En muchos lugares hoy, nadie cree ya en los vampiros. Bueno, no es eso exactamente, hay algunas personas que ahora los unen a la idea que Stephenie Meyer nos ha mostrado, otros más valientes se han leído los libros de Anne Rice. Pero eso no es, realmente, creer en vampiros. Eso es literatura.
Yo conocí un vampiro, me dio un escarmiento.
Me presentaré primero. Mi nombre es Natalia.
Yo como muchas de mis amigas creía en esos vampiros literarios. Dicen que es un primer paso. Más ahora sé que son reales.
Estaba en época de examenes e iba a la biblioteca a estudiar. Unas veces por la mañana otras por la tarde hasta la hora de cerrar.
Una de esas tardes, después de salir de la biblioteca, decidí ir hasta la cafetería a tomar algo. Esa mañana me había encontrado con Ángel, un viejo compañero de clase y habíamos estado recordando viejos tiempos. El tiempo paso con esos recuerdos mientras estaba en la cafetería, y cuando miré el reloj ya eran las nueve de la noche.
Nunca he tenido miedo a la noche, tampoco a los lugares lóbregos y tétricos. Pero esa noche fue diferente.
Tenía que cruzar un rincón, que definiría de poco tranquilizador, de la calle en la que vivo. Me dí cuenta de que un silencio sepulcral envolvía el ruido de mis pasos y sentí como unos ojos se fijaban en mí, como si me desnudasen. No se movía ni una brisa de aire. Entonces, por el rabillo del ojo, percibí un movimiento cerca de mí, una sombra en movimiento o algo así. Miré en aquella dirección más nada vi extraño, así que proseguí mi camino. Fue entonces cuando una sombra oscura me agarró y me llevó a la zona más oscura de la calle. Cegada por esa oscuridad me sentía muerta de miedo. Traté de zafarme y huir, pero quien me sujetaba era sumamente fuerte. Cuando mi resistencia ceso por agotamiento me dio la vuelta permitiendo que viese su rostro. Un rostro noble pero lleno de cicatrices. Sus ropas eran de marca y sus cabellos eran castaños.
Me llamó la atención su peculiar sonrisa, que parecía inocente o llena de dulzura. Inmediatamente mostró una sonrisa abierta mostrando todos sus dientes. Se me heló el alma. largos colmillos aparecían en ella. Era un vampiro.
Estrechó mi cuerpo. Aproximó su boca a mi cuello y mordió. Me dí por muerta. Sin embargo, no me mató. Bebió parte de mi sangre causándome una extraña y anormal sensación de placer.
Cuando terminó me miró con una mirada hipnótica, una mirada que cerraba cualquier posible duda.
- ¿No crees que caminar a estas horas es peligroso?- preguntó.
- Sí, es peligroso.
Él asintió con su cabeza.
- Siento haber tenido que darte este susto.
Hizo una pausa para luego decir.
- No vuelvas a caminar a estas horas. Si lo vuelves a hacer o te mato o te convierto en alguien como yo. Creo que no te gustaría ninguna de esas posibilidades. Por tanto, recuerda bien mis palabras.
Me sentí abochornada, pero también agradecida. Asentí a sus palabras; y, él cubrió la herida que me hizo con un pañuelo de seda.
- En dos días la marca desaparecerá. Ahora, ¡vete! no deseo hacerte ningún daño.
Me alejé de allí lo más deprisa que pude. Llegué a casa, me acosté después de una cena copiosa y al día siguiente no me levante hasta el mediodía. Sé que él mira alguna vez por mi ventana. Pero desde esa noche, a las ocho y media yo ya estoy recogida en casa.
Yo conocí un vampiro, me dio un escarmiento.
Me presentaré primero. Mi nombre es Natalia.
Yo como muchas de mis amigas creía en esos vampiros literarios. Dicen que es un primer paso. Más ahora sé que son reales.
Estaba en época de examenes e iba a la biblioteca a estudiar. Unas veces por la mañana otras por la tarde hasta la hora de cerrar.
Una de esas tardes, después de salir de la biblioteca, decidí ir hasta la cafetería a tomar algo. Esa mañana me había encontrado con Ángel, un viejo compañero de clase y habíamos estado recordando viejos tiempos. El tiempo paso con esos recuerdos mientras estaba en la cafetería, y cuando miré el reloj ya eran las nueve de la noche.
Nunca he tenido miedo a la noche, tampoco a los lugares lóbregos y tétricos. Pero esa noche fue diferente.
Tenía que cruzar un rincón, que definiría de poco tranquilizador, de la calle en la que vivo. Me dí cuenta de que un silencio sepulcral envolvía el ruido de mis pasos y sentí como unos ojos se fijaban en mí, como si me desnudasen. No se movía ni una brisa de aire. Entonces, por el rabillo del ojo, percibí un movimiento cerca de mí, una sombra en movimiento o algo así. Miré en aquella dirección más nada vi extraño, así que proseguí mi camino. Fue entonces cuando una sombra oscura me agarró y me llevó a la zona más oscura de la calle. Cegada por esa oscuridad me sentía muerta de miedo. Traté de zafarme y huir, pero quien me sujetaba era sumamente fuerte. Cuando mi resistencia ceso por agotamiento me dio la vuelta permitiendo que viese su rostro. Un rostro noble pero lleno de cicatrices. Sus ropas eran de marca y sus cabellos eran castaños.
Me llamó la atención su peculiar sonrisa, que parecía inocente o llena de dulzura. Inmediatamente mostró una sonrisa abierta mostrando todos sus dientes. Se me heló el alma. largos colmillos aparecían en ella. Era un vampiro.
Estrechó mi cuerpo. Aproximó su boca a mi cuello y mordió. Me dí por muerta. Sin embargo, no me mató. Bebió parte de mi sangre causándome una extraña y anormal sensación de placer.
Cuando terminó me miró con una mirada hipnótica, una mirada que cerraba cualquier posible duda.
- ¿No crees que caminar a estas horas es peligroso?- preguntó.
- Sí, es peligroso.
Él asintió con su cabeza.
- Siento haber tenido que darte este susto.
Hizo una pausa para luego decir.
- No vuelvas a caminar a estas horas. Si lo vuelves a hacer o te mato o te convierto en alguien como yo. Creo que no te gustaría ninguna de esas posibilidades. Por tanto, recuerda bien mis palabras.
Me sentí abochornada, pero también agradecida. Asentí a sus palabras; y, él cubrió la herida que me hizo con un pañuelo de seda.
- En dos días la marca desaparecerá. Ahora, ¡vete! no deseo hacerte ningún daño.
Me alejé de allí lo más deprisa que pude. Llegué a casa, me acosté después de una cena copiosa y al día siguiente no me levante hasta el mediodía. Sé que él mira alguna vez por mi ventana. Pero desde esa noche, a las ocho y media yo ya estoy recogida en casa.
Me ha gustado. Aunque la verdad hubiese quedado mejor si la chica muere... Puedes mejorarlo.
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