Un día más, Nerea empezaba a despertarse, durante la noche no había dejado de dar cabezadas sobre las páginas que tenía ante ella: un guión de teatro y el inicio de un capítulo de la novela que estaba escribiendo. Sus ojos vagaban a su alrededor preparándose para le nuevo día. Vio entonces subrayada una fraseen en el guión. la leyó, se centró y la meditó.
Se congratuló de sentir todavía el calor de su cuerpo, un calor que no hacía mucho había descubierto. Ahora volvía a ser libre, ya no era una sombra que se movía sin conciencia, sin voluntad, al servicio de aquel ser oscuro que todavía la perseguía.
Nerea a duras penas fue hasta el cuarto de baño. Las palabras de aquella frase del guión las había visto antes. Las había leído tiempo atrás en un correo electrónico. Sabía que el cansancio que la envolvía no era normal. Sentía que estaba condenada a algo y que no todo el dinero del mundo la podía salvar de la destrucción o de la conversión.
Miró al espejo. Allí estaba reflejada y viva.
Entonces vio algo en su cuello. Parecía un mordisco o un chupón, y sintió como si fuese a perder la vida, ¿qué había sucedido? ¿Cómo había llegado a esta situación?
Ella no era capaz de recordarlo.
Decidió dejar la mente en blanco. Vio un rostro y recordó un nombre, Isabel.
Nada más podía recordar de su pasado.
No recordaba que una mañana estaba con Isabel en el piso de la calle Llano Ponte en el que vivía. Era la primera vez que la madre de Nerea las dejaba solas. Conociéndola Nerea sabía que era posible que pasasen el día entero solas. Al menos, tenían dinero para unas pizzas.
Estaban solas y sentían que debían hacer algo. Trataron de estudiar, de leer, pero era pronto y se aburrieron.
Todos sabemos lo que hacemos si estamos solos y aburridos, nos ponemos "investigar" a recorrer la casa o el piso y mirar en los más oscuros rincones. Nerea casi había olvidado el terror que había vivido en aquel piso. Ahora sólo la acosaban los sueños.
Buscando así encontraron tres cosas: dos cintas de vídeo, y una extraña caja con extraños objetos guardados que no sabían para que servían.
Desayunaron mirando una de las películas, era una película romántica de Richard Gere. Nunca habían tomado alcohol. Así que fueron a un estantería y cogieron una botella que podía ser tequila o ron, pues ni siquiera Isabel pudo discernir de qué era. Se sirvieron un vaso cada una, pero al llevárselo a la boca vieron que tenía una sabor muy fuerte, que a Isabel casi la hace llorar. Así que mezclaron Coca Cola, de esa forma sabía mejor.
Nerea puso la segunda cinta de vídeo mientras Isabel se conectaba a Internet. Un escalofrío sacudió sus cuerpos. Solas en casa podían hacer lo que quisiesen. Mientras la cinta se ajustaba entraron en el correo electrónico. Allí Nerea tenía un mensaje. Allí aparecieron las palabras del guión de la obra que en la actualidad tenía en sus manos. Por él mensaje quedaron las dos atrapadas en un hechizo malvado.
Entraron en el messenger y habían conectado la webcam cuando escucharon un jadeo. Miraron la pantalla y se quedaron paralizadas al ver a una mujer haciendo cosas desconocidas para ellas. Eran los trailers de inicio de la cita y volvieron centrarse en el ordenador.
Se sentían extrañas.
Salín todavía los jadeos del televisor pero no había comenzado la película. Sus respiraciones se estaban agitando. Sentían l boca seca. Un joven les había pedido permiso para verlas por la cam, y les comentaba cosas que las hacía sentir atraídas por lo que saldría en la película.
Veían como una chica que parecía de su edad se acariciaba y tocaba con un objeto alargado.
Se olvidaron de la webcam, se centraron en la película. En la caja que Isabel había encontrado había unos objetos como el que tenía la chica de la película.
Los tomaron en sus manos.
- Son suaves- dijo Isabel.
- Sí, ¿cómo se sentirán hay abajo? -añadió Nerea.
- Parece que bien, sino mira a la chica de la película.
Se dejaron llevar entonces. Sin oponer ninguna fuerza. No sabían lo que hacían. Mientras aquel que había perseguido a Nerea las miraba a través de la cámara web y sonreía. La energía que las jóvenes desprendían lo embargaba.
Formas rojizas comenzaron a cobrar forma y cuerpo, a salir de las esquinas más oscuras. Todo se desconectó salvo el ordenador. Los rojizos seres las rodearon. Hicieron subir el calor de sus cuerpos y mentes. Luego hicieron que se debilitasen por el placer , perdiesen la consciencia, y quedasen inertes en el sofá. Aún se sentía en el ambiente el olor de la excitación, y un intenso calor.
Un ser oscuro y maligno se materializó desde el ordenador. Le quitó la ropa totalmente a Nerea, y pensaba hacer lo mismo con Isabel. Colocó la ropa de Nerea sobre el sofá en la posición que tendría si lo hubiese tenido puesta. Seguidamente cogió a la inconsciente joven en sus brazos y se desvaneció antes de poder oír abrirse la puerta del piso.
