, pero no llegó a terminar una pistola surgió en la mano de Izar y le disparó. Un disparó sin sonido que sorprendió a todos los presentes.
- Llévense y dejen el cuerpo en algún sitio de forma que parezca un crimen común. Pero que sea lejos de aquí. No me gustan lo errores.
- A propósito, no necesito más de ti. Descansa, busca alguna chica por ahí, y no me falles otra vez, trabaja como esta vez y llegarás lejos, sino... te podría pasar como a él.
Heok cogió el informe y añadió los datos en la pizarra.
Miró el mapa de paradas y estaciones de autobus. No sabía por cuál comenzar, o sí... El ticket decía a donde se dirigía. Usaría a los policías de calle para saber si la había visto alguien alguna vez.
Se giró, descolgó el teléfono y llamó a su capitán.
Hablaron durante dos horas. En varios momentos estuvo cerca de protestar ante lo que le decía su superior.
Heok acababa de darse cuenta. Alguien había accedido a los datos de la investigación guardados en el servidor desde I.P.s ajenas a la comisaría.
- Quiero a varios agentes en el entorno de esta estación-dijo escribiendo el nombre en la pizarra-, y en las paradas cercanas. Es necesario para avanzar saber quién era y de dóde era la joven asesinada.
- Entonces, trabajo de calle, ¿no?- dijo una de los detectives más experimentados.
Heok asintió.
- Todos iremos, yo mismo me incluyo. Habrá que patear las calles.
Los agentes y los detectives salieron rápidamente con la foto de la joven.
Mientras Heok pensaba en la declaración del señor Pond cogió su chaqueta. Había decidido ir a la Central de autobuses dónde debería haber bajado la joven muerta en un comienzo.
El caso le preocupaba. Había decidido que haría todo lo posible por atrapar al asesino, lo había tomado como una cuestión personala. Además estaba esa intrusión en el servidor y ese sentimiento que tenía de que alguién más seguía la investigación que estaban haciendo.
Las Parcas se dividieron para investigar. Cada una recorrería una zona de Edmonton aquel día frío y neblinoso. Caminaban suavemente, con los teléfonos en las manos preparándolos para manos libres, y la espalda recta como modelos en un desfile.
Así fue como las vieron salir los empleados del Hotel.
Veinte minutos después Zubeneschamali llamó a la puerta del piso en el que según los informes de la policía vivía Richard Cairn. John abrió la puerta y ante él apareció la muejr más hermosa que podía recordar.
Se quedo como una estatua contemplándola. Hasta que ella dijo:
- Este es el piso de Richard Cairn, ¿verdad?
John se recupero y la invitó a pasar.
- En realidad no es de Rick, pero si vive aquí conmigo, ¿Quién eres?
- Bueno, soy una... investigadora. Me llaman Zubeneschamali, aunque mis amigos me llaman Mali.
Mientras John la invitaba a sentarse, ella estudió el piso. Era un buen piso, pero no un hogar. Luego dijo:
- Quiero hablar con él de un asunto, o quizá sepa usted algo que él le haya contado...
- No, ¡que va! No sé nada salvo lo poco que él quiere contar. Ha salido y no sé cuando volverá.
- ¿Cómo es eso?
- Bueno, en realidad me he fijado que cuando se centra en algo es como un sabueso, por eso digo que no sé a que hora volverá, puede volver dentro de cinco minutos como puede llegar mañana o pasado.
- ¿Crees entonces que puede tener algo en mente?
- ¡Pues no lo sé! Es posible, creo que estuvo mirando unos mapas...
- ¡De qué?
- No lo sé, posiblemente de algo de sus estudios pues parecía sorprendido. De todas formas Dan y yo se lo comentamos al otro investigador.
- ¿Qué otro?
- Uno de Ontario, de Hamilton creo que dijo que era...
Mali parpadeó, eso era un sorpresa, como si esas palabras guardasen una sospecha. Durante un instante le costó pensar con claridad.
- ¿Qué nombre le dio?
- John, John Valrulfo, o algo parecido.
Mali se puso de pie y le dió a marcación rápida.
- ¿Tiene Richard Cairn algún email de contacto?
- Sí, ahora se lo digo...¡Aquí está! lopj@cbn.net.
- Gracias, dígale cuando le vea q enviaré un mail para acordar una reunión informal.
Zubenelgenubi mientras estaba investigando por la Universidad. Repasó la lista de lecturas de Cairn en la Biblioteca: Milton, Tolkien, Chesterton, Whitman, Poe, Doyle, Lovecraft... ¿Qué buscaba con esas lecturas? ¿No serían una tapadera para otro tipo de investigación?
De golpe recibió la llamada por Skype de Mali. Hablaron rápidamente.
Ahora tenía la certeza de que esas lecturas eran la tapadera de algo. Ahora tenía la seguridad de ello.
La tercera de ellas se infiltró en la comisaría. Iba a mirar de forma muy rápida que era lo que habían descubierto pero que no aparecía todavía en los informes subidos a la Intranet.
En la mesa de Heok, cerca del ordenador, había un bloc de notas. Sobre él un bolígrafo se mantenía colocado, un bolígrafo negro y dorado. Seguramente el jefe de la investigación tenía allí sus notas.
Así era. Memorizó todo y lo dejó tal y como estaba. Al menos fue lo que pensó.
Había novedades...
De día o de noche, el lago y las tierras que rodeaban Tower Hill, en algún lugar al norte de Alberta, hacían que a la mente de Anna le recordasen los paisajes de algunas novelas.
Conecto el viejo walkman de su hermano para seguidamente sacar de una mochila una libreta con notas e ilustraciones del castillo. En ella incluso se agitaban descripciones e ilustraciones de las gentes que en algún momento habían ido allí; pero, sobre todo, que llamaron su atención. Anna estaba sentada en su coche escribiendo. No sabía aún que tipo de historia sería la que narraría en su blog esta vez.
Su cabello era castaño, ni rubia ni morena, de treinta y cuatro años, con una extraña belleza entre eslava y mediterránea, y, una mirada que recordaba a los misteriosos habitantes de Transilvania.
Vio salir al dueño del castillo, a Arthur M. Izar, y un escalofrío de horror la recorrió.
Lo observó. Estaba claro de que aquel hombre era un depredador, que no se detendría ante nada, su mirada lo decía así.
Se dio cuenta de que el hombre miró al puente. Anna siguió su mirada y vio un negro coche saliendo del castillo. El coche se detuvo cerca y el dueño del castillo le dio al conductor varias ordenes.
El coche era como el que se llevo a su hermana un año antes.
Anna jamás volvió a saber de ella.
Ver ese coche la aterrorizó. Decidió que se marcharía a su alojamiento y durante unos días se mantendría sin acercarse en su trabajo del restaurante.
El oscuro coche hizo sonar su motor y desapareció tras una curva de la carretara que iba hasta allí.
En ese momento, sin embargo, Anna estaba preocupada. Ver ese coche le trajo recuerdos perdidos en su memoria. Ella estaba presente cuando su hermana desapareció.
El dueño del castillo la miró y una expresión extraña cubrió el rostro de Anna. La expresión de sus antepasados. Arthur M. Izar reconoció esa expresión, él la había visto antes, cuando luchó en la guerra en la antigua Yugoslavia. Y, si también en el rostro de otra persona que en ese instante él no era capaz de recordar.
Anna se miró las manos nerviosa. Arrancó el coche y se alejó de allí. Decidió que no volvería allí. No se fijo al alejarse en como aquel hombre, en como Izar, asintio lentamente como alejando un recuerdo.
Después del tiempo que llevaba allí, Richard había aprendido a ocultarse en los lugares más insospechados para estudiar y trabajar. Realmente podría haber sido un gran agente secreto pero nunca deseo serlo.
Buscaba esos lugares porque al principio no se acostumbraba a Edmonton. Lo que más le molestaba era el frío aire. Siempre estudiando, preparándose para ser lo que anhelaba ser. Nunca deseó que su parte amante del crimen y del misterio apareciese, pero ese crimen la despertó.
Como estudiante de la Universidad tenía acceso a todas la bibliotecas públicas de Edmonton. Eso le venía bien pues sabía a que biblioteca ir en cada momento. Ahora estaba en la esquina más oculta de la biblioteca de la Universidad, el único lugar de ella al que nunca iba nadie.
Colocó el mapa sobre la mesa y sobre él puso los otros dos como en un montaje, y estudió las cifras que había escritas en ellos. Cogió su teléfono y llamó a la Oficina de Turismo de Alberta.
Llamaba para saber si había castillos en esa región de Canadá.
- Oficina de Turismo de Alberta, ¿dígame?- dijo la voz de una joven.
- Buenas. Me gustaría saber si me podrían confirmar una información.
- En lo que pueda le ayudaremos.
- Un amigo me ha hablado de castillos en Canadá, quiero saber si realmente los hay y las localizaciones para ir a visitarlos si es posible.
- Le buscaré esa información. Si espera un instante...
- Vale. Esperaré.
Al cabo de cinco minutos.
- No he visto castillos como tales, pero si hay mansiones de aire medieval. Es posible que alguna tenga esa apariencia pero no tengo en este momento fotos de ellas para asegurárselo. Tendría que ir usted. En cuanto a los nombres y localizaciones se los puedo enviar por mail.
Richard se lo dio. Al cabo de un cuarto de hora tenían la lista de mansiones.
Mientras copiaba lo básico, se le ocurrió que era posible que no encontrase nada. No estaba seguro de si esta investigación de los mapas le llevaría o no a algo.
Heok C. Crewyellow se alejó de la ventana de la comisaría, había decidido que sería el último en salir.
Sabía como mantenerse en el perfecto equilibrio entre las sombras y la luz dando a su aspecto una aire mágico. Hacía apenas un par de horas había vuelto a la comisaría. Un revisor de la Central de Autobuses le había dicho que esa joven solía dejar y recoger cosas en una de las taquillas. Llamó por teléfono a su capitán y este solicitó una orden al juez Jonson para abrir la taquilla.
Ahora en la mesa de Heok tenía dos mochilas. En una de ellas había un diario, o algo parecido, y libros sobre edificios antiguos de Escocia. Tenía marcadas las páginas de tres castillos. En la otra mochila había varios objetos de los que se usan en escabaciones arqueológicas.
- ¿Qué puede significar esto?. Le pregunto a uno de sus compañeros.
- No lo sé. Pero a lo mejor la respuesta está en donde vivía ella.
Volvió a su mesa y abrió el diario. Comenzaba en un idioma incomprensible para él, después se turnaba entre francés e inglés. No sabía que idioma sería con le que lo había iniciado. Buscaría en Google algunas de las palabras quizá averiguase que idioma era.
El agente Henkel de origen polaco entró en ese momento.
- ¿Vas a viajar a Polonia?
Heok lo miró sin comprender.
- ¿Qué me dices?
- Nunca te había visto con libros en polaco, y pensé que ibas a viajar allí.
Heok lo miró, se frotó la barbilla y le dijo:
- Dado que tu eres de origen polaco podrías traducirme esto. Es parte de la investigación que llevo y no sé que pone ahí.
Henkel sonrió mientras tomó la libreta. Y empezó a leer. Heok esperó largo rato, mirando por la ventana, ovbservando de vez en cuando como el joven agente escribía en varios folios.
Al final se acercó a la mesa y se inclinó hacia delante para leer que escribía el otro.
En Edmonton, Alberta, hacía frío en ese momento, y Meike se frotó las manos antes de entrar en el hotel.
Era una experta en rastrear a gente en la red, de seguirla y encontrarla. había comenzado a rastrear a Richard Cairn para tratar de ubicarlo sobre el mapa. Sólo necesitaba que respondiese o le diese a eliminar el mail que le habían enviado . A partir de ese instante podría ubicar su ordenador y su teléfono móvil. Después de patear calles y de estar varias horas frente al ordenador salir a tomar el fresco le ayudaba a mantener la calma.
Cuando volvió a la habitación la pantalla del ordenador emitía un aviso.
Meike se sentó y pulso una tecla. Se abrió una página con el escudo de la policía canadiense y un mapa parecido al de Google. En un punto parpadeaba un punto rojo, pulso con le ratón sobre él y surgió la foto del pasaporte de Richard.
-Tócado y hundido- dijo en voz alta.
Tomó un sorbo de vino tinto y avisó a sus compañeras.
-¿Cuánto tiempo crees que estará ahí?
-No lo sé. Está en el edificio, pero es difícil saber donde. Podemos pasar toda la noche buscándolo y no encontrarlo.
- Oh, no es cierto eso. Se supone que si ampliamos la imagen al menos sabremos la zona en la que se encuentra.
-¡Hazlo!
Meike lo hizo.
(CONTINUARÁ...)
Tras esa respuesta entró en su habitación. Una habitación en la que sólo se ve un escritorio, unas baldas y una silla a la vista. En el armario empotrado mantenía guardados un colchón, un saco de dormir, una mochila de viaje y sus ropas. Cogió un libro de la balda más cercana al escritorio. Es su libro favorito "Las Memorias de Sherlock Holmes", es su forma de liberar la mente antes de comenzar a estudiar. Siempre le ha ayudado a pensar con claridad.
Comenzó a leer el primero de los relatos, y una vez liberada la mente de las tensiones del día cambia a la lectura de los apuntes.
Vestido con un chandal azul y un termo con té caliente a su lado Richard estudia durante horas hasta que se queda dormido.
Un ruido lo despertó de pronto, por la mañana. El sonido de sirenas que llega a sus oídos. Algo malo ha pasado en el norte de la ciudad.
Fue a lavarse la cara al baño, su amigo todavía no había retornado de la fiesta, y terminó de arreglarse, Recogió sus cosas y se fue a la universidad.
Richard había estudiado Historia en Inglaterra, pero aprovechando que daban unos cursos interesantes de Historia en la Universidad de Alberta, viajó a Canadá y se apuntó también en la facultad de Literatura.
Cuando llegó a la facultad había un revuelo de comentarios sobre el suceso de aquella noche. Lo único en claro que había escuchado fue que una joven había aparecido degollada, o algo así.
La realidad era más terrible.
Una vez dentro del aula se hizo el silencio. Les repartieron las hojas con las preguntas del examen. Preguntas tipo test, en la primera parte, y preguntas de desarrollar en la segunda de las partes.
Durante tres largas horas exprimió su cerebro para rendir al máximo. Cuando, finalmente, entrego su examen le dolía la cabeza. Salió de allí y se fue directo a la biblioteca. Necesitaba paz y ahora allí no estaría nadie.
En el parque de Henrietta Louise Edwards la escena del crimen estaba rodeada por el precinto. Los investigadores de la Policía de Edmonton seguían investigando desde que el cuerpo de la joven fue encontrado en la parte más oculta del parque.
El cuerpo lo había localizado un hombre que paseaba a su perro.
Estaba claro a simple vista que la joven había sido degollada. Estaba vestida y no había indicios de abuso sexual. Para el jefe de policía el caso ya tenía todo el aspecto de un caso que no se pod´ria resolver, ya había visto tres casos semejantes y todavía estaban sin resolver.
Eso parecía que sería hasta que unos de los agente encontró un pequeño papel. Un detalle insignificante, la hoja de horario de una de la iglesias de Edmonton la Iglesia de Jesucristo...
- ¿Qué es eso?- dijo el detective Heok.
- Un horario - respondió el agente-, un horario de misas de la iglesia que está en Connors Road NW con el parque Idylwylde.
- Esperaremos el informe final del forense -dijo Heok-. ¿Vendrá Beattle o algún otro?¿Tardará mucho en venir?
- Sí, viene un Beattle, Norman Beattle. Está aparcando el coche -informó un agente.
- ¿Familia de Owen Beattle?
- No, creo que no. Viene de Nueva York.
- Bueno, ya lo conoceremos. Mientras quiero que un par de detectives o agentes vayan a esa iglesia y pregunten. A lo mejor alguien ha visto a la joven el día de autos.
Mientras hablaban el forense ya se había aproximado al cuerpo de la joven. Lo observó detenidamente y, después de hacer las comprobaciones correspondientes, temperatura y "rigor mortis", se volvió e hizo una seña al detective Heok.
- A falta de la autopsia completa la joven murió ayer entre las ultimas horas de la tarde y las primeras horas de la noche.
- Algo es algo. Espero que pueda darnos algo más concreto con la autopsia hecha.
- Yo también los espero. Lo que me extraña es la mirada que tiene. No es propia de la gente que ha sido degollada. He visto otros casos y los ojos no tenían esta expresión...
Heok hizo una señal y dos de sus hombres se alejaron hacía uno de los coches mientras se despedía del forense.
Los dos hombres se montaron en el Ford y se dirigieron a la iglesia. Abría de 9 de la mañana a 9 de la noche. Era la única pista que tenían, pero no prometía mucho.
Cinco minutos después aparcaban el coche frente a la iglesia.
- Mormones -dijo Jones-. No creo que hablen con nosotros.
- Contigo seguro que no, pero sí conmigo.
- ¿Qué te hace a ti mejor, Poirot?
- Que mis abuelos paternos son mormones.
- Pero, ¿tú no eres católico?
- He dicho mis abuelos. No yo. Mi padre se hizo católico para casarse con mi madre, pero no hemos perdido contacto con mis abuelos.
- Entonces te dejaré actuar.
Esperaron discretamente a que terminasen su oficio religioso, y el detective Poirot se acercó al que lo presidía.
-Disculpe, sé que ya han terminado y necesito hablarle a su congregación . Es por su seguridad, soy el nieto de Eliah Poirot.
- Si un nieto de Eliah tiene algo que decirnos. Debe ser importante.
- Gracias- respondió-. Señoras y señores. Necesito ayuda de su congregación. Se ha cometido un asesinato...
Se oyeron varias exclamaciones. Continuó:
- Sabemos que la joven estuvo en esta iglesia poco antes de morir. Una hermosa joven alta, rubia, ojos claros y extranjera. Si la vieron o tienen alguna información agradecería que nos la dieran. Esperaremos en el exterior. Le dan aviso al hermano que preside y él nos avisará y hablaremos en un lugar discreto que dispongan.
Terminadas esas palabras realizó una discreta señal a su compañero. Dio las gracias y salió al exterior a esperar.
Mientras esperaban entablaron una conversación sobre formas y costumbres. La verdad era que tan pocos datos complicaba extraordinariamente la investigación. Un profundo pesimismo los embargaba. La apariencia del caso era la de un túnel lóbrego formado por inquietantes y misteriosas formas.
No transcurrió mucho tiempo antes de que saliese el pastor o hermano que presidía la congregación. No había ninguna duda que alguien tenía información, pero no podían saber si se la iban a dar por miedo o por alguna otra razón.
- El encargado del templo desea hablar con ustedes.
Los detectives volvieron a entrar en la iglesia, ahora vacía.
- A ver que información nos da. De momento, no sabemos nada, y cada testigo puede saber algo relevante.
Se acercaron al encargado.
- ¿Qué nos puede decir de la joven?
- Quizá sea una cosa sin importancia. Se trata de que desde hace algún tiempo viene con autorización de toda nuestra congregación un grupo de católicos a esta iglesia a rezar por las tardes...
-¿No tienen otras iglesías católicas en la ciudad?
- Sí, las hay, pero es gente de este barrio que no puede desplazarse todos los días a esas iglesias que les quedan lejos. El caso es que hay un joven universitario que puede saber algo. Me he acordado de él cuando describieron a la joven. Salía yo de uno de los salones a la entrada cuando lo ví hablando con una joven que coincidía con su descripción. La vi marcharse. Unos diez minutos después se fue él.
- ¿Sabe eñ nombre de ese joven o describirlo?
El encargado lo miró y frunció el entrecejo.
- No... No sé como se llama... Lleva lentes, gafas quiero decir, es alto, metro ochenta, más o menos... y usa habitualmente sombrero de color marrón. Aunque cuando hablaba con la chica no lo llevaba.
-Algún detalle más.
- No sé . No llama excesivamente la atención, pero recuerda a un aventurero por su forma de vestir y comportarse.
- ¿Cómo sabe que es universitario?
- Suele llevar una mochila gris oscura Reebock, y una carpeta con el escudo de la universidad.
- Bien, creo que es suficiente. Les dejo estas tarjetas por si usted u cualquier otra persona tanto de su congregación o de ese grupo de católicos sabe algo o recuerda algún detalle que nos pueda interesar.
Los dos detectives desandaron el camino al coche y se dirigieron a la comisaria. Sabían que seguramente el detective Heok, jefe de su grupo de investigación, ya estaría allí.
Mientras tanto Richard volvía a su domicilio. Había estado paseando por la zona más antigua y deshabitada de Edmonton y no sabía que la policía podía estar buscándole. No había cometido ningún delito y tenía la conciencia tranquila. Vivía en aquel piso con otro estudiante, los dueños vivían en el piso superior del edificio, pero ni ellos ni los dueños podían quejarse. Subió por las escaleras que desprendían olor a humedad. Sacó sus llaves. Las metió en la cerradura y entró en la penumbra del piso.
Encendió la luz de su habitación, daba al patio, y se puso a organizar sus apuntes para digitalizarlos y guardarlos en su servidor. Así cuando volviese a Cardiff podría imprimirlos y ponerlos en baldas en el piso que tenía allí. Ya estaba terminando cuando escuchó la voz de su compañero.
- Richard, ¿eres tú? ¿Quién anda ahí?
- Sí, soy yo, ¿quién querías que anduviese por el piso?
- ¡Ah, bien! ¿Vienes luego de excursión?
- Depende del tiempo que dure la misma...
- Durará un par de días.
Richard dudó, sabía que pronto tendría que dejar Canadá. Así que respondió.
- Sí, iré contigo y con los otros. ¡Hay que divertirse!
Se despidieron. Y, entonces, allí, entre sus papeles lo vio. Era un plano de un castillo, con las iniciales E.D.C. y una serie de letras y cifras...
- J2LM OJLOM2 4O54J3N3, ¿qué pueden significar esto?
"Un forense tiene que dejar a un lado su humanidad- decía el profesor de la facultad del joven Beatle-. Para analizar las pruebas que puede aportar el cuerpo, debe comportarse como un robot. No dejarse llevar si no abandonarse a lo que observas y sacar datos científicos para dar un resultado verídico y coherente con los hechos. Lo entendéis, ¿verdad?" Resonaban esas palabras en la mente de Beatle en este instante mientras hacía la autopsia.
- Entender es lo que nos diferencia de las bestias - murmuró como si hablase con su profesor.
Se centró en el cuerpo de la joven. Era evidente que a la joven la habían degollado que eso parecía la causa de la muerte y no esperaba nada más profundo.
Comenzó a cortar para la autopsia. Antes de llegar ha hacer ningún análisis, antes de poder decir nada. El joven Beatle se puso pálido.
No se movió. Impresionado sostenía el bisturí en la mano.
- ¡Dios mío! ¿Quién te ha hecho esto?
El silencio se hizo en la sala de autopsias más profundo que nunca.
Dejó el bisturí en la bandeja. Salió corriendo, abrió la puerta del despacho, cogió el teléfono y llamo a la comisaría de policía.
Media hora después de la llamada Beatle guió al detective Heok hasta el lugar dónde permanecía el cuerpo de la joven.
- Recuerdo que percibí algo raro en su mirada- dijo el forense-; aún no he realizado análisis de drogas u otras sustancias, pero he descubierto algo que me ha hecho ver desde otro ángulo la causa de la muerte.
- ¿Qué has encontrado?
- Al abrir para ver el contenido del estomago, he descubierto que degollarla fue un acto de piedad para con ella.
Heok no termino de comprender lo que el forense quería decirle, pero lo vio más claro cuando este alzó la sábana que cubría el cuerpo.
- Como puedes ver garganta, esófago y estómago están muy dañados. La razón de ello es que le hicieron tragar algo que produjo esos daños. Hicieron que trágase plomo líquido.
- Plomo líquido -dijo el detective-. No existe ese tipo de plomo, o al menos no de forma que pueda ser tragado por alguien.
El forense le miro y añadió inmediatamente.
- Sí que lo hay, exactamente el plomo que tu piensas, si calientas lo suficiente el plomo normal... Así que la joven hubiese muerto aunque no le hubiesen cortado el cuello.
- Beatle, me gustaría saber que tipo de plomo es, saber de dónde procede y saber si le suministraron algo a ella para dejarse hacer eso.
- Lo analizaré y te diré algo más.
- Obtengas lo que obtengas llámame al móvil mío y envía inmediatamente una copia de la autopsia a comisaría. La cotejaremos allí por si hay más casos semejantes... Tengo miedo de que haya un asesino en serie suelto.
La belleza, luz de los bosques del oeste de Canadá rodeaba a Richard, el lugar era uno de los parques nacionales de dicho país, el Parque Nacional Jasper. Estaba disfrutando.
Caminaban a través de un sendero. Ven unas huellas.
- Hay lobos cerca. Las huellas son frescas...
- Creo que si los hay nosotros tendríamos un problema, ¿verdad, John?- dijo Richard.
- Cierto no podríamos volver para la fiesta de mañana.
Doug W. Williams se sentía aburrido en el horario de noche de la comisaría. Se levantaba de la silla para estirar las piernas cuando el teléfono sonó. Descolgó, atendió la llamada y escribió un nombre en un papel que tenía a mano.
- ¿Podría repetirme el nombre? Se lo agradecería. ¿Richard Cainn o Richard Cairn?
Rápidamente se puso en contacto con le detective Heok y redactó un informe para entregar al capitán.
- ¿Richard Cainn o Cairn? no doy entendido tu letra en este borrador...- inquirió el detective Presley compañero de Poirot-. Es el nombre del universitario, ¿no?
- Sí, terminan de llamar de la Universidad. Al parecer es inglés pero hasta dentro de unas horas cuando abran no tendremos su dirección, la secretaria nos la podrá dar entonces.
- ¡Te llamaron a estas horas! No es normal ello.
- Es el bedel o el vigilante nocturno. Ha llamado a esta hora porque la descripción coincide con un joven que estudia en la facultad en la que él está normalmente. Él lo conoce pues lo ha visto en la biblioteca estudiando en horario nocturno con una autorización del rector.
- Me imagino que el Jefe, que Heok, querrá hablar con los de administración y con le rector.
- Sí. Seguro. Le parecera interesante saber más de ese ingles. Nosotros podemos buscar si aparece en las bases de la Interpol, en las redes nacionales y también en las de Estados Unidos.
- Pongámonos a ello. Puede que encontremos algo antes de que llegué Heok.
Media hora después...
El detective Heok, jefe de sy grupo, llegó a la comisaría. Miraba los papeles sobre su mesa. Este crimen poseía algo que lo inquietaba. Recordó la llamada de Williams, ese hombre tenía el don de lo inesperado.
- ¿No ha habido ninguna novedad desde el nombre?
- Poca cosa, hemos contactado con Interpol, y otras agencias policiales, incluyendo a nuestros vecinos de Estados Unidos. Para todos ellos el joven está limpio.
- Sin embargo, yo si he obtenido algunos datos -siguió Presley-. He localizadovarios registros en Internet con ese nombre. El primero es irrelevante pues se refiere al actor Christopher Mitchum. Los siguientes por orden son: un hombre con ese nombre localizado en Bodman Cornwall, Reino Unido; un pasajero que viajó a la isla Ellis en el "Orca"; dos entradas una en Amhorst, y otra en Massachusstes; y, por último, un profesor de Historia Americana que colabora con los Servicios de Educación de Cardiff.
- Una curiosidad el de Bodman murió en la "horca", y el de Liverpool, viajó en el "Orca". No le parece extrañamente raro.
- Continuad. De momento me ofrecéis algunos datos confusos. Esperemos a tener la dirección de ese joven para ir a interrogarlo.
Y mientras se alejaba añadió...
- Decid a los de secretaria que yo mismo iré allí que quiero una copia de su expediente académico y hablar con el rector.
Hizo una leve inclinación de cabeza y se marchó al parking a por su coche.
Richard y sus amigos se despidieron de aquellos parajes; y a pesar de su deseo de volver a la civilización, Richar se alejaba triste, pues los osnidos de los bosques son un milagro no menos maravilloso que el Sol o las estrellas.
Se montaron en el coche y alcanzaron la carretera que los llevaría de regreso a Edmonton. Atrás quedaba la soledad del bosque.
Como todo tiene un fin, incluso las mejores cosas, llegó el momento de entrar en Edmonton, donde todos ellos estudiaban y la universidad oteaba las mentes de todos los que finalizaban curso.
- ¿Sabéis qué?- dijo Richard.
- ¿Qué? preguntó John.
- Me siento como Bilbo al volver de su aventura en "El Hobbit".
- No sé como se sentiría , no he leído ese libro, lo sabré cuando hagan la película- dijo John.
- Antes de que os pongáis filosóficos os recuerdo que esta noche hay fiesta en la discoteca Hudsons, al otro lado del Río.
En un lugar del norte de Edmonton, Arthur M. Izar observaba las noticias. No había novedades del crimen cometido. Sacó de su bolsillo una bola de cristal e hizo sonar una campanilla.
Dos minutos después un hombre que recordaba a los Haradrim de "El Señor de los Anillos" o incluso a un djin del desierto por su mirada entró en la habitación.
- ¿Qué noticias hay?
- Los hermanos de Malta preguntan si hemos recuperado el objeto.
- Ninguna novedad.
- Me han llegado informes de que tres cazadoras del grupo Hypparcos han entrado en Canadá.
- Algún vínculo con la muerte de la "ladrona".
- Primero, si me lo permite. Ella no era una ladrona. El objeto le pertenecía por derecho y si ha designado un heredero ahora pertenecerá a este. Segundo, la policía está haciendo un gran trabajo con los mismos datos que tenemos nosotros.
- Pero, ¿hasta dónde han llegado?
- Descubrieron que estuvo en una iglesia. Una iglesia próxima a dónde la capturamos, pero una iglesia mormona. No creo que lo haya dejado allí.
- ¿Y?
- Sabemos que habló con un joven cuando salía, pero nuestro informador sólo nos ha pasado una nota con un nombre "R. Cainn" como posible nombre de ese joven.
- Bien, buscadlo y traedlo ante mí.
Tres coches BMW serie M recorrían las calles de Edmonton. No eran nada, Apenas unos BMW azules más entre los otros coches. El atardecer caía y las gentes de la ciudad se preparaban para cenar y las horas siguientes de descanso.
Los coches eran conducidos por tres mujeres cuyo aspecto mostraba claramente un origen germano. Lentamente llegaron a la entrada del North Edmonton Inn and Suites Hotel.
Al parecer, las tres pertenecían a la misma empresa, pues tanto sus coches como sus vestiduras eran iguales y las tres tenían habitaciones encargadas.
Les tendieron el registro para firmar. Sus firmas fueron extrañas, pues no firmaron con sus nombres. En su lugar pusieron Zubeneschamali, Zubenelgenubi y Zubenelakrab. Eran de la empresa Hypparcos y procedían de Chicago, auqnue habían seguido tres recorridos distintos para llegar allí.
Recogieron las llaves de sus habitaciones, fueron a una mesa, cenaron y se fueron a dormir.
Pertenecían al mismo grupo empresarial que la joven asesinada. Por ella estaban allí.
Un silencio sepulcral se mantenía en torno a ellas. Pese a su apariencia sencilla eran las mejores en su trabajo, eran capaces de dominar la roca a pesar de su debilidad.
Eran cazadoras, temidas por sus enemigos y respetadas por sus amigos. Hacía mucho que no se habían visto obligadas a salir a los caminos para acudir a una llamada.
Sus compañeros las llamaban Las Parcas.
Richard sabía como eran las fiestas. Sabía que estaría despierto hasta muy tarde o al día siguiente. Cuando había llegado al piso vio el rostro preocupado de un amigo.
- Rick, debemos hablar...
Le había seguido a su piso y allí le preguntó:
- ¿Has cometido algún delito?
- No, al menos que yo sepa - había sido la respuesta de Richard en ese momento.
- Anda con ojo. La policia quiere hablar contigo.
Richard no olvidó el aviso y recogió sus cosas. Luego se preparó para la fiesta.
Cruzaron el río caminando por las calles oscuras. Había callejones; algunos parecían agradables pero todos eran peligrosos.
John miró el GPS del móvil, su cabeza se movía de un lado para otro buscando el letrero de la calle.
- ¡Allí está!- Exclamó al ver el lugar al que se dirigían.
Podían escuchar el sonido de la música en su interior; y, en el ambiente había el aroma de la comida que solían poner allí.
Nunca olvidaría como al entrar sonó la música como nunca y muchos compañeros que estaban en las mesas le rodearon.
- ¡Bueno! - dijo uno de ellos-. Aquí tenemos al genio del año... ¿Cómo lo habrá hecho?
- ¡Maravilla increible! Lo hizo estudiando - fue la respuesta de su compañero de piso.
La fiesta parecía que sería larga y sin nada reseñable.
Richard escuchaba la música. La sentía como algo vibrante bajo lo que se escuchaban los murmullos de los allí reunidos. Unos bailaban, otros comían algo en las mesas, algunos hablaban y todos se divertían.
Se mantuvo quieto como una estatua, observando como un cazador los sonidos que rodeaban en busca del peligro o la pieza a cazar. Sentía que algo desentonaba en ese momento. No sabía que hacer y se apoyó en la barra mientras se tomaba un refresco.
- ¿Richard? ¿Richard Cairn?
Richard se giró y se encontró con el detective Heok.
- Supongo que tú eres Richard Cairn, ¿dónde podemos hablar discretamente?- dijo mostrándole como un relámpago su placa.
-Podemos ir a çonde prefiera. La fiesta me aburre. Auqnue me gustaría avisar a mi compañero de piso de que salgo si no le importa.
- No hay problema en ello.
Dio el aviso a su compañero de piso que se encontraba en una de las mesas con varias chicas en ese momento. Luego se dirigió con Heok a la puerta. Diez minutos después estaban en la comisaría.
- No parecías alegre en la fiesta - dijo Heok-. ¿Algo que te preocupe?
- Estaba aburrido, pero ahora ya no tengo preocupaciones ni aburrimiento.
- Bueno, será mejor ir al grano- dijo Heok sentándose.
- Puede preguntar...
- Por lo que sé no vives muy bien- comenzó, pues ya había visto la habitación de Cairn antes de ir hasta el local dónde tenía lugar la fiesta-. Eres muy austero...
- Cierto, no necesito grandes cosas. Lo importante está aquí- respondió Richard dándose un golpecito en la sien.
- Es posible...- dijo Heok encogiendo los hombros-. Me han dicho que eres muy inteligente. En el tiempo que llevas aquí has hecho un Master en Historia Americana y la carrera de Literatura. Así que ya supondrás que no quiero hablar contigo de ello -pues sobre eso ya había hablado con el rector de la Universidad.
- Creo que es por lo de la joven asesinada...
- Así es.
Puso ante Richard una foto de la joven.
- Era bella, del este de Europa, quizá de Bulgaria, Hungría o Rumanía... No recuerdo el país que me dijo.
- Así que hablaste con ella.
- Sí, con ella hablé. Estuvo sacando algunas fotos en la iglesia de Jesucristo, aunque me dio la sensación que era una tapadera... Me preguntó dónde había una estación de bus o una parada. Le entregué uno de esos mapas que dan en la Universidad, yo no lo necesito ahora. Me dio las gracias y se marcho.
- ¿No habrás salido junto a ella de allí?
- No, yo me fui unos veinte minutos después. Tenía que grabar un programa de radio con unos amigos. Además, me fastidió tener que andar porque llovía.
- ¿Alguien que te haya visto?
- No sabría decir. No pensé que necesitase una coartada.
- ¡Umm! Será mejor que no dejes la ciudad...
- No tenía pensado salir de Canadá aún...
- ¡Ah! Una última pregunta...- dijo rápido Heok-. Tu haces el mismo recorrido todosl os días desde esa iglesia a tu domicilio, ¿verdad?
- Si, siempre, a la misma hora, aunque más que desde esa iglesia habría que decir desde que salgo de la Universidad.
- ¿Viste el día del asesinato o días antes algo fuera de lo normal?
- Bueno, vi a un hombre de unos cincuenta años, traje marrón oscuro, casi negro, ojos oscuros... Sombrero de ala ancha a lo gánster y cierto aspecto de jugador de póquer...
- ¿ Por qué le llamó la atención?- preguntó Heok mirando ansioso a Richard.
- Me dio la sensación que en él había algo fuera de lugar. Parecía que se escabullía mientras parecía seguir a alguien. ¡Diablos! Pensé que sería un mentecato haciendo de detective privado o uno realmente malo que no sabía hacer bien su trabajo.
- ¿Le seguía a usted o a otra persona?
- A mí no, pero no ha podido ver a quién seguía.
- Gracias. Lo dicho. No deje la ciudad sin avisar.
- No lo haré. ha sido una experiencia interesante esta. La recordaré en la primera novela policiaca que escriba.
Los nombres de las tres integrantes de Hypparcos sólo eran conocidos por tres personas, David Baker y su esposa, Sue, y por Jake Donaldson. Los Baker era de Chicago aunque procedían de Inglaterra, de Londres. Ellos habían adoptado a las tres mujeres cuando sólo eran unas niñas. Sólo Jake Donaldson, un erudito del grupo Hypparcos conocería el nombre de ellas cuando acudió a la llamada de los Baker, viejos amigos suyos de cuando vivió en Londres al llegar de Dinamarca. ¿Por qué el secreto de sus nombres? Un policía de Cardiff había tenido conocimiento de este por azar al descubrir a Gerundus Steenhuis y Ann Bosma siguiendo su pista de estos. pero él nunca supo su nombres.
A decir verdad Nicole Dora, Meike Kleinbach y Katharina Nahir habían conseguido durante años huir de sus perseguidores. Jake Donaldson les había enseñado de forma especial astronomía y ellas usaban para sus rutas los caminos que las estrellas les marcaban. Ahora usaban tres IPod con el programa Astro 3D para elegir el camino ha su destino, que no siempre era la misma ruta para cada una de ellas.
- Hermanas, la policía ha contactado con la Interpol por el caso que nos interesa. Han dado un nombre para buscar- dijo Nicole.
- ¿Cuál?- fue la pregunta de Meike.
- Richard Cairn- fue la respuesta.
- Seguro que no es Cainn- añadió Katharina-. He visto un registro con ese apellido en la red.
- Seguro, es Cairn. Es un joven galés.
- Tendremos que hablar con él... ¿Qué le ha dicho a la policía?- pregunto Meike.
- Nada relevante. Aquí tiene la copia que he bajado de la Intranet de la policía de Canadá.
- No han descubierto nada nuevo. Ella se perdió entre la iglesia y el parque dónde apareció muerta. Habra que investigarlo también.
En ese mismo momento un hombre acudía a la comisaría. Su nombre John J. Pond.
Era un hombre de mediana edad, aseado, de aspecto familiar. Actualmente trabajaba en un almacén de la ciudad. Había visto el retrato de la joven fallecida en las noticias y le costó ir hasta allí. En gran parte debido a su propio pasado y recuerdos.
El agente que lo atendió lo conocía de toda la vida. Eran del mismo barrio.
- ¿No te habrás vuelto a meter en líos ilegales?.
- Solía hacerlo antes. El aprendizaje de la calle que te hacía convertirte en policia o en delincuente, no veíamos el termino medio, a la gente trabajadora. Pero no he venido aquí por eso, he venido por esa joven que apareció asesinada.
- Ven, sígueme. Un detective hablará contigo. Ya sabes como funciona esto.
Un cuarto de hora después un detective panzudo lo llevó a un sala de interrogatorio.
- Señor Pond... ¿nos hemos visto antes?
- Podría ser, he tenido una vida ajetreada.
- Bien, ¿qué me puede decir sobre la chica?.
- No se si usted viaja alguna vez en bus...
- Si, suelo hacerlo- dijo el detective condescendiente.
- Yo vi esa tarde subir al bus en el que yo viajaba a la joven, pero no se la veía tranquila.
- ¿Cómo puedo saber si es la misma joven asesinada?
- Venía de la parte occidental así que supongo que había salido de la Universidad.
- ¿Qué le hace pensar eso?
- Llevaba una guía en las manos de las que usan los estudiantes de este Universidad, una de esas guías con mapa.
El detective asintió. Luego tomo nota.
- Cuénteme entonces... Creo que será de ayuda.
- Ella subió al bus y había pagado billete en Mill Woods TC hasta la Central de Autobuses en Jasper Ave NW con 100 St. NW...
- Sí, sé donde está la Central de Jasper.
- Cómo le iba diciendo, ella no estaba tranquila, parecía nerviosa por algo, en algunos momentos temblaba agarrado a la barra como si unos temblores la sacudiesen desde su interior. Recuerdo que un joven que viajaba en el autobus le pregunto si se encontraba bien pero ella le hizo una seña con la mano de que no pasaba nada.
- ¿Qué hizo usted? ¿Cómo sabe cuál era su destino?
- Yo coloqué mi mochila con la ropa de trabajo sobre mis piernas, y le señalé el asiento libre. Lo agradeció y se sentó un par de minutos. No fue mucho más, pues recuerdo que se levantó de improviso, con prisa, y el billete se le cayó en el asiento. Fue hasta dónde el conductor y en 95 Street & Connors Road se bajó corriendo del bus.
Metió la mano en el bolsillo interior, sacó la cartera y le entregó un billete de bus al detective. Este lo recogió con cuidado para no dejar huellas y lo metió en una bolsita de pruebas.
- ¿Cómo era el joven que habló con ella?
- Estatura media, ropas holgadas y pelo rapado o cortado al uno. ¡Ah! Sus ropas eran claras casi blancas, como las de algunos deportistas o algunos raperos.
- ¿Lo conoce?
- Sólo lo he visto alguna vez en el bus, pero no sé su nombre. Me pasa como con otros viajeros coincidimos pero no solemos hablar, cada uno va a lo suyo, yo habitualmente voy leyendo el periódico.
- ¿Cuándo ella bajo lo hizo alguien más?
- Creo recordar que sí, bajó un joven alto, delgado, de ultimo año de instituto o primero de universidad que llevaba una mochila creo que azul o algún color similar. Fue en la misma dirección que ella. Creo que el que habló con ella conocía a este bajó allí...
- ¿Qué le hace pensar eso, que se conocían?
- Me pareció que le entregaba algo y hablaban.
- Gracias por la información. Si espera unos instantes le pasaremos un documetno que corroboré su declaración.
- Mire. No voy a firmar nada. No quiero problemas. Yo ya les he dado la información que tenía. Sólo espero que eso les ayude.
Cuando terminó de hablar se levantó. Salió a la entraday cogió un taxi que le pagó el policía que el conocía.
El detective se quedó mirando la declaración. Había datos nuevos que mostraban que Richard Cairn, el sospechoso actual, no era el culpable del crimen. Iba a tener que informar a Heok, y ese detective medio indio le atemorizaba.
En ese momento Richard Cairn extendió los mapas y los miró detenidamente. Su parte de historiador y arqueólogo había despertado. De pronto comprendió que aquellos mapas tenían que ver con la muerte de aquella joven y eso era peligroso.
- El plano estoy seguro que es del Eileann Donan Castle, pero esas cifras y letras... No hay duda de que se refieren a algo oculto. Pero aun considerando eso, el Eileann esta al otro lado del Atlántico. Nadie que no fuese de ese lugar o estudiase ese castillo estaría familiarizado con esto, incluso gente que vive allí y trabaja en él puede que desconozca esto que aparece en estos mapas.
Luego de consultar su base de datos y sus apuntes sobre castillos y construcciones medievales que tenía guardados en el servidor bajo otro nombre, se levantó del asiento en el que había permanecido.
- Recuerdo ese castillo muy bien, así como sus alrededores. Y sé que en las visitas que se hacen es difícil ocultar algo en su interior. Pero esas cifras y letras, ¿no indicaran una entrada secreta? Sí, estoy seguro de que indican un pasadizo secreto que ha permanecido oculto a todos los estudiosos y gentes de la zona.
Comenzó a pasear por la habitación.
- La otras posibilidad es que haya otro castillo igual. Y, si vino con estos planos a Canadá o está en este país o en alguno de los estados del norte de Estados Unidos.
Esa línea de pensamiento hizo que decidiese ir a la Biblioteca al día siguiente y desaparecer a pesar de lo dicho por la policía.
Mientras yacía metido en su saco de dormir podía pensar libremente. Estaba cansado y no muy feliz pero tras poner unos cascos en los oídos se quedo dormido escuchando música.
Izar colocó el periódico encima del escritorio, se levantó y paseó de un lado a otro mirando por la ventana pensando en los errores que se podía cometer y los que no se podían comentar.
No era capaz de decidir si castigar o no a sus investigadores. Descubrir de golpe un error en una letra del nombre no había sido nada divertido ni para él ni para sus superiores en la Orden, la razón era que podía estar siguiendo a la persona equivocada u otra peor.
Tras unos instantes, Arthur M. Izar se relajo y miró al investigador que se había equivocado. Él mismo había acudido en persona para corregir el error en su labor. Era justo que no lo castigase pues le había traído nuevos datos, y datos correctos.
- Entiendo. Veo que para corregirlo has trabajado muchas horas. Durante unos días tómatelo con calma, en tres días me has conseguido los datos de trabajo de campo de un mes. ¡Ojalá todos mis subordinados actuasen así, sobre todo si no hubiese fallos por medio!
- Gracias, señor- el joven investigador se había tranquilizado. A él no lo castigaría.
La cara de Izar mostró paz, pero como el joven vio la fría mirada que posó sobre el otro hombre que había allí sitió un gran terror. No lo mostró por si acaso.
- Bien, bien, bien...-dijo Izar como si fuese el susurro de una serpiente mientras cruzaba las manos a su espalda- ¿porqué no cumpliste mi orden?
- Lo hice, señor. Pero verá, es que alguien se metió en medio y...- comenzó a decir, pero no llegó a terminar una pistola surgió en la mano de Izar y le disparó. Un disparó sin sonido que sorprendió a todos los presentes.
- Llévense y dejen el cuerpo en algún sitio de forma que parezca un crimen común. Pero que sea lejos de aquí. No me gustan lo errores.
- A propósito, no necesito más de ti. Descansa, busca alguna chica por ahí, y no me falles otra vez, trabaja como esta vez y llegarás lejos, sino... te podría pasar como a él.
Heok cogió el informe y añadió los datos en la pizarra.
Miró el mapa de paradas y estaciones de autobus. No sabía por cuál comenzar, o sí... El ticket decía a donde se dirigía. Usaría a los policías de calle para saber si la había visto alguien alguna vez.
Se giró, descolgó el teléfono y llamó a su capitán.
Hablaron durante dos horas. En varios momentos estuvo cerca de protestar ante lo que le decía su superior.
Heok acababa de darse cuenta. Alguien había accedido a los datos de la investigación guardados en el servidor desde I.P.s ajenas a la comisaría.
- Quiero a varios agentes en el entorno de esta estación-dijo escribiendo el nombre en la pizarra-, y en las paradas cercanas. Es necesario para avanzar saber quién era y de dóde era la joven asesinada.
- Entonces, trabajo de calle, ¿no?- dijo una de los detectives más experimentados.
Heok asintió.
- Todos iremos, yo mismo me incluyo. Habrá que patear las calles.
Los agentes y los detectives salieron rápidamente con la foto de la joven.
Mientras Heok pensaba en la declaración del señor Pond cogió su chaqueta. Había decidido ir a la Central de autobuses dónde debería haber bajado la joven muerta en un comienzo.
El caso le preocupaba. Había decidido que haría todo lo posible por atrapar al asesino, lo había tomado como una cuestión personala. Además estaba esa intrusión en el servidor y ese sentimiento que tenía de que alguién más seguía la investigación que estaban haciendo.
Las Parcas se dividieron para investigar. Cada una recorrería una zona de Edmonton aquel día frío y neblinoso. Caminaban suavemente, con los teléfonos en las manos preparándolos para manos libres, y la espalda recta como modelos en un desfile.
Así fue como las vieron salir los empleados del Hotel.
Veinte minutos después Zubeneschamali llamó a la puerta del piso en el que según los informes de la policía vivía Richard Cairn. John abrió la puerta y ante él apareció la muejr más hermosa que podía recordar.
Se quedo como una estatua contemplándola. Hasta que ella dijo:
- Este es el piso de Richard Cairn, ¿verdad?
John se recupero y la invitó a pasar.
- En realidad no es de Rick, pero si vive aquí conmigo, ¿Quién eres?
- Bueno, soy una... investigadora. Me llaman Zubeneschamali, aunque mis amigos me llaman Mali.
Mientras John la invitaba a sentarse, ella estudió el piso. Era un buen piso, pero no un hogar. Luego dijo:
- Quiero hablar con él de un asunto, o quizá sepa usted algo que él le haya contado...
- No, ¡que va! No sé nada salvo lo poco que él quiere contar. Ha salido y no sé cuando volverá.
- ¿Cómo es eso?
- Bueno, en realidad me he fijado que cuando se centra en algo es como un sabueso, por eso digo que no sé a que hora volverá, puede volver dentro de cinco minutos como puede llegar mañana o pasado.
- ¿Crees entonces que puede tener algo en mente?
- ¡Pues no lo sé! Es posible, creo que estuvo mirando unos mapas...
- ¡De qué?
- No lo sé, posiblemente de algo de sus estudios pues parecía sorprendido. De todas formas Dan y yo se lo comentamos al otro investigador.
- ¿Qué otro?
- Uno de Ontario, de Hamilton creo que dijo que era...
Mali parpadeó, eso era un sorpresa, como si esas palabras guardasen una sospecha. Durante un instante le costó pensar con claridad.
- ¿Qué nombre le dio?
- John, John Valrulfo, o algo parecido.
Mali se puso de pie y le dió a marcación rápida.
- ¿Tiene Richard Cairn algún email de contacto?
- Sí, ahora se lo digo...¡Aquí está! lopj@cbn.net.
- Gracias, dígale cuando le vea q enviaré un mail para acordar una reunión informal.
Zubenelgenubi mientras estaba investigando por la Universidad. Repasó la lista de lecturas de Cairn en la Biblioteca: Milton, Tolkien, Chesterton, Whitman, Poe, Doyle, Lovecraft... ¿Qué buscaba con esas lecturas? ¿No serían una tapadera para otro tipo de investigación?
De golpe recibió la llamada por Skype de Mali. Hablaron rápidamente.
Ahora tenía la certeza de que esas lecturas eran la tapadera de algo. Ahora tenía la seguridad de ello.
La tercera de ellas se infiltró en la comisaría. Iba a mirar de forma muy rápida que era lo que habían descubierto pero que no aparecía todavía en los informes subidos a la Intranet.
En la mesa de Heok, cerca del ordenador, había un bloc de notas. Sobre él un bolígrafo se mantenía colocado, un bolígrafo negro y dorado. Seguramente el jefe de la investigación tenía allí sus notas.
Así era. Memorizó todo y lo dejó tal y como estaba. Al menos fue lo que pensó.
Había novedades...
De día o de noche, el lago y las tierras que rodeaban Tower Hill, en algún lugar al norte de Alberta, hacían que a la mente de Anna le recordasen los paisajes de algunas novelas.
Conecto el viejo walkman de su hermano para seguidamente sacar de una mochila una libreta con notas e ilustraciones del castillo. En ella incluso se agitaban descripciones e ilustraciones de las gentes que en algún momento habían ido allí; pero, sobre todo, que llamaron su atención. Anna estaba sentada en su coche escribiendo. No sabía aún que tipo de historia sería la que narraría en su blog esta vez.
Su cabello era castaño, ni rubia ni morena, de treinta y cuatro años, con una extraña belleza entre eslava y mediterránea, y, una mirada que recordaba a los misteriosos habitantes de Transilvania.
Vio salir al dueño del castillo, a Arthur M. Izar, y un escalofrío de horror la recorrió.
Lo observó. Estaba claro de que aquel hombre era un depredador, que no se detendría ante nada, su mirada lo decía así.
Se dio cuenta de que el hombre miró al puente. Anna siguió su mirada y vio un negro coche saliendo del castillo. El coche se detuvo cerca y el dueño del castillo le dio al conductor varias ordenes.
El coche era como el que se llevo a su hermana un año antes.
Anna jamás volvió a saber de ella.
Ver ese coche la aterrorizó. Decidió que se marcharía a su alojamiento y durante unos días se mantendría sin acercarse en su trabajo del restaurante.
El oscuro coche hizo sonar su motor y desapareció tras una curva de la carretara que iba hasta allí.
En ese momento, sin embargo, Anna estaba preocupada. Ver ese coche le trajo recuerdos perdidos en su memoria. Ella estaba presente cuando su hermana desapareció.
El dueño del castillo la miró y una expresión extraña cubrió el rostro de Anna. La expresión de sus antepasados. Arthur M. Izar reconoció esa expresión, él la había visto antes, cuando luchó en la guerra en la antigua Yugoslavia. Y, si también en el rostro de otra persona que en ese instante él no era capaz de recordar.
Anna se miró las manos nerviosa. Arrancó el coche y se alejó de allí. Decidió que no volvería allí. No se fijo al alejarse en como aquel hombre, en como Izar, asintio lentamente como alejando un recuerdo.
Después del tiempo que llevaba allí, Richard había aprendido a ocultarse en los lugares más insospechados para estudiar y trabajar. Realmente podría haber sido un gran agente secreto pero nunca deseo serlo.
Buscaba esos lugares porque al principio no se acostumbraba a Edmonton. Lo que más le molestaba era el frío aire. Siempre estudiando, preparándose para ser lo que anhelaba ser. Nunca deseó que su parte amante del crimen y del misterio apareciese, pero ese crimen la despertó.
Como estudiante de la Universidad tenía acceso a todas la bibliotecas públicas de Edmonton. Eso le venía bien pues sabía a que biblioteca ir en cada momento. Ahora estaba en la esquina más oculta de la biblioteca de la Universidad, el único lugar de ella al que nunca iba nadie.
Colocó el mapa sobre la mesa y sobre él puso los otros dos como en un montaje, y estudió las cifras que había escritas en ellos. Cogió su teléfono y llamó a la Oficina de Turismo de Alberta.
Llamaba para saber si había castillos en esa región de Canadá.
- Oficina de Turismo de Alberta, ¿dígame?- dijo la voz de una joven.
- Buenas. Me gustaría saber si me podrían confirmar una información.
- En lo que pueda le ayudaremos.
- Un amigo me ha hablado de castillos en Canadá, quiero saber si realmente los hay y las localizaciones para ir a visitarlos si es posible.
- Le buscaré esa información. Si espera un instante...
- Vale. Esperaré.
Al cabo de cinco minutos.
- No he visto castillos como tales, pero si hay mansiones de aire medieval. Es posible que alguna tenga esa apariencia pero no tengo en este momento fotos de ellas para asegurárselo. Tendría que ir usted. En cuanto a los nombres y localizaciones se los puedo enviar por mail.
Richard se lo dio. Al cabo de un cuarto de hora tenían la lista de mansiones.
Mientras copiaba lo básico, se le ocurrió que era posible que no encontrase nada. No estaba seguro de si esta investigación de los mapas le llevaría o no a algo.
Heok C. Crewyellow se alejó de la ventana de la comisaría, había decidido que sería el último en salir.
Sabía como mantenerse en el perfecto equilibrio entre las sombras y la luz dando a su aspecto una aire mágico. Hacía apenas un par de horas había vuelto a la comisaría. Un revisor de la Central de Autobuses le había dicho que esa joven solía dejar y recoger cosas en una de las taquillas. Llamó por teléfono a su capitán y este solicitó una orden al juez Jonson para abrir la taquilla.
Ahora en la mesa de Heok tenía dos mochilas. En una de ellas había un diario, o algo parecido, y libros sobre edificios antiguos de Escocia. Tenía marcadas las páginas de tres castillos. En la otra mochila había varios objetos de los que se usan en escabaciones arqueológicas.
- ¿Qué puede significar esto?. Le pregunto a uno de sus compañeros.
- No lo sé. Pero a lo mejor la respuesta está en donde vivía ella.
Volvió a su mesa y abrió el diario. Comenzaba en un idioma incomprensible para él, después se turnaba entre francés e inglés. No sabía que idioma sería con le que lo había iniciado. Buscaría en Google algunas de las palabras quizá averiguase que idioma era.
El agente Henkel de origen polaco entró en ese momento.
- ¿Vas a viajar a Polonia?
Heok lo miró sin comprender.
- ¿Qué me dices?
- Nunca te había visto con libros en polaco, y pensé que ibas a viajar allí.
Heok lo miró, se frotó la barbilla y le dijo:
- Dado que tu eres de origen polaco podrías traducirme esto. Es parte de la investigación que llevo y no sé que pone ahí.
Henkel sonrió mientras tomó la libreta. Y empezó a leer. Heok esperó largo rato, mirando por la ventana, ovbservando de vez en cuando como el joven agente escribía en varios folios.
Al final se acercó a la mesa y se inclinó hacia delante para leer que escribía el otro.
En Edmonton, Alberta, hacía frío en ese momento, y Meike se frotó las manos antes de entrar en el hotel.
Era una experta en rastrear a gente en la red, de seguirla y encontrarla. había comenzado a rastrear a Richard Cairn para tratar de ubicarlo sobre el mapa. Sólo necesitaba que respondiese o le diese a eliminar el mail que le habían enviado . A partir de ese instante podría ubicar su ordenador y su teléfono móvil. Después de patear calles y de estar varias horas frente al ordenador salir a tomar el fresco le ayudaba a mantener la calma.
Cuando volvió a la habitación la pantalla del ordenador emitía un aviso.
Meike se sentó y pulso una tecla. Se abrió una página con el escudo de la policía canadiense y un mapa parecido al de Google. En un punto parpadeaba un punto rojo, pulso con le ratón sobre él y surgió la foto del pasaporte de Richard.
-Tócado y hundido- dijo en voz alta.
Tomó un sorbo de vino tinto y avisó a sus compañeras.
-¿Cuánto tiempo crees que estará ahí?
-No lo sé. Está en el edificio, pero es difícil saber donde. Podemos pasar toda la noche buscándolo y no encontrarlo.
- Oh, no es cierto eso. Se supone que si ampliamos la imagen al menos sabremos la zona en la que se encuentra.
-¡Hazlo!
Meike lo hizo.
(CONTINUARÁ...)