"La audiencia de televisión en los últimos años había perdido la moral. Antes era un negocio perfecto organizar programas llenos de morbo, pero ahora todo era morbo siendo del todo imposible competir.
El conocía perfectamente ese morbo. Por afán profesional había organizado su vida que siempre estaba en cierta manera trabajando. Sus necesidades eran satisfechas por otros empleados, su vida era gravada y vigilada en todo momento. Recordaba los tiempos en los que los televidentes pasaban jornadas enteras frente al televisor interesándose por gente como él.
Esta forma de vida no le planteaba ningún problema. Había firmado un contrato y en su vida sólo resultaba un poco molesto en los momentos íntimos y personales.
Sin embargo, los productores dejaron de entender ese tipo de televisión. Algunos veían ese tipo de programación zafia y grosera; pero durante algún tiempo el artista pensó que seguiría ofreciéndose, que no renunciarían a su trabajo.
Al final fijaron en un mes la duración máxima para acabar el programa, pues la cuota de audiencia no se superaba ni siquiera en las grandes ciudades. Su destino fue echado.
El estudio fue cerrado, y el seguía allí. En el horario en el que él antes había salido colocaron otro tipo de programación. Una programación más libre y atractiva para el espectador que el morbo que hasta ese momento habían visto. Una programación que volvía a apretujar a los espectadores frente al televisor.
El artista de televisión fue olvidado. Relegado a un rincón oscuro de la memoria televisiva como otros fueron antes que él.
Y, así, tal y como le sucedió a otros, lo olvidaron a él, él fue olvidándose de todo. Durante un tiempo le quedó su nombre. Más como ya nadie lo llamaba por él también lo fue olvidando por su parte. Hasta que quedó también si nombre.
De esta forma, del artista de televisión, sólo quedó el Olvido más profundo..."
El conocía perfectamente ese morbo. Por afán profesional había organizado su vida que siempre estaba en cierta manera trabajando. Sus necesidades eran satisfechas por otros empleados, su vida era gravada y vigilada en todo momento. Recordaba los tiempos en los que los televidentes pasaban jornadas enteras frente al televisor interesándose por gente como él.
Esta forma de vida no le planteaba ningún problema. Había firmado un contrato y en su vida sólo resultaba un poco molesto en los momentos íntimos y personales.
Sin embargo, los productores dejaron de entender ese tipo de televisión. Algunos veían ese tipo de programación zafia y grosera; pero durante algún tiempo el artista pensó que seguiría ofreciéndose, que no renunciarían a su trabajo.
Al final fijaron en un mes la duración máxima para acabar el programa, pues la cuota de audiencia no se superaba ni siquiera en las grandes ciudades. Su destino fue echado.
El estudio fue cerrado, y el seguía allí. En el horario en el que él antes había salido colocaron otro tipo de programación. Una programación más libre y atractiva para el espectador que el morbo que hasta ese momento habían visto. Una programación que volvía a apretujar a los espectadores frente al televisor.
El artista de televisión fue olvidado. Relegado a un rincón oscuro de la memoria televisiva como otros fueron antes que él.
Y, así, tal y como le sucedió a otros, lo olvidaron a él, él fue olvidándose de todo. Durante un tiempo le quedó su nombre. Más como ya nadie lo llamaba por él también lo fue olvidando por su parte. Hasta que quedó también si nombre.
De esta forma, del artista de televisión, sólo quedó el Olvido más profundo..."
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