Tampoco escuchó el grito de la madre de Nerea al encontrar a Isabel medio desnuda sobre el sofá y a su lado las ropas de Nerea colocadas como si su cuerpo se hubiese evaporado. Eso salvó a Isabel que terminó en el hospital.
Mientras el oscuro ser llegó con Nerea a un lugar muy especial. En aquel lugar reunía la asamblea fatal, la asamblea de sus víctimas, un lugar que haría palidecer a cualquier policía y dejaría impresionado a cualquier asesino en serie. Allí había una serie de sillones y en cada uno aparecía sentada lo que parecía ser la estatua de una joven mujer. Todas habían sido verdaderas mujeres. Ahora la mayoría de ellas ya no eran más que hermosas carcasas de oro en cuyo interior estaban los huesos de aquellas que habían caído en las manos de ese ser. Si alguien hubiese entrado y lo hubiese visto, vería a los pies de cada sillón una inscripción con el nombre de quién había ocupado el asiento y de quién ahora lo ocupaba, con la fecha de nacimiento de cada una de ellas.
Dos sillones aparecían vacíos en uno debería estar Isabel, pero ésta se había salvado de llegar allí. En el otro aparecía ya el nombre de Nerea. A él la ató con hechizos para que no se pudiese levantar de él. Como al resto le colocó una piedra de amatista en la frente y la hizo mirar hacia una esfera piedra también de amatista que estaba en el centro de aquel lugar.
Era a través de esa bola como terminaba definitivamente con sus vidas y las hacia desaparecer atrapando en ella sus espíritus.
Fue el ser oscuro a por oro liquido y comenzó a cubrir con él a Nerea dejándole espacio para respirar, alimentarse, ver, oír y el resto de funciones vitales.
Nerea recobró la consciencia a tiempo antes de que el oro se secase sobre su piel. Ahí, en ese instante era donde ella comenzaba a recordar.
Recordaba como le faltaba el aire.
Recordaba lo que la parecieron estatuas de otras mujeres hasta que se miró las manos y comprendió la verdad.
Recordaba como antes de que aquel ser volviese consiguió levantarse de la silla. Y, en ello fue la primera en conseguirlo.
En su mente aún se veía huyendo por una cueva, cada vez más cansada. Recordaba ver la selva del exterior y lanzarse a las aguas de un río para sacarse e oro que cubría su piel.
No estaba en España. La flora y la fauna le decían que estaba en América.
Recordó que no fue hasta que la encontraron perdida en la selva no supo en que país estaba.
Se congratuló de sentir todavía el calor de su cuerpo, un calor que no hacía mucho había descubierto. Ahora volvía a ser libre, ya no era una sombra que se movía sin conciencia, sin voluntad, al servicio de aquel ser oscuro que todavía la perseguía.
Nerea a duras penas fue hasta el cuarto de baño. Las palabras de aquella frase del guión las había visto antes. Las había leído tiempo atrás en un correo electrónico. Sabía que el cansancio que la envolvía no era normal. Sentía que estaba condenada a algo y que no todo el dinero del mundo la podía salvar de la destrucción o de la conversión.
Miró al espejo. Allí estaba reflejada y viva.
Entonces vio algo en su cuello. Parecía un mordisco o un chupón, y sintió como si fuese a perder la vida, ¿qué había sucedido? ¿Cómo había llegado a esta situación?
Ella no era capaz de recordarlo.
Decidió dejar la mente en blanco. Vio un rostro y recordó un nombre, Isabel.
Nada más podía recordar de su pasado.
No recordaba que una mañana estaba con Isabel en el piso de la calle Llano Ponte en el que vivía. Era la primera vez que la madre de Nerea las dejaba solas. Conociéndola Nerea sabía que era posible que pasasen el día entero solas. Al menos, tenían dinero para unas pizzas.
Estaban solas y sentían que debían hacer algo. Trataron de estudiar, de leer, pero era pronto y se aburrieron.
Todos sabemos lo que hacemos si estamos solos y aburridos, nos ponemos "investigar" a recorrer la casa o el piso y mirar en los más oscuros rincones. Nerea casi había olvidado el terror que había vivido en aquel piso. Ahora sólo la acosaban los sueños.
Buscando así encontraron tres cosas: dos cintas de vídeo, y una extraña caja con extraños objetos guardados que no sabían para que servían.
Desayunaron mirando una de las películas, era una película romántica de Richard Gere. Nunca habían tomado alcohol. Así que fueron a un estantería y cogieron una botella que podía ser tequila o ron, pues ni siquiera Isabel pudo discernir de qué era. Se sirvieron un vaso cada una, pero al llevárselo a la boca vieron que tenía una sabor muy fuerte, que a Isabel casi la hace llorar. Así que mezclaron Coca Cola, de esa forma sabía mejor.
