Este no es exactamente un relato de terror, pero lo he colgado aquí igualmente. En este relato cualquier nombre que coincida con un nombre real o hecho es pura casualidad. Los versos del inicio si son versos reales han salido de los Salmos, de la Biblia, y cualquiera puede encontrarlos.
"Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Pues de mensajeros le sirven los vientos,
el fuego llameante, de ministro."
buscad continuamente su rostro.
Pues de mensajeros le sirven los vientos,
el fuego llameante, de ministro."
Con esos versos escritos en un libro encontrado en su parroquia, Saúl se enteró como otros antes que él de cuál sería su trabajo en este mundo.
Saúl era párroco de un pueblo castellano, La Torre del Cielo. había sido seminarista en Santiago de Compostela y Salamanca, y había sido ordenado sacerdote, cosa no muy usual, en Roma. Le interesaban profundamente los textos bíblicos y vivió durante cinco años en, como dirían en el medievo y aun muchos hoy en día Tierra Santa. Allí vivió al estilo de Jesús, recorrió sus caminos desde el inicio en Belén hasta llegar al final en Jerusalén; y posteriormente al lugar donde sus discípulos lo vieron por última vez antes de ascender a los cielos. Siguió los pasos de los diversos personajes bíblicos, desde los evangelistas a los profetas, desde Jesús hasta Abraham. pero fue llamado a Roma, y después de tenerlo seis meses entre los libros de la Biblioteca Vaticana fue enviado a España.
A Saúl no le interesaba para nada el poder, y aún pudiendo progresar, desechaba cualquier impulso en ese campo, lo veía como una tentación. Era una persona sensata que no deseaba darse a ver.
Toda su progresión vital y académica fueron las que lo llevaron a aquel pueblo. Allí fue puesto de párroco de un pueblo casi vacío, o eso parecía. Allí vivían ángeles que estaban aprendiendo a actuar como tales. Y ,él, Saúl, había sido elegido para cuidar las almas de las personas vivas y físicas que eran esos ángeles, para buscar a otros ángeles y guiarlo a ese lugar y al encuentro con Dios, pues él los había enviado por alguna razón a este mundo.
Aún era de noche en La torre del Cielo. No hacía viento. El silencio rodeaba la iglesia cuyo patrón era San Miguel. Hacía unas horas que había sido la misa. Saúl se acordó de la joven destinada a ser un ángel que había perdido hacía ya varios años.
Escuchó entonces un murmullo lejano. El cuerpo de Saúl tembló como si sufriese en escalofrío. El murmullo llegaba del oeste, de más allá del océano. Una imagen comenzó a formarse ante él traída por ese murmullo desde algún lugar lejano. En la visión vio una ciudad cerca del mar, en ella pronto apareció una plaza con dos palomas gigantes, o eso le parecieron. Reconoció el vinculo con el ángel que había perdido hacía unos años, con el ángel en el que había pensado momentos antes. Una ráfaga de viento lo cegó, y al reabrir los ojos se encontró caminando por calles con tiendas podres y vendedores ambulantes que ofrecían diversas cosas, desde ropas a alimentos. La mayor parte de los habitantes eran indígenas americanos, no excesivamente altos pero tampoco bajos, que le recordaban a Saúl a los incas, aztecas y mayas que en otra época habían sido los señores del continente americano. Aquellas gentes sonreían mientras él seguía su camino.
Entonces la vio. La joven destinada a convertirse en ángel, la joven mujer que ya era un ángel pero que parecía dispuesta a entregarse a la oscuridad. Vio Saúl como se oscurecían las ropas del nuevo ángel y temió verlo convertirse en demonio. Ese era su mayor miedo. La siguió por varias calles, no sabía si ella lo percibía o no, pero todavía no era capaz de reconocer la ciudad en la que estaba.
La vio orgullosa y solitaria mirando a través de las rejas de un colegio, que debía estar cerca de sus casa, a los niños y niñas jugando. Luego la vio cerca de una especie de polígono industrial y creyó leer un nombre en un rótulo "SIDERPERU", ¿existiría esa empresa? Saúl no lo sabía.
Saúl sintio a otra presencia cerca de la joven, una presencia malvada que se relamía dejando ver su deseo de convertir al ángel. L oque al principio habia sido un murmullo para Saúl, ahora era el rumor de muchas voces. Vio que ya le quedaba poco a la joven para convertirse en un ángel.
Más el tentador mal la perseguía como una oscura sombra. Saúl le cerró el paso a oscuro ser.
La joven entró en una casa, sonriente, mostrando al creador la esencia de su verdadero ser y su alma luchadora, viajera, indemne al final en su lucha. Saúl sabía que había llegado el momento, ahora sabía donde estaba su ángel perdido, en Villa El Salvador, en Lima. Ahora su ángel se convertiría, y él podría verlo. Lo había salvado en el último instante, pero eso Saúl sólo lo intuyó un instante.
Vio como la joven se recostaba en su cama, luego perdía la consciencia, y salía de su cuerpo un primer ser astral. Era este ser una suerte de virgen feliz que a su vez se encogió como rezando. Saúl estaba feliz, un nuevo ángel estaba naciendo, un nuevo ángel para inscribir en el libro. Vio como comenzaban a surgirle las alas, unas bellas alas azules y doradas. Vio como la joven terminaba su transformación y en un último esfuerzo se estiró glorioso y hermosa, con sus largos cabellos castaños y sus alas extendidas.
El ser oscuro aulló vencido. La luz del alma de Saúl lo había detenido. Y había visto como aquella joven a la que creía en sus manos había huido de su tentador poder. Las llamas surgieron a su alrededor y desapareció para no volver a acosar al nuevo ángel.
El ángel flotó en el aire y se acercó a Saúl. Su voz resonó dulce en el silencio. Dijo su nombre, "Mirietel". Después la forma angelical desapareció, y quedó sobre la cama la incosciente forma de la joven. Una joven que ya no era una simple humana, una joven que ahora era un ángel y llegado el momento sería llamada a cumplir su misión como tal. Lágrimas de alegría recorrieron las mejillas de Saúl. Había podido proteger al ángel tal y como había deseado desde un comienzo.
La visión terminó. Saúl inscribió el nombre en el libro. Estaba muy cansado y débil. Pronto comprendió que no podía moverse por el esfuerzo de salvar al ángel. No le asombro: al contrario, le parecía antinatural haberlo hecho con tanta facilidad. Se descubrió rememorando toda su vida hasta que cayó inconsciente ante la imagen de San Miguel, el patrono del pueblo.
Le pareció que el mundo se iba atenuando poco a poco en su mente. Volvío a sentir terror, miedo. De pronto, todo pasó, acto seguido, sus ojos se abrieron desmesuradamente, un brillo dorado lo rodeaba. Él también había cambiado. Miró hacia la imagen del Arcángel Miguel en el retablo, parecía que le sonreía y Saúl asintió.
A la mañana siguiente, cuando llego el sacristán para abrir la iglesia a los fieles. Vio a Saúl inconsciente; le tomó el pulso con mucha atención, era un pulso débil.
Sintió que allí había pasado algo incomprensible. Llamó a una ambulancia, y Saúl fue llevado al hospital mas cercano a la población.
Saúl era párroco de un pueblo castellano, La Torre del Cielo. había sido seminarista en Santiago de Compostela y Salamanca, y había sido ordenado sacerdote, cosa no muy usual, en Roma. Le interesaban profundamente los textos bíblicos y vivió durante cinco años en, como dirían en el medievo y aun muchos hoy en día Tierra Santa. Allí vivió al estilo de Jesús, recorrió sus caminos desde el inicio en Belén hasta llegar al final en Jerusalén; y posteriormente al lugar donde sus discípulos lo vieron por última vez antes de ascender a los cielos. Siguió los pasos de los diversos personajes bíblicos, desde los evangelistas a los profetas, desde Jesús hasta Abraham. pero fue llamado a Roma, y después de tenerlo seis meses entre los libros de la Biblioteca Vaticana fue enviado a España.
A Saúl no le interesaba para nada el poder, y aún pudiendo progresar, desechaba cualquier impulso en ese campo, lo veía como una tentación. Era una persona sensata que no deseaba darse a ver.
Toda su progresión vital y académica fueron las que lo llevaron a aquel pueblo. Allí fue puesto de párroco de un pueblo casi vacío, o eso parecía. Allí vivían ángeles que estaban aprendiendo a actuar como tales. Y ,él, Saúl, había sido elegido para cuidar las almas de las personas vivas y físicas que eran esos ángeles, para buscar a otros ángeles y guiarlo a ese lugar y al encuentro con Dios, pues él los había enviado por alguna razón a este mundo.
Aún era de noche en La torre del Cielo. No hacía viento. El silencio rodeaba la iglesia cuyo patrón era San Miguel. Hacía unas horas que había sido la misa. Saúl se acordó de la joven destinada a ser un ángel que había perdido hacía ya varios años.
Escuchó entonces un murmullo lejano. El cuerpo de Saúl tembló como si sufriese en escalofrío. El murmullo llegaba del oeste, de más allá del océano. Una imagen comenzó a formarse ante él traída por ese murmullo desde algún lugar lejano. En la visión vio una ciudad cerca del mar, en ella pronto apareció una plaza con dos palomas gigantes, o eso le parecieron. Reconoció el vinculo con el ángel que había perdido hacía unos años, con el ángel en el que había pensado momentos antes. Una ráfaga de viento lo cegó, y al reabrir los ojos se encontró caminando por calles con tiendas podres y vendedores ambulantes que ofrecían diversas cosas, desde ropas a alimentos. La mayor parte de los habitantes eran indígenas americanos, no excesivamente altos pero tampoco bajos, que le recordaban a Saúl a los incas, aztecas y mayas que en otra época habían sido los señores del continente americano. Aquellas gentes sonreían mientras él seguía su camino.
Entonces la vio. La joven destinada a convertirse en ángel, la joven mujer que ya era un ángel pero que parecía dispuesta a entregarse a la oscuridad. Vio Saúl como se oscurecían las ropas del nuevo ángel y temió verlo convertirse en demonio. Ese era su mayor miedo. La siguió por varias calles, no sabía si ella lo percibía o no, pero todavía no era capaz de reconocer la ciudad en la que estaba.
La vio orgullosa y solitaria mirando a través de las rejas de un colegio, que debía estar cerca de sus casa, a los niños y niñas jugando. Luego la vio cerca de una especie de polígono industrial y creyó leer un nombre en un rótulo "SIDERPERU", ¿existiría esa empresa? Saúl no lo sabía.
Saúl sintio a otra presencia cerca de la joven, una presencia malvada que se relamía dejando ver su deseo de convertir al ángel. L oque al principio habia sido un murmullo para Saúl, ahora era el rumor de muchas voces. Vio que ya le quedaba poco a la joven para convertirse en un ángel.
Más el tentador mal la perseguía como una oscura sombra. Saúl le cerró el paso a oscuro ser.
La joven entró en una casa, sonriente, mostrando al creador la esencia de su verdadero ser y su alma luchadora, viajera, indemne al final en su lucha. Saúl sabía que había llegado el momento, ahora sabía donde estaba su ángel perdido, en Villa El Salvador, en Lima. Ahora su ángel se convertiría, y él podría verlo. Lo había salvado en el último instante, pero eso Saúl sólo lo intuyó un instante.
Vio como la joven se recostaba en su cama, luego perdía la consciencia, y salía de su cuerpo un primer ser astral. Era este ser una suerte de virgen feliz que a su vez se encogió como rezando. Saúl estaba feliz, un nuevo ángel estaba naciendo, un nuevo ángel para inscribir en el libro. Vio como comenzaban a surgirle las alas, unas bellas alas azules y doradas. Vio como la joven terminaba su transformación y en un último esfuerzo se estiró glorioso y hermosa, con sus largos cabellos castaños y sus alas extendidas.
El ser oscuro aulló vencido. La luz del alma de Saúl lo había detenido. Y había visto como aquella joven a la que creía en sus manos había huido de su tentador poder. Las llamas surgieron a su alrededor y desapareció para no volver a acosar al nuevo ángel.
El ángel flotó en el aire y se acercó a Saúl. Su voz resonó dulce en el silencio. Dijo su nombre, "Mirietel". Después la forma angelical desapareció, y quedó sobre la cama la incosciente forma de la joven. Una joven que ya no era una simple humana, una joven que ahora era un ángel y llegado el momento sería llamada a cumplir su misión como tal. Lágrimas de alegría recorrieron las mejillas de Saúl. Había podido proteger al ángel tal y como había deseado desde un comienzo.
La visión terminó. Saúl inscribió el nombre en el libro. Estaba muy cansado y débil. Pronto comprendió que no podía moverse por el esfuerzo de salvar al ángel. No le asombro: al contrario, le parecía antinatural haberlo hecho con tanta facilidad. Se descubrió rememorando toda su vida hasta que cayó inconsciente ante la imagen de San Miguel, el patrono del pueblo.
Le pareció que el mundo se iba atenuando poco a poco en su mente. Volvío a sentir terror, miedo. De pronto, todo pasó, acto seguido, sus ojos se abrieron desmesuradamente, un brillo dorado lo rodeaba. Él también había cambiado. Miró hacia la imagen del Arcángel Miguel en el retablo, parecía que le sonreía y Saúl asintió.
A la mañana siguiente, cuando llego el sacristán para abrir la iglesia a los fieles. Vio a Saúl inconsciente; le tomó el pulso con mucha atención, era un pulso débil.
Sintió que allí había pasado algo incomprensible. Llamó a una ambulancia, y Saúl fue llevado al hospital mas cercano a la población.
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