Juan tenía la sensación de que debería estar en otro lugar. Vivía en Santiago de Compostela, pero no era capaz e recordar ni quién era ni como había llegado allí. Había pasado varios meses en el Hospital de Conxo hasta que fue capaz de volver a hablar. Lo habían encontrado en el interior de la Catedral, inconsciente frente al altar mayor. Nadie consiguió saber como llego allí, y Juan tampoco lo recordaba. De su pasado Juan sólo era capaz de recordar un profundo terror y oscuridad, pero nada más.
Se hizo escritor, y sus textos podían ser demasiado realistas, y algunas veces con un realismo tan llenos de magia que se quedaban marcados en la mente de quién los leía.
Tenía extraños sueños, algunas veces oscuros, y él los convertía en grandes relatos e historias que como un nuevo Lovecraft ofrecía a todo el que deseaba leer algo nuevo..
De hecho, el nombre de Juan de Compostela se hizo conocido en los grupos más selectos y extraños. Sus relatos eran increíbles y su trabajo en la Editorial Follas Novas había revitalizado a esta.
Por otro lado, el obispo de Santiago lo había propuesto para pertenecer a la Orden de Santiago. Aún así todos los que lo conocían percibían en él un secreto oculto. Era cierto, pues lo tenía aunque no lo sabía.
Se sobresaltó al escuchar sonar el teléfono. Poca gente lo llamaba y él no sabía a quién llamar. Descolgó e iba a hablar cuando escuchó desde el otro lado unos gritos escalofriantes y agónicos.
Colgó rápidamente. ¿Qué significaba eso? Si era un broma, no era de buen gusto. Se sintió sorprendido al recordar de golpe una cara. La cara de una hermosa joven a la que no podía dar nombre. Sólo recordaba que ella también había gritado.
Una eterna oscuridad, una oscuridad fría como el acero de una espada, asolaba su mente cuando trataba de recordar. La mayor parte de lo que recordaba , de esos flashes, de esas imagenes, lo ponía por escrito. Inexplicablemente le recordaban los terroríficos relatos de H. P. Lovecraft y no se atrevía a mostrárselos a sus jefes para publicarlos. Sólo recordaba algo oscuro, misterioso y maligno a lo que él opuso una fuerte resistencia
Sin embargo, todas las noches al llegar la madrugada el teléfono sonaba. Lo denunció. Cambió de número. Nada sirvió para acabar con esas terroríficas llamadas. Comnezó a tener miedo en la noche.
En maldito teléfono le impedía dormir.
Tampoco se atrevía a salir de casa por la noche. había visto un hombre siguiéndole un atardecer. Desde ese día a las seis estaba encerrado en su casa.
No salía a partir de esa hora.
No hablaba con nadie a partir de esa hora.
A partir de esa hora trabajaba a través de Internet, desde casa.
Se sentía perseguido, acosado.
Casí no podía dormir, pero sí pudo acabar la primera parte de su libro con recuerdos fragmentados. Estaba compuesto de textos tan terrorifícos que hasta a los editores les daba miedo la posibilidad de publicarlos.
"Demasiado reales", decían unos y otros.
Pero Juan seguía viviendo su nocturno tormento.
Se hizo escritor, y sus textos podían ser demasiado realistas, y algunas veces con un realismo tan llenos de magia que se quedaban marcados en la mente de quién los leía.
Tenía extraños sueños, algunas veces oscuros, y él los convertía en grandes relatos e historias que como un nuevo Lovecraft ofrecía a todo el que deseaba leer algo nuevo..
De hecho, el nombre de Juan de Compostela se hizo conocido en los grupos más selectos y extraños. Sus relatos eran increíbles y su trabajo en la Editorial Follas Novas había revitalizado a esta.
Por otro lado, el obispo de Santiago lo había propuesto para pertenecer a la Orden de Santiago. Aún así todos los que lo conocían percibían en él un secreto oculto. Era cierto, pues lo tenía aunque no lo sabía.
Se sobresaltó al escuchar sonar el teléfono. Poca gente lo llamaba y él no sabía a quién llamar. Descolgó e iba a hablar cuando escuchó desde el otro lado unos gritos escalofriantes y agónicos.
Colgó rápidamente. ¿Qué significaba eso? Si era un broma, no era de buen gusto. Se sintió sorprendido al recordar de golpe una cara. La cara de una hermosa joven a la que no podía dar nombre. Sólo recordaba que ella también había gritado.
Una eterna oscuridad, una oscuridad fría como el acero de una espada, asolaba su mente cuando trataba de recordar. La mayor parte de lo que recordaba , de esos flashes, de esas imagenes, lo ponía por escrito. Inexplicablemente le recordaban los terroríficos relatos de H. P. Lovecraft y no se atrevía a mostrárselos a sus jefes para publicarlos. Sólo recordaba algo oscuro, misterioso y maligno a lo que él opuso una fuerte resistencia
Sin embargo, todas las noches al llegar la madrugada el teléfono sonaba. Lo denunció. Cambió de número. Nada sirvió para acabar con esas terroríficas llamadas. Comnezó a tener miedo en la noche.
En maldito teléfono le impedía dormir.
Tampoco se atrevía a salir de casa por la noche. había visto un hombre siguiéndole un atardecer. Desde ese día a las seis estaba encerrado en su casa.
No salía a partir de esa hora.
No hablaba con nadie a partir de esa hora.
A partir de esa hora trabajaba a través de Internet, desde casa.
Se sentía perseguido, acosado.
Casí no podía dormir, pero sí pudo acabar la primera parte de su libro con recuerdos fragmentados. Estaba compuesto de textos tan terrorifícos que hasta a los editores les daba miedo la posibilidad de publicarlos.
"Demasiado reales", decían unos y otros.
Pero Juan seguía viviendo su nocturno tormento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario