"Juan López era un hombre cuya confianza y realismo lo podrían haber alzado a un puesto mejor. Sin embargo, el deseo de abarcar más conocimientos en toda clase de temas hizo que sus amigos lo considerasen un erudito, más sus estudios lo destinaron a dos mundos el de las leyes y el de la videncia. Así, el abogado se convirtió también en vidente y dio ayuda a quienes lo necesitaron, proporcionando de esta manera el material suficiente para el misterio del mito, pues fue en secreto como desarrollo su labro como vidente.
Hasta el peor de los videntes se expone a ser descubierto, y esto fue lo que sucedió a Juan López. A medida que profundizaba en los misterios del esoterismo, más impresionado quedaba con los resultados que obtenía sobre sus clientes como abogado sobre todo por la importancia del material que salía a la luz en muchos de los casos. La impresión que le causo fue tal que rompió los lazos con amigos y con su novia. Se fue de la ciudad de Málaga, y se asentó en Madrid. Allí creo una sólida base de operaciones para sus investigaciones, comenzó a recoger materiales de periódicos, sumarios, instrucciones policiales. Le preparación de su intento de desvelar casos sin resolver le obligó a realizar visitas a testigos o familiares, y fue precisamente después de la última de ellas, cuando sentado en una silla de una de las bibliotecas públicas de Madrid se vio atrapado en el circulo de uno de esos casos viviendo una extraña e interesante aventura.
Los taxis habían sido más lentos de lo habitual y cruzar las calles principales de Madrid un viaje épico pues estaban atestadas de gente esperando a los jugadores de la Selección Española, ganadores de la Copa del Mundo, de modo que se vio obligado a caminar nervioso y con prisa. Cuando llegó a su piso, en la calle General Pardiñas casi al lado de nuestra Sra. del Pilar, se acostó en la cama con intención de descansar unos instantes, pero al ver que era incapaz de descansar, resolvió a pesar de la gente ir a la biblioteca más cercana, allí leería sobre algunos casos que le interesaban como abogado y trataría de calmarse para después volver a su domicilio. Con espíritu decidido, se volvió a vestir, salió a la calle bajo el atormentado cielo, y emprendió al camino a la biblioteca más cercana. En el familiar terreno de su interior se dirigió presto a su zona predilecta para revisar sus investigaciones.
Sentado en su lugar habitual, concentrado en sus papeles, su cuerpo y mente se relajaron. Tenía ya toda la información que necesitaba, sólo hacia falta organizarla para presentarla y que reabriesen ese caso. Pero pronto el cansancio lo venció y quedo dormido. Nada consiguió despertarle, ni las palabras avisando del cierre de la biblioteca, ni el sonido de las puertas al cerrarse. Su sueño era profundo.
La tarde dejó paso a la noche, el ruido de la mundialista fiesta todavía se mantenía en las calles aunque iba disminuyendo, alejándose en parte de allí. En el interior de la biblioteca sonaron las campanadas de un antiguo reloj de péndulo. era la madrugada, las tres o cuatro de la mañana. Fue en ese momento cuando algo, un sonido, alertó a su conciencia y abrió los ojos. Se sorprendió al ver que no estaba en su casa. Recogió sus cosas en el maletín a la luz que entraba por las ventanas mezcla de las luces de la calle y la gran luna llena que suponía en los cielos, ¿o no? Miró su reloj. Vio la fecha. Era luna nueva. No había luna visible en los cielos. Sus ojos ahora acostumbrados a la penumbra siguieron las baldas repletas de hileras de libros colocados en estanterías barnizadas.
En un momento el silencio se hizo absoluto. Parecía que ningún ruido era capaz de llegar allí. Sintió el temor y la atracción que sentían los personajes de la novelas cuando va a suceder algo. Nervioso se quedo inmóvil. Una velada luz impropia de la linternas de los vigilantes se acercaba allí. Su guía no hacía ningún ruido. Parecía flotar en el aire. Juan vio el rostro de una hermosa mujer, pero su cuerpo permanecía oculto en sombras, y la luz le incidía sobre aquel rostro dándole una expresión extraña. Juan López se ocultó más en las sombras. No había posibilidad de huida. El brillo de los ojos y la piel, la fría sonrisa de sus labios mostraba que no se trataba de una mujer viva. La observó interesado suponiendo que buscaba algo allí, algún motivo siniestro.
Siguió con la mirada sus movimientos. Viendo como se dirigía con rapidez a una de las estanterías. Entonces cogió un libro de ella, lo depositó sobre la mesa cercana. Colocó la lámpara cerca y escribió allí algo.
Seguidamente, con voz quebrada leyó aquello que había escrito. Durante unos instantes guardó silencio. Juan había sido descubierto. La mujer, una mujer de aspecto joven, se giró. De pronto ambos estuvieron cara a cara observándose.
- Me has visto -dijo ella-. Tienes suerte de que no sea otro de mi pueblo. Si no ahora estarías muerto.
- Disculpeme si la he molestado. Me he dormido y...
- No se preocupe. Creo que la presencia de ambos aquí ha sido necesaria. Todo lo que le pido es que mañana le entregue a la policía el libro que ha visto. Es mi diario y en el aparece el nombre de quién e ha dado muerte. Ahora vuelve a dormir... y ¡recuérdame!
A la mañana siguiente despertó en su dormitorio. Durante un instante se sintió descolocado. Después el sonido del timbre de su puerta lo hizo levantarse. Dos policías estaban a su puerta. Se había cometido un crimen en el piso vecino. Le mostraron una foto de la joven. Era la mujer del sueño. Le preguntaron si la conocía. Respondió que la había visto en la biblioteca cercana dejando un libro, un diario.
Llevaron a la biblioteca al abogado. Le solicitaron más datos. Él les dijo que hablaría en el juicio, y que lo que había hablado con ella era secreto abogado cliente. Varios días después en la sección de sucesos de "EL Mundo" apareció una noticia. La noticia decía.
'ABOGADO DESVELA EL MISTERIO DE UN ASESINATO. Ayer fuimos informados por la policía que el abogado Juan López entregó la prueba necesaria para encontrar el resto de las pruebas precisas para detener a Ignacio González por el asesinato de Verónica G. La joven cuyo cuerpo apareció en el piso vecino al del abogado, del que era cliente, fue encontrada acostada en la cama, con dos heridas punzantes en el cuello pero sin señales de lucha. La autopsia demostró que la joven había sido drogada para después sacarle la sangre del su cuerpo. El criminal quiso ocultar su crimen bajo el manto del vampirismo.' "
Hasta el peor de los videntes se expone a ser descubierto, y esto fue lo que sucedió a Juan López. A medida que profundizaba en los misterios del esoterismo, más impresionado quedaba con los resultados que obtenía sobre sus clientes como abogado sobre todo por la importancia del material que salía a la luz en muchos de los casos. La impresión que le causo fue tal que rompió los lazos con amigos y con su novia. Se fue de la ciudad de Málaga, y se asentó en Madrid. Allí creo una sólida base de operaciones para sus investigaciones, comenzó a recoger materiales de periódicos, sumarios, instrucciones policiales. Le preparación de su intento de desvelar casos sin resolver le obligó a realizar visitas a testigos o familiares, y fue precisamente después de la última de ellas, cuando sentado en una silla de una de las bibliotecas públicas de Madrid se vio atrapado en el circulo de uno de esos casos viviendo una extraña e interesante aventura.
Los taxis habían sido más lentos de lo habitual y cruzar las calles principales de Madrid un viaje épico pues estaban atestadas de gente esperando a los jugadores de la Selección Española, ganadores de la Copa del Mundo, de modo que se vio obligado a caminar nervioso y con prisa. Cuando llegó a su piso, en la calle General Pardiñas casi al lado de nuestra Sra. del Pilar, se acostó en la cama con intención de descansar unos instantes, pero al ver que era incapaz de descansar, resolvió a pesar de la gente ir a la biblioteca más cercana, allí leería sobre algunos casos que le interesaban como abogado y trataría de calmarse para después volver a su domicilio. Con espíritu decidido, se volvió a vestir, salió a la calle bajo el atormentado cielo, y emprendió al camino a la biblioteca más cercana. En el familiar terreno de su interior se dirigió presto a su zona predilecta para revisar sus investigaciones.
Sentado en su lugar habitual, concentrado en sus papeles, su cuerpo y mente se relajaron. Tenía ya toda la información que necesitaba, sólo hacia falta organizarla para presentarla y que reabriesen ese caso. Pero pronto el cansancio lo venció y quedo dormido. Nada consiguió despertarle, ni las palabras avisando del cierre de la biblioteca, ni el sonido de las puertas al cerrarse. Su sueño era profundo.
La tarde dejó paso a la noche, el ruido de la mundialista fiesta todavía se mantenía en las calles aunque iba disminuyendo, alejándose en parte de allí. En el interior de la biblioteca sonaron las campanadas de un antiguo reloj de péndulo. era la madrugada, las tres o cuatro de la mañana. Fue en ese momento cuando algo, un sonido, alertó a su conciencia y abrió los ojos. Se sorprendió al ver que no estaba en su casa. Recogió sus cosas en el maletín a la luz que entraba por las ventanas mezcla de las luces de la calle y la gran luna llena que suponía en los cielos, ¿o no? Miró su reloj. Vio la fecha. Era luna nueva. No había luna visible en los cielos. Sus ojos ahora acostumbrados a la penumbra siguieron las baldas repletas de hileras de libros colocados en estanterías barnizadas.
En un momento el silencio se hizo absoluto. Parecía que ningún ruido era capaz de llegar allí. Sintió el temor y la atracción que sentían los personajes de la novelas cuando va a suceder algo. Nervioso se quedo inmóvil. Una velada luz impropia de la linternas de los vigilantes se acercaba allí. Su guía no hacía ningún ruido. Parecía flotar en el aire. Juan vio el rostro de una hermosa mujer, pero su cuerpo permanecía oculto en sombras, y la luz le incidía sobre aquel rostro dándole una expresión extraña. Juan López se ocultó más en las sombras. No había posibilidad de huida. El brillo de los ojos y la piel, la fría sonrisa de sus labios mostraba que no se trataba de una mujer viva. La observó interesado suponiendo que buscaba algo allí, algún motivo siniestro.
Siguió con la mirada sus movimientos. Viendo como se dirigía con rapidez a una de las estanterías. Entonces cogió un libro de ella, lo depositó sobre la mesa cercana. Colocó la lámpara cerca y escribió allí algo.
Seguidamente, con voz quebrada leyó aquello que había escrito. Durante unos instantes guardó silencio. Juan había sido descubierto. La mujer, una mujer de aspecto joven, se giró. De pronto ambos estuvieron cara a cara observándose.
- Me has visto -dijo ella-. Tienes suerte de que no sea otro de mi pueblo. Si no ahora estarías muerto.
- Disculpeme si la he molestado. Me he dormido y...
- No se preocupe. Creo que la presencia de ambos aquí ha sido necesaria. Todo lo que le pido es que mañana le entregue a la policía el libro que ha visto. Es mi diario y en el aparece el nombre de quién e ha dado muerte. Ahora vuelve a dormir... y ¡recuérdame!
A la mañana siguiente despertó en su dormitorio. Durante un instante se sintió descolocado. Después el sonido del timbre de su puerta lo hizo levantarse. Dos policías estaban a su puerta. Se había cometido un crimen en el piso vecino. Le mostraron una foto de la joven. Era la mujer del sueño. Le preguntaron si la conocía. Respondió que la había visto en la biblioteca cercana dejando un libro, un diario.
Llevaron a la biblioteca al abogado. Le solicitaron más datos. Él les dijo que hablaría en el juicio, y que lo que había hablado con ella era secreto abogado cliente. Varios días después en la sección de sucesos de "EL Mundo" apareció una noticia. La noticia decía.
'ABOGADO DESVELA EL MISTERIO DE UN ASESINATO. Ayer fuimos informados por la policía que el abogado Juan López entregó la prueba necesaria para encontrar el resto de las pruebas precisas para detener a Ignacio González por el asesinato de Verónica G. La joven cuyo cuerpo apareció en el piso vecino al del abogado, del que era cliente, fue encontrada acostada en la cama, con dos heridas punzantes en el cuello pero sin señales de lucha. La autopsia demostró que la joven había sido drogada para después sacarle la sangre del su cuerpo. El criminal quiso ocultar su crimen bajo el manto del vampirismo.' "
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