Nerea puso la segunda cinta de vídeo mientras Isabel se conectaba a Internet. Un escalofrío sacudió sus cuerpos. Solas en casa podían hacer lo que quisiesen. Mientras la cinta se ajustaba entraron en el correo electrónico. Allí Nerea tenía un mensaje. Allí aparecieron las palabras del guión de la obra que en la actualidad tenía en sus manos. Por él mensaje quedaron las dos atrapadas en un hechizo malvado.
Entraron en el messenger y habían conectado la webcam cuando escucharon un jadeo. Miraron la pantalla y se quedaron paralizadas al ver a una mujer haciendo cosas desconocidas para ellas. Eran los trailers de inicio de la cita y volvieron centrarse en el ordenador.
Se sentían extrañas.
Salín todavía los jadeos del televisor pero no había comenzado la película. Sus respiraciones se estaban agitando. Sentían l boca seca. Un joven les había pedido permiso para verlas por la cam, y les comentaba cosas que las hacía sentir atraídas por lo que saldría en la película.
Veían como una chica que parecía de su edad se acariciaba y tocaba con un objeto alargado.
Se olvidaron de la webcam, se centraron en la película. En la caja que Isabel había encontrado había unos objetos como el que tenía la chica de la película.
Los tomaron en sus manos.
- Son suaves- dijo Isabel.
- Sí, ¿cómo se sentirán hay abajo? -añadió Nerea.
- Parece que bien, sino mira a la chica de la película.
Se dejaron llevar entonces. Sin oponer ninguna fuerza. No sabían lo que hacían. Mientras aquel que había perseguido a Nerea las miraba a través de la cámara web y sonreía. La energía que las jóvenes desprendían lo embargaba.
Formas rojizas comenzaron a cobrar forma y cuerpo, a salir de las esquinas más oscuras. Todo se desconectó salvo el ordenador. Los rojizos seres las rodearon. Hicieron subir el calor de sus cuerpos y mentes. Luego hicieron que se debilitasen por el placer , perdiesen la consciencia, y quedasen inertes en el sofá. Aún se sentía en el ambiente el olor de la excitación, y un intenso calor.
Un ser oscuro y maligno se materializó desde el ordenador. Le quitó la ropa totalmente a Nerea, y pensaba hacer lo mismo con Isabel. Colocó la ropa de Nerea sobre el sofá en la posición que tendría si lo hubiese tenido puesta. Seguidamente cogió a la inconsciente joven en sus brazos y se desvaneció antes de poder oír abrirse la puerta del piso.
Tampoco escuchó el grito de la madre de Nerea al encontrar a Isabel medio desnuda sobre el sofá y a su lado las ropas de Nerea colocadas como si su cuerpo se hubiese evaporado. Eso salvó a Isabel que terminó en el hospital.
Mientras el oscuro ser llegó con Nerea a un lugar muy especial. En aquel lugar reunía la asamblea fatal, la asamblea de sus víctimas, un lugar que haría palidecer a cualquier policía y dejaría impresionado a cualquier asesino en serie. Allí había una serie de sillones y en cada uno aparecía sentada lo que parecía ser la estatua de una joven mujer. Todas habían sido verdaderas mujeres. Ahora la mayoría de ellas ya no eran más que hermosas carcasas de oro en cuyo interior estaban los huesos de aquellas que habían caído en las manos de ese ser. Si alguien hubiese entrado y lo hubiese visto, vería a los pies de cada sillón una inscripción con el nombre de quién había ocupado el asiento y de quién ahora lo ocupaba, con la fecha de nacimiento de cada una de ellas.
Dos sillones aparecían vacíos en uno debería estar Isabel, pero ésta se había salvado de llegar allí. En el otro aparecía ya el nombre de Nerea. A él la ató con hechizos para que no se pudiese levantar de él. Como al resto le colocó una piedra de amatista en la frente y la hizo mirar hacia una esfera piedra también de amatista que estaba en el centro de aquel lugar.
Era a través de esa bola como terminaba definitivamente con sus vidas y las hacia desaparecer atrapando en ella sus espíritus.
Fue el ser oscuro a por oro liquido y comenzó a cubrir con él a Nerea dejándole espacio para respirar, alimentarse, ver, oír y el resto de funciones vitales.
Nerea recobró la consciencia a tiempo antes de que el oro se secase sobre su piel. Ahí, en ese instante era donde ella comenzaba a recordar.
Recordaba como le faltaba el aire.
Recordaba lo que la parecieron estatuas de otras mujeres hasta que se miró las manos y comprendió la verdad.
Recordaba como antes de que aquel ser volviese consiguió levantarse de la silla. Y, en ello fue la primera en conseguirlo.
En su mente aún se veía huyendo por una cueva, cada vez más cansada. Recordaba ver la selva del exterior y lanzarse a las aguas de un río para sacarse e oro que cubría su piel.
No estaba en España. La flora y la fauna le decían que estaba en América.
Recordó que no fue hasta que la encontraron perdida en la selva no supo en que país estaba.
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