" La hija de España es quien ocupa su puesto fatal en la ciudad de los reyes. El tiempo se valió de su amor para guiarla con seductores juegos. Por su valor, su ardor guerrero amenaza el deseo de la pasión. Sus labios hablan de besos al amante fiel que los gane con su valentía.
En ella vislumbro el temor de que el amor vuelve en el delirio de un sueño, se vuelve una ilusión. La majestad de su oculta belleza angélica no deja de admirar al más cínico de los hombres o a las mujeres de otros climas pues posee un alma fuerte.
Capaz de inspirar seductores cantos de amor, alabanzas de pasiones desatadas. Se descubre perseguida por el vicio corruptor de la bulliciosa sangre de su joven corazón. Así, como huidiza Venus, ocultas tu presencia en la ciudad susurrante y misteriosa consagrada al fuego divino.
Sólo el monacal incienso la salvará, en su ascenso a la bóveda celeste, el amor y la oración compartiran su guerra; en ella rompe las lanzas del deseo que la hostigan, derriba con su luz al oscuro caballero, su furia enrojece la puesta del sol.
Tres veces sonará para ella la llamada; es su señal. Hará que el excitado ente se lance salvaje contra su enemigo, imprudente pero huidizo.
Ella lo dejará vencido, jadeante, inmóvil, muerto sobre el campo del placer. Su corazón sentirá deleite con su venganza, viendo sin conmoverse el dolor de su deseo. Acabará con el oscuro reinado de su enemigo para abrir sus alas cubriendo las fuentes del placer de los amantes. Más para muchos el delirio de su pasión ha acabado con la calma del olvido; y el vicio lujurioso, ha cavado por si mismo su perdición entre sus curvas.
Y, ella, triste víctima del deseo, al no ver más que tinieblas en una vida aborrecida, seguirá huyendo en pos de su destino como si frente hiciese a la maldición de Lilith.
Su sonrisa oculta el secreto infortunio que envenena su juventud. No es un secreto de amor, ni de odio, sino del deseo de huir lejos de todo lo que creía que la dañaba.
No era una joven feliz, pero era tan hermosa que su verdadera naturaleza no se desveló hasta que el deseo acarició su alma. Jamás había sentido un fuego pasional tan intenso. Estaba cansada. Cansada de todo el placer que sentía. Pese a todo, ahora era libre.
Allí, junto a una ventana, se despidió. Era como si su propio espíritu se hubiese esfumado con el símbolo de su seguridad. Sentía la impresión de hallarse separada del mundo. Pero era su propia vida la que con sus tempestades y miedos devoraba febrilmente su existencia. La hacía sentirse entre el cielo infinito y un mar inmenso erizado de grandes y coléricas olas.
Al final fue encontrada. Ella paso ante mí mientras se dirigía hacia el avión. Antes de llegar a las escaleras se giró. Dijo adiós con la mano. Dejo caer una rosa roja.
Luego la vi entrar en el avión. Su silueta se perdió al otro lado de la puerta. Todo había terminado para siempre... Volvía a su hogar."
En ella vislumbro el temor de que el amor vuelve en el delirio de un sueño, se vuelve una ilusión. La majestad de su oculta belleza angélica no deja de admirar al más cínico de los hombres o a las mujeres de otros climas pues posee un alma fuerte.
Capaz de inspirar seductores cantos de amor, alabanzas de pasiones desatadas. Se descubre perseguida por el vicio corruptor de la bulliciosa sangre de su joven corazón. Así, como huidiza Venus, ocultas tu presencia en la ciudad susurrante y misteriosa consagrada al fuego divino.
Sólo el monacal incienso la salvará, en su ascenso a la bóveda celeste, el amor y la oración compartiran su guerra; en ella rompe las lanzas del deseo que la hostigan, derriba con su luz al oscuro caballero, su furia enrojece la puesta del sol.
Tres veces sonará para ella la llamada; es su señal. Hará que el excitado ente se lance salvaje contra su enemigo, imprudente pero huidizo.
Ella lo dejará vencido, jadeante, inmóvil, muerto sobre el campo del placer. Su corazón sentirá deleite con su venganza, viendo sin conmoverse el dolor de su deseo. Acabará con el oscuro reinado de su enemigo para abrir sus alas cubriendo las fuentes del placer de los amantes. Más para muchos el delirio de su pasión ha acabado con la calma del olvido; y el vicio lujurioso, ha cavado por si mismo su perdición entre sus curvas.
Y, ella, triste víctima del deseo, al no ver más que tinieblas en una vida aborrecida, seguirá huyendo en pos de su destino como si frente hiciese a la maldición de Lilith.
Su sonrisa oculta el secreto infortunio que envenena su juventud. No es un secreto de amor, ni de odio, sino del deseo de huir lejos de todo lo que creía que la dañaba.
No era una joven feliz, pero era tan hermosa que su verdadera naturaleza no se desveló hasta que el deseo acarició su alma. Jamás había sentido un fuego pasional tan intenso. Estaba cansada. Cansada de todo el placer que sentía. Pese a todo, ahora era libre.
Allí, junto a una ventana, se despidió. Era como si su propio espíritu se hubiese esfumado con el símbolo de su seguridad. Sentía la impresión de hallarse separada del mundo. Pero era su propia vida la que con sus tempestades y miedos devoraba febrilmente su existencia. La hacía sentirse entre el cielo infinito y un mar inmenso erizado de grandes y coléricas olas.
Al final fue encontrada. Ella paso ante mí mientras se dirigía hacia el avión. Antes de llegar a las escaleras se giró. Dijo adiós con la mano. Dejo caer una rosa roja.
Luego la vi entrar en el avión. Su silueta se perdió al otro lado de la puerta. Todo había terminado para siempre... Volvía a su hogar."